9 de octubre –
Al amanecer, el general Avalos recibe la intimación de la Escuela Superior de Guerra: debe exigir a Farrell la separación de Perón de sus cargos de Vicepresidente, Ministro de Guerra y Secretario de Trabajo y Previsión. El secretario Franklin Lucero, al tener noticias de que Campo de Mayo está movilizado, envía al General Von der Becke a hablar con los rebeldes. A pesar de todas las gestiones, el Coronel debe presentar su renuncia a la que agrega la solicitud de retiro «para que vean que no me ha temblado la mano».
16 de octubre –
El capitán médico Miguel Ángel Mazza informa al Ministro de Guerra que el Coronel Perón padece una antigua afección pulmonar que se agrava por la humedad de la isla y que requiere atención hospitalaria. Al anochecer del día 16, manifestantes de Avellaneda intentan cruzar el puente hacia la Capital. Cerca de trescientos avanzan por Montes de Oca y son disueltos por la policía. Siguen llegando: de Villa Urquiza y de San Fernando.
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17,00 hs.: el Gobierno aprecia que no puede dispersar a la multitud que ocupa la Plaza de Mayo, pues ya hay más de cien mil personas y siguen llegando en camiones de Berisso, Cañuelas, Campana, Santos Lugares. El pueblo pide la presencia de Perón. Ávalos hace traer a Mercante para tranquilizarlos. Finalmente, los dos van a hablar con Perón al Hospital Militar. El presidente Farrell se comunica con Perón y éste acepta su invitación de concurrir a la Casa de Gobierno. A las 23,00 hs. Perón llega a la Casa de Gobierno y, por fin, sale al balcón. Se escucha la voz de Farrell por los altoparlantes: «¡Atención Señores! … El hombre que por su dedicación y su empeño ha sabido ganarse el corazón de todos: el Coronel Perón…» La multitud ya no escuchaba las palabras del Presidente, sólo vivaban a Perón.
