Más de una década de investigación sobre la formación, transformación e integración de la clase obrera y su movimiento social en la historia de la provincia de Entre Ríos, dio como resultado “La fragua y el surco”, libro escrito por el historiador colonense Rodolfo Leyes, actualmente en preventa.
“Es un análisis tanto de las condiciones objetivas de vida y su lugar en el trabajo, como de las luchas desarrolladas por los trabajadores contra diferentes patronales y el Estado dentro de una economía capitalista en expansión, hasta sucumbir en la gran crisis de fines de la década de 1930”, dice el autor durante la entrevista con El Entre Ríos.
La investigación abarca 89 años (1854 a 1943). Se inicia con la primera huelga de la que tiene registro en la provincia de Entre Ríos e incluso en la República Argentina, ocurrida en el saladero Santa Cándida, propiedad del General Justo José de Urquiza.
“La decidió un grupo de trabajadores de origen vasco, porque Urquiza no les estaba pagando. Fue una serie de seis huelgas que se produjeron hasta 1863-4”.
La obra “muestra el ensayo de nuevos repertorios de luchas a partir de los cambios de estrategias ideológicas-sindicales; pero también, de su vínculo con un Estado interventor que facilitaba el camino de las mejoras económicas al costo de abandonar la lucha revolucionaria”. Parte de su contenido es inédito, señala Leyes.
-¿Cómo se define a la “clase obrera”?
-Es el conjunto de personas que vive un tipo de relaciones sociales basadas en la venta de la fuerza de trabajo. Dicho de forma más sencilla, quienes vivimos de nuestro salario y vendemos tiempo a alguien que nos paga para hacer una tarea. En algunos casos hay un contrato formal y si es un trabajador con más conocimiento o un repertorio de acciones más amplio, le van a pagar mejor, pero todos viven de su salario.
Construir ese grupo de personas es uno de los hechos más importantes de la historia de la humanidad. Comienza con el sistema capitalista, que tiene más o menos 300 años y continua en desarrollo. En nuestra zona comenzó hace unos 200 años y con más claridad hace aproximadamente 150, que es cuando empieza la historia que cuento en el libro.
-¿Cómo surgió en Entre Ríos?
-Entre 1850 y 1860 se van desarrollando otras actividades productivas, fundamentalmente la industria del saladero, que era vender carne salada a los esclavistas norteamericanos y brasileros. Empieza a dar cada vez más ganancia y los estancieros pensaron en ampliar su superficie de producción y regular la propiedad de la tierra, por lo que desplazaron a quienes eran sus ocupantes desde la época de la colonia española.
Empezó un proceso de corrimiento de esa población, la tierra se fue privatizando y a su vez –cuando estos buscaron campos del Estado para ocupar- se creó la Ley de Vagos, que empieza a castigar a quienes fueron empujados a una vida nómade y los obligan a trabajar. La mano libre del mercado, pero impuesta por el puño de acero del Estado.
Ese vago era una persona que tenía 40 vacas, 50 caballos y un par de ovejas, pero al no tener tierra estaba vagando, buscando un lugar donde establecerse. El castigo implicaba la cárcel, una multa y terminaba haciendo trabajo forzado. Esto generó resistencia, por eso mucha gente se fue a vivir a las islas del delta, del río Uruguay o del Paraná.
-¿Hubo alguna característica distintiva en la clase obrera entrerriana respecto a otros lugares del país?
-Si tengo que señalar una, es que toda esa clase obrera criolla a la que están disciplinando se encuentra con contingentes inmigratorios muy variados que vienen a trabajar a Entre Ríos, generando una clase obrera mixta.
En Villaguay se da la característica de que encontrás volantes de obreros escritos en idisch, español y con oradores en italiano.
En términos estructurales, es una clase obrera pampeana, muy vinculada a lo rural, con trabajo intensivo en el verano y después meses de desocupación. Era comparativamente más pobre a la de provincias como Santa Fe o Buenos Aires.
-Nombrabas una característica de Villaguay. ¿Se fueron dando otras particularidades en las distintas regiones de la provincia?
-En Concepción del Uruguay, Diamante o Paraná la vida estaba muy vinculada al puerto. El trabajo era permanente y se crearon sindicatos más fuertes y estables. Los puertos eran de exportación, por lo que esos trabajadores tenían lo que se suele denominar “posición estratégica”: si hacían huelga detenían la producción económica de todo el territorio, o sea que tenían en sus manos la llave de imponer mejores condiciones laborales.
En el interior se acercaban al trabajo fundamentalmente en verano, en la estiba. También podemos pensar en los frigoríficos como Liebig, Santa Elena, Yerúa o Gualeguaychú que tenían un periodo de faena y luego de desocupación.
Después tenemos los trabajadores con empleo permanente en tareas con mayor calificación, que son los pequeños talleres, el herrero o el panadero, que también tenían un peso significativo dentro de la clase trabajadora, ya sea por las luchas o el grado de organización. Vivian un poco mejor; igual que el caso de los ferroviarios, en Entre Ríos con un peso menor a otras provincias, pero se los suele llamar “aristocracia obrera”. La clase obrera también está estratificada, incluso en la actualidad.
-¿Colón tuvo alguna particularidad?
-Sí, Liebig marcaba la particularidad. Cuando la fábrica avisaba el inicio o cierre de su faena, siempre salía en el diario.
A su vez, la vida del puerto. Hoy es un lugar de paseo, pero esa instalación de 300-400 metros sobre el río vibraba de vida laboral con la entrada diaria de barcos. En 1920 en el puerto de Colón trabajaban entre 130 y 140 personas, y casi 1.000 en el de Concepción del Uruguay.
En 1914, cuando se hizo el tercer censo nacional, en Colón eran 3.500 personas, pero en Liebig trabajaban 4.000 personas que llegaban de El Brillante o El Colorado, que eran asentamientos de obreros que venían a trabajar a la fábrica de Liebig.
-¿Cómo nace el movimiento obrero en Entre Ríos?
-Nace por la voluntad militante de quienes venían de lugares como Buenos Aires y Rosario para organizar a los trabajadores portuarios. Luego a la ciudad que está detrás del puerto y mucho más adelante a los trabajadores del interior.
Fue un proceso con avances y retrocesos; no fue lineal. El primer sindicato del que hay registro fue en 1898, pero a los dos años desapareció. Era un contexto donde el sindicato, en cierta forma “no tenía sentido” ya que la posibilidad de trabajar y conseguir ascenso social estaba abierta.
Hacia 1920 el mundo vive una crisis que generó aumento de los precios, cambió la tecnología y el ascenso social se fue cerrando. Entonces los sindicatos comenzaron a tener otro sentido, que era defensivo: si quiero tener un trabajo con buenas condiciones laborales o la plata no me alcanza, puedo luchar.
En la década de 1920 se ve una conflictividad altísima, que lamentablemente se iba a cerrar a sangre y fuego. Se produjo una ofensiva de la patronal contra las organizaciones obreras, que significó la muerte de muchísima gente en la provincia. El caso emblemático es una masacre en Gualeguaychú, donde se atacó a un grupo que celebraba el 1° de Mayo. Hay discusión sobre la cantidad de muertos, va entre 6 y 17 trabajadores, fue una emboscada a la columna obrera, en la que les dispararon desde el campanario de la iglesia.
Lo mismo pasó en Villaguay, donde atacaron a una columna obrera y mataron a dos trabajadores; y en pueblos como General Alvear, al sur de Paraná.
Estos enfrentamientos provocaron una desarticulación de la organización obrera, que prácticamente desapareció hasta cerca del inicio de la década de 1930.
Cuando empieza a reorganizarse fue sobre otra clave: ya no eran trabajadores de afuera los que venían a organizarlos, sino que los propios entrerrianos empiezan a hacerlo entre sí. Eran hijos de la experiencia de la década del ’20, marcada por la represión, que hizo que los trabajadores se propongan cambiar de estrategia, buscando la negociación más que el conflicto, la intervención del Estado, mesas paritarias. Cambiaron un discurso que más revolucionario por el de “estaría bueno llegar al socialismo, pero si nos pagan mejor, con eso nos conformamos”. Es difícil no ver en esto un camino que más adelante devino en el peronismo.
-¿Hubo funcionarios políticos o empresarios que tomaron medidas a favor de la clase trabajadora?
-Totalmente. Si bien el libro habla de la clase obrera, es una excusa para mirar el conjunto de la sociedad. No hace apología del movimiento obrero, aunque está visto desde ese ángulo.
Está lleno de ejemplos donde grupos de obreros van a una huelga y logran sostenerla porque hay un fondo de comerciantes amigos que entienden que hay justicia en la demanda y aportan regalándoles dos vacas para que armen una carnicería y repartan la carne entre los que estaban en huelga.
Hay un capítulo del libro que se llama “Sindicatos de izquierda, obreros radicales”. El partido de la Unión Cívica Radical estuvo todo el tiempo buscando acercarse a los trabajadores; yo concluyo que se dio por control social (dar representación a la demanda obrera para que no se represente a través del conflicto y tener paz social) y por ganar los votos.
En 1915 Entre Ríos ya tenía un departamento de Trabajo que ante la conflictividad enseguida buscó negociar. El gobernador de la provincia mandaba un inspector de Trabajo para llegar a un punto de acuerdo.
-¿Cuál fue el peor enemigo del movimiento obrero?
-Lo primero que me viene en mente es la “Liga Patriótica Argentina”, una organización parapolicial que se creó en la década de 1920, con el objetivo de destruir el movimiento obrero.
Fueron los encargados de la anécdota en Gualeguaychú, que mencioné antes. El 1° de Mayo, además del Día Internacional del Trabajador, es el día del Pronunciamiento de Urquiza contra Rosas, entonces utilizaron este argumento para hacer una gran reunión en esa ciudad, que en la época era como el bastión del movimiento obrero de la provincia, para armar brigadas de unas 600 personas a caballo y marchan en el mismo momento que los trabajadores, buscando provocarlos. El comisario interviene, le pide a los liguistas que se vayan y se van todos menos dos brigadas, que son las que atacan a los trabajadores. Después conseguían obreros para romper huelgas y los escoltaban armados hasta un puerto y cuando los trabajadores se acercaban los agarraban a tiros.
Cuando uno mira por quiénes estaba compuesta la liga, porque los nombres salían en los diarios, encontrás que eran miembros de la UCR y del Partido Conservador, es decir, la misma clase dominante. Esto les permitía, por fuera del partido, atacar al movimiento obrero en un momento en que esta estaba en ascenso.
Me cuesta pensar en una organización peor que esta, pero el movimiento obrero siempre tuvo enemigos.
-¿Diferencias y similitudes entre la clase obrera del periodo que investigaste y la actualidad?
-Desde mediados de la década de 1930, la provincia es expulsora de mano de obra y eso no cambió. Si uno mira cuánto cobra un docente en Entre Ríos y uno en Santa Fe, la diferencia son 400 o 500 mil pesos, acá se cobra alrededor de un 40 por ciento menos. Es un problema que tiene que ver con la estructura económica de una provincia que sigue siendo agroexportadora y no mucho más que eso.
En cuanto al movimiento obrero, es completamente diferente. Hoy es súper burocratizado e integrado al sistema; los sindicatos prácticamente son oficinas donde se hace trámites y nada más. Esto de tener un lazo con un partido político, que se venía gestando desde el radicalismo, con el peronismo se consolida. Los sindicatos muchas veces son estructuras anexas al Partido Justicialista y lamentablemente en esta etapa del justicialismo, donde hay una decadencia del partido. Entonces los trabajadores no se sienten contenidos por el sindicato ni por el partido.
En Entre Ríos, lamentablemente no logramos romper con el hecho de tener una clase obrera pobre en una provincia rica.
Sobre el autor
Rodolfo M. Leyes nació en Colón, Entre Ríos (1983). Es Profesor y Licenciado en Historia por la UADER, Doctor en Historia por la UBA.
Fue becario doctoral y posdoctoral del CONICET, actualmente Investigador Asistente en el INES-CONICET-UNER
Además, ejerce como profesor en la UADER y es autor de una veintena de artículos académicos en revistas nacionales e internacionales, así como colaborador en libros colectivos y prologuista.
(fuente: https://www.elentrerios.com/)