Para Fernanda Parborell (52), el laboratorio del Instituto de Biología y Medicina Experimental (IBYME-CONICET), en el barrio porteño de Belgrano, es su segundo hogar. Hace más de 25 años que trabaja en este instituto de referencia, fundado en 1944 por el premio Nobel Bernardo Houssay. Y últimamente se acostumbró a ir en bicicleta, sobre todo, a partir de las restricciones para el transporte público por la pandemia de Covid-19.
Oriunda de Ramos Mejía, al oeste del conurbano, Fernanda estudió Ciencias Biológicas en la Universidad de Buenos Aires y al cursar Biología Molecular con Alberto Kornblihtt, decidió orientarse a esa especialidad.
La elección de la fertilidad femenina como objeto de estudio se vincula a su propia experiencia personal. Es mamá de tres varones de 23, 18 y 13 años y tuvo que recurrir a tratamientos de fecundación asistida.
Hoy dirige el laboratorio de de Estudios de la Fisiopatología del Ovario en el IBYME. Allí recibe a Télam-Confiar, junto a dos jóvenes becarias: la bióloga Candela Velázquez y la genetista Yamila Herrero, parte del equipo de seis personas que la acompañan en sus investigaciones.
A comienzos de 2020, Fernanda y su grupo estaban abocadas al estudio de la falla ovárica prematura (FOP) inducida por la quimioterapia y la radioterapia en pacientes con cáncer. La irrupción de la pandemia los obligó a suspender esa línea de investigación. Pero rápidamente reorientaron sus esfuerzos hacia una pregunta que por entonces pocos se hacían: ¿qué consecuencias podría tener la infección con el nuevo virus en la fertilidad?
Sobre este trabajo, y sobre la importancia de incorporar una visión de género a la ciencia, la bióloga e investigadora dialogó con Télam-Confiar.
¿Qué hechos definieron tu vocación por la Biología?
No vengo de una familia con tradición científica. Mi mamá era docente y mi viejo ingeniero Naval. Pero ellos me regalaron mi primer microscopio con el que descubrí por primera vez que había un mundo invisible a mis ojos. Después me fasciné con (el oceanógrafo y documentalista) Jacques Cousteau y quise ser bióloga marina. Y por suerte tuve buenos profesores de Ciencia y Biología en el secundario. Ya en la facultad (de Ciencias Exactas, en la UBA), tuve el honor de cursar Biología Molecular con Alberto Kornblihtt. Él me transmitió a mí y a muchos, la pasión por la ciencia
A comienzos de este año publicaste junto a tu equipo un trabajo sobre los efectos de Covid en la fertilidad femenina, ¿Cómo se llevó adelante y cuáles fueron los principales hallazgos?
Empezamos ese estudio en mayo de 2020. Queríamos evaluar las secuelas de Covid en la fertilidad femenina. No accedimos a fondos públicos en ese momento porque estaban destinados a temas considerados más urgentes. Entonces buscamos fondos internacionales. La farmacéutica Ferring estaba haciendo una convocatoria y presentamos un proyecto, previo acordar con el equipo si querían venir a trabajar en plena pandemia.
Trabajamos trece personas, entre médicos, biólogos e investigadores, e hicimos un acuerdo con cuatro clínicas de medicina reproductiva que nos proveían el líquido folicular que acompaña al ovocito. Ellos lo descartan pero es una gran fuente de información. Tomamos muestras de líquidos foliculares de pacientes recuperadas y sanas para medír la presencia de anticuerpos IgG contra el nuevo virus. Así observamos que quienes tenían niveles más altos de anticuerpos presentaban un menor número de ovocitos maduros. También detectamos menores niveles de un factor que es esencial para el crecimiento de vasos sanguíneos en el ovario. Eso nos indica que la infección por SARS-CoV-2 afecta negativamente la función ovárica.
¿La infección por Covid entonces puede llevar a la infertilidad?
No es que provoca esterilidad. Lo que estamos viendo es una disminución de la función ovárica y creemos que es transitoria. Esto es relevante para quienes están buscando un embarazo. Tal vez deban esperar unos meses. Estamos continuando los estudios, con pacientes que llevan entre 9 y 18 meses de recuperadas y no vemos cambios. Pero sí observamos una recuperación del ovario pasado el año y medio desde la infección.
¿También investigaron los efectos de las vacunas sobre la fertilidad femenina? ¿Qué hallaron en estos casos?
Estudiamos a pacientes con dos dosis de las vacunas disponibles hasta el momento: la Sputnik y Astrazeneca, basadas en plataformas de adenovirus, y las comparamos con pacientes que habían recibido Sinopharm, que es el virus entero inactivado; y con pacientes -mejor dicho con los líquidos foliculares- de pacientes no vacunadas . Lo que vimos es que no había diferencias en su función ovárica. O sea que la vacunación no interfiere en las funciones del ovario o la fertilidad.
¿Y qué pasa con las vacunas más modernas, las de ARN mensajero?
Con esas no pudimos investigar porque llegaron más tarde al país. Pero sí hay un estudio muy grande en Israel, que vacunó a toda su población con Pfizer, y no encontraron secuelas en la función del ovario. Nuestro mensaje es que hay que vacunarse. Todas las vacunas son seguras.
Pasión y vocación
Una de las cosas que más rescata Fernanda de su profesión es que le permitió combinar su vocación científica con la maternidad. “Siempre quise ser mamá y nunca lo pensé como un obstáculo para dedicarme a la ciencia. Es más, puse esto en mi carta para ingresar como investigadora al Conicet, junto con mis antecedentes académicos”, cuenta.
A lo largo de su carrera, Fernanda tuvo momentos gloriosos, como cada vez que sus trabajos fueron publicados y obtuvieron reconocimiento internacional, o cuando fue elegida como una de las 25 mujeres más relevantes en Ciencia latinoamericana, por la compañía de innovación 3M. También momentos risueños, como cuando la llamaron del colegio a pedirle un presupuesto por control de plagas, porque su hijo había dicho que “mamá se dedica a inyectar ratones”. Y momentos dolorosos como cuando, apenas declarada la pandemia, tuvo que sacrificar sus animales de laboratorio porque no estaba permitido ir a alimentarlos. “Esto es algo de lo que poco se habla, y que no puede volver a pasar. La pandemia nos tomó poco preparados, no sólo aquí sino en todo el mundo, y se cometieron muchos errores. Aunque también fue destacable la capacidad y rapidez con que el sistema científico se abocó a trabajar e investigar en torno al nuevo virus”, destaca.
¿En algún momento te sentiste discriminada por ser mujer en tu carrera científica?
No es algo que yo haya vivido en lo personal. Al menos en el IBYME, hay un ambiente de inclusión y compañerismo, y no sólo entre los científicos, sino con todo el personal. La gente de mantenimiento, de limpieza… sin ellos no podríamos investigar. Lo bueno es respetar la diversidad de género, de religión, de ideas, de capacidades. Así como los varones son más prácticos, las mujeres somos multitasking… y esta multitarea de ser mamá, investigadora, líder de equipo, a veces es agobiante pero te permite una visión más amplia a la hora de encarar los desafíos y problemas.
¿Qué le dirías a alguien que está indeciso sobre seguir una carrera científica?
En la vida hay que hacer lo que te gusta, y hacerlo con pasión. Es lo que le digo a mis hijos también. Sino, serás una persona frustrada por más que ganes dinero.
Fuente: Télam