EL DIALOGO (1)
por Rodolfo Oscar Negri –
El día había sido duro. En primavera a las siete de la tarde todavía no empieza a esconderse el sol y el regreso de la oficina lo hacía caminando. Normalmente ese recorrido se transforma en un paseo. Lo disfrutaba, porque el cruzar la Plaza Ramírez, con sus rosales que comienzan a reventar de pimpollos, son como una caricia para el alma y siempre lo revitalizaban; pero esta vez no alcanzaron a levantar su ánimo. El estrés y el cansancio le decían que no podía más. Volvía a su casa destruido. La oficina se estiraba cuando las necesidades y las aspiraciones arreciaban. Al horario normal se le sumaban horas extras que permitían no solo sobrevivir dignamente, sino –incluso- ir progresando un poco, para darle respuesta a las “necesidades” de consumo de la familia y algunos pequeños gustos. El sacrificio –pensaba- valía la pena. ¿Se puede vivir de otra manera? Se preguntó tantas veces.
Llegó a su casa y cuando todavía no había terminado de cerrar la puerta de calle con llave (ahora ya no se puede dejar abierto), ella vino a su encuentro.
- Por fin llegaste… tardaste como quince minutos más que de costumbre.
- Si, hoy…
- No sabés lo que fue el día para mí. Mas allá del trabajo de la casa fui a la verdulería ¿vos sabes cuánto cuestan los zapallitos? Y dicen que son de la quinta propia, salvo que los rieguen con champan francés, no veo porque son tan caros; pero claro, vos tenías ganas de comer tortilla de zapallitos…
- Pero no, cualquiera…
- No, si vos te deslomas trabajando y queres comer zapallitos, ¿Qué es lo que yo tengo que hacerte? Tortilla de zapallitos… ¿O te crees que no me doy cuenta? Encima tener que soportar todos los chismes de la verdulera. Esa chirusa barata es insoportable. Se sabe todo lo que pasa en cada una de las casas del barrio y lo distribuye sin el más mínimo pudor… es una chusma inaguantable, pero hay que soportar todos sus relatos… bien hace su marido en meterle los cuernos con la mujer del carnicero. Siempre me pregunto qué dirá de nosotros, porque seguro tema para sacarnos el cuero tendrá y si no lo tiene, inventa. A propósito ¿sabes que dice de los Fernández?… y no sabes lo que comentó de la mosquita muerta que alquiló la casa de la esquina… parece que es…
Mientras decía esto, él acomodaba una silla se sentaba en la mesa y encendía el televisor.
- A no… recién venís y no hemos estado en todo el día juntos y te querés enchufar con esa porquería, no señor, (mientras decía esto, apagaba el aparato)… no te lo voy a permitir…
- Solo quería enterarme…
- ¿Enterarte de todos los desastres que anuncian por televisión? ¿te querés enterar de lo que les pasa a los porteños y no de lo que sucede en tu propia casa? Si eso es una porquería que solo riega todo de desánimo. Es una mala noticia tras otra y otra y otra, una y otra vez. En algunas oportunidades, ni siquiera son noticias diferentes, es la misma que la repiten mil veces. Te taladran el cerebro. No señor, vamos a charlar de nuestras cosas.
- Bue…
- Te comentaba que no sabes la mañana que pase. Cuando me bañé vi que todavía no arreglaste la canilla del baño ¿Cuándo lo vas a hacer? Claro, si fuera alguna pavada que te pedía TU nena hubiera estado hecha en el acto, pero no, es una cosa de la casa que te pido yo y entonces va al final de la cola de espera… y a propósito de TU nena, tenés que hablar con ella. No sabes la nota que trajo hoy en la carpeta. Encima anda con una facha que se asemeja más a una loca de cabaret que a una estudiante secundaria. Es hora de que comiences a ponerle los límites que nunca le pusiste. Castigala. Retala. Ponela en penitencia. ¿para qué sos el hombre de la casa? ¿no es eso lo que hace el padre? No, claro, te da un par de besos en la mejilla, vos te ablandas y todo queda en la nada, como siempre. Esta gurisa no tiene padre o por lo menos un padre que se porte como tal. Así le va a ir en la vida…
- Pero…
- Pero nada, además -te cuento- que el lavarropas anda mal, así que tenés que llamar al técnico para que lo arregle y mientras no lo hagas no habrá ropa limpia para nadie. ¿compraste las lamparitas para el zaguán? ¿A que no? Claro, te olvidas de todo lo que tenga que ver con la casa. Después viene la nena con el delincuente en potencia que le arrastra el ala y le hace de todo aprovechando que está totalmente a oscuras. Va a terminar embarazada y vos, no te hagas el boludo y mirés para otro lado cuando te digo estas cosas, porque vos y solo vos, vas a tener la culpa. Ni para cuidarla tenés consideración…
- Mañana veré…
- Claro, mañana, y mañana será otra vez mañana y así sucesivamente. Hablemos claro, vos te vas, salís de la casa y me dejas prisionera en estas cuatro paredes que se están viniendo abajo. La única ventana que tengo al exterior es el teléfono. Creo que Dios lo inventó para estos casos y darme el único escape que tengo. Te cuento, hoy hablé con mi amiga Elba, con Mariana, con Silvia, con Mamá y con el primo Eduardo… ¿a no te interesa? parece que mi vida no te importa… claro, vos te vas y la pasas bien afuera y lo demás que se pudra todo… el señor hace su buena vida y que lo demás reviente…
- Pero no, querida…
- ¿querida? ¿me llamas “querida”? ¿Cómo te atrevés? sos un hipócrita, si me quisieras aunque sea solo un poco apenas, no actuarías así. Por ejemplo ¿te diste cuenta que me corte el pelo? ¿te diste cuenta que me puse otro color? Nooooo… que te vas a dar cuenta, si vos mirás, pero jamás ves. No te pido cariño, ni siquiera afecto, solo merezco un poco de respeto, porque trabajo como una loca y enfrento todas las cosas de la casa sola, mientras vos vas de un lado a otro, te ves con otras personas, conversas con gente y te la pasas disfrutando de primera, afuera de la casa…
- Te juro que…
- No jures, no la embarres más todavía sacrílego, ¡lo único que falta es que jures en vano y ofendas al Señor! Tu desinterés ya no me importa, solo te pido consideración, piedad y respeto… el día que me entere que mirás a otra, te mato.
En ese momento sonó el teléfono ella fue hacia el aparato y respondió rápidamente.
- Aló… ¡Hola Marta! ¿Como te va querida? Pero Marta, estas llorando ¿Qué te pasa? ¿Qué te peleaste con José? No amiga, no te desesperes, todo tiene solución, no llores más. Ajá ¿es eso lo que pasó? Te entiendo querida, no sabes cómo ¿sabes lo que tenes que hacer? Charlar y ponerte en el lugar del otro para poder comprenderlo, para entender mejor lo que le pasa… tal vez José este muy cansado porque su trabajo es muy estresante, tenele paciencia al pobre muchacho, si sabes lo que te quiere… escuchalo, si el Señor nos dió dos oídos y una boca, es justamente para que escuchemos mas y hablemos menos; pero –sobre todo- te lo voy a decir porque es el secreto para mantener una buena relación y yo le he aprendido en años de matrimonio y lo practico todos los días y a cada momento: no pierdas la capacidad de prestarle atención, de escucharlo y hablar, no pierdas el diálogo y verás que la felicidad vuelve a tu casa. Martita -no lo olvides nunca- la clave de un buen matrimonio, de una buena pareja y de una buena vida: es el DIÁ-LO-GO.
(1) Esta cuento está incluído en el libro “Historias de la Rys y otros cuentitos” de Rodolfo Oscar Negri, editado por Editorial UCU en diciembre de 2014 y vuelto a editar en diciembre de 2020.
Esta nota fue publicada por la revista La Ciudad el 10/7/2022