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LITERATURA, LA HORA DEL CUENTO: DIA DEL PADRE. PAPÁ Y VALORES

PAPÁ Y VALORES

por Rodolfo Oscar Negri   –

 

Creo que si alguien quiere intelectualizar los legados, las enseñanzas, los mensajes, que quedan de generación en generación en una familia; no siempre tiene una tarea sencilla.

Nadie (o pocos) se acuerda de los discursos o de las palabras de quienes fueron sus mayores o formadores, mas allá de alguna referencia especial.

Nadie (o pocos) pueden decir puntualizando: que es lo que le enseñaron sus padres (o quienes se encargaron de su educación), ejemplificando: recibí claramente esto o me quedó, sin lugar a dudas, aquello.

Quizás lo que mejor permita acercarse a ese objetivo, sean los recuerdos o anécdotas. Algunas aleccionadoras, otras graciosas, tal vez algunas originales, las menos tristes, pero que –no siempre- esos testimonios de vida se permiten traducir en conceptos concretos. Una enseñanza clara como tal.

No es mi caso. Si bien en la casita de mi La Plata natal, en la calle 48, donde crecí allá a comienzos de los años 60, la que parecía llevar la voz cantante (y por cierto que cantaba muy bien) era Mamá; de quien recibí mas claramente mensajes, fue de Papá.

Tal vez por su propia sencillez. Siempre ubicado en un buscado segundo plano.

Sin embargo dejó la marca de lo que para él eran los principios rectores de una buena vida. No de una buena vida en cuanto a pasarla cómodamente (¡justamente nosotros que vivíamos bastante apretados económicamente hablando!), sino de hacer las cosas que a uno le gustan –dentro de las posibilidades-, en busca de encontrar momentos de felicidad o al menos momentos gratos. Y creo que, tanto Carlitos (mi hermano), como yo –sin que sea nuestra intención o nuestro propósito- recogimos ese testimonio. Tal vez no sea cuestión de decisión, quizás sea inconciente o tal vez genético. Quizás un sello o un distintivo de la familia.

Si quiero hacer un listado, es taxativo y no necesito pensarlo demasiado.

Cinco cosas rescato muy, pero muy claramente, de su herencia: Honestidad, Responsabilidad, Orden[1], Familia y Lealtad.

Papá era un hombre fundamentalmente bueno, con una bolsa enorme de amor por los chicos. No solo sus hijos, nosotros, sino por todos los chicos.

Cada tanto, Mamá hacía –en la cocina de la casita de la calle 48- caramelos caseros. De maní, de chocolate… desparramaba el preparado caliente en la mesada enmantecada de la cocina, cortaba los caramelos, los dejaba enfriar y Carlitos y yo los envolvíamos prolijamente  en papel celofán que habíamos cortado previamente para eso. Cuando Papá volvía de trabajar, llegaba con los bolsillos llenos de esos caramelos, que repartía entre los chicos del barrio. Esta llegada diaria, era una fiesta y a Papá esa “tarea” extra lo hacía inmensamente feliz.

Si hay una cosa que lamento es que no haya podido ver el crecimiento de sus nietos… Si bien no fue una decisión querida, le robamos esa posibilidad.

También tenía una confianza ciega en nosotros –sus hijos- (que a veces, por lo menos a mí, me daba un poco de temor porque era una prueba permanente).

Los varones de la familia nos vestíamos en una famosa tienda y sastrería que se llamaba El Siglo y que estaba ubicada en pleno centro de la ciudad: 7 y 54. Justo enfrente de la parada del tranvía 25. Como los recursos eran escasos, y como casi toda inversión, a la ropa la comprábamos mediante un crédito que renovábamos permanentemente. A los 12 años, Papá ya me mandaba a renovarlo. Como estaba lejos, me había enseñado a hacer su firma. Consciente de que era un chico, retiraba los papeles del mostrador, salía a la calle (simulando volver a casa para que firme Papá) y los firmaba sentado en las mismas vidrieras del Siglo. Tan metida en mí está su firma, que aún hoy, en mi actual firma, conservo el dibujo del “Negri” que repito de la misma manera en que él me enseño.

Para él era muy clara la diferencia entre lo que estaba bien y lo que estaba mal. A pesar de haber cursado solo hasta el segundo grado de la escuela primaria, no necesitó libros para aprenderlo. En la lógica de la calle, de aquella ciudad de La Plata de principios del siglo pasado. Allí lo aprendió.

Así nos lo trasmitió. No hablando. Con su ejemplo de vida. Todos los días y en cada acto de su vida.

Hoy, a pesar de que hace tantos años de su  partida;  todavía lo extraño.

 

Rodolfo Oscar. Negri – abril de 2009

Este relato está incluído en el material del libro “Diez pasos de pantalones Cortos” de Rodolfo Oscar Negri, editado por ControlPrint en marzo de 2010.

[1] “Un lugar para cada cosa, y cada cosa en su lugar”

Esta nota fue publicada por la revista La Ciudad el 9/6/2023

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