Por Germán Bercovich –
En un contexto nacional donde se discute la legalidad del aborto, y donde existen, como pocas veces, coletazos a nivel local (nos referimos a las pintadas en la Escuela Normal), haremos una referencia a algunas situaciones de la historia reciente, donde se ha puesto de manifiesto especialmente el estilo opuesto entre los grupos que promueven legalizar la interrupción del embarazo y los que no.
Lo que llama la atención es la elección, por parte de los antiabortistas, de que las divulgaciones de sus ideas estén acompañadas habitualmente de imágenes de alto impacto emocional: fetos diseccionados, cubiertos de sangre, son ejemplos de una estrategia que sin dudas es mucho más shockeante que las complejas explicaciones filosóficas y jurídicas que se encuentran en el otro sector argumental.
En los ochenta se difundió a nivel mundial “El grito silencioso”, un corto realizado por el médico Bernard Nathanson, en el que se usaban imágenes de ecografías para mostrar al feto como un ser vivo “igual a nosotros”, y al aborto como un homicidio bestial. La película mostraba la vida prenatal, su “grito silencioso” ante la muerte próxima, y finalizaba con las imágenes de varios fetos tirados en tachos de basura. Una comisión de expertos de la International Planned Parenthood Federation negó rápidamente que lo descripto en el corto pudiera ser real: un feto de 12 semanas no podía sentir dolor y el mostrado en las escenas no tenía menos de 18; éste no podía gritar porque no tenía aire en los pulmones, y los movimientos rápidos eran normales y no una reacción ante la amenaza.
En la galería de fotos de la Asociación civil Defensoría de la Vida Humana se presentaban imágenes de fetos supuestamente abortados, en una de ellas podía leerse “Niña eliminada por decapitación. ¿Se respetaron sus derechos de mujer?” Esta asociación se preguntaba, también, en su página, “¿Conoce las similitudes que presenta la conducta de quienes actúan en una clínica dedicada a esta macabra tarea y la de quienes actuaron en un campo de exterminio?”.
Del otro lado, se diseñan redes de comunicación muy diferentes. Para no recurrir a las actuales, conocidas, mencionaremos una de 2004, en la cual la Red Informativa de Mujeres Argentinas gestó la Campaña Yo Aborté (con los antecedentes de una similar, hecha en Francia en 1973 con las firmas de 343 mujeres famosas, entre ellas Simone de Beauvoir). En esta campaña, se pintaban carteles y paredes con consignas que describían la suma de factores que rodean al aborto: “Educación sexual para decidir, anticoncepción para no abortar, aborto legal para no morir”, o “La mujer decide, la sociedad respeta, el Estado garantiza”, por ejemplo.
Lo que me interesa puntualizar aquí es que modos tan diferentes de comunicar ideas tienen, en líneas generales, públicos receptivos diferentes. La visión de un feto con sangre en un tarro de basura es impactante para todos. Creo que la diferencia radica en quien se queda con esa imagen como principio y fin del asunto, y quien puede sobreponerse a ese impacto e intenta informarse, leer diferentes propuestas, y en definitiva pensar una posición, que puede ser cualquiera de las dos en pugna. Pero sin hacer base solamente en los fetos gritando.
