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La propina, su origen racista y su historia en la Argentina

propinas frasco con monedas jul 2018Los dichos de la diputada Elisa Carrió han despertado un sinfín de críticas. Su aporte para esquivar la crisis económica, estaría ligado a reactivar el circuito de las “propinas”. Pero ¿Cuál es el origen de las mismas?

Revisando la historia, encontramos que muchos anclan su aparición en el siglo XVII en Inglaterra. Allí los dueños de los bares ponían una lata en el mostrador para que las personas dejaran unas monedas por el servicio de los empleados del lugar.

Cabe destacar que resultaría muy difícil saber con exactitud en dónde se inició la misma, pero de lo que estamos seguros, es que en los Estados Unidos tiene un claro origen racista. En este país del norte de América, dejar entre un 15 y un 25% en los restaurantes, nada tiene que ver con una acción caritativa, pero si con un deber, ya que es la única forma de que el trabajador pueda redondear un salario que le escape a la línea de pobreza.

Escudriñando encontramos que dar propina se consideraba una costumbre antidemocrática y poco americana, hasta que empezó a extenderse entre los ricos de Estados Unidos tras la Guerra de Secesión, a mediados del siglo XIX.

La propina fue instituida por las clases altas europeas, las aristocráticas, y la misma se fue convirtiendo en un hábito popular para aquellas familias americanas poderosas. Los esclavos recién liberados llegaban a las ciudades en búsqueda de trabajo, pero sólo encontrarían lo que aquí conocemos como “trabajo informal”. Es por ello que la gran mayoría resistiría a duras penas los embates de la diferencia racial, con el rebusque de mesero de restaurante.

Distintas investigaciones pudieron revelar cómo los propietarios de esos lugares comerciales, embaucaban a los “negros” con las propinas para eludir de esa manera, al pago de un salario digno. Una historia que ha atravesado siglos para seguir mostrando el látigo de la precariedad y explotación humana hasta estos días.

Claro está, que para que los patrones puedan llevar a cabo tamaña obra deleznable, necesitaban de aquellos que consideraban normal otorgarle propina a los que consideraban de una raza y clase social inferior. Para la alta alcurnia, resultaba un ejercicio nada espinoso darle monedas a las personas de tés oscura, un alivio, ya que de tener una persona blanca enfrente la situación podría haber resultado más embarazosa.

Para  1880 los trabajadores negros representaban casi la mitad de la industria hotelera; con el tiempo las propinas se convirtieron en una norma. En 1939  el Congreso de Estados Unidos aprobó la primera ley de salario mínimo, que permitía a los estados establecer un sueldo más bajo para los trabajadores que recibieran propinas.

Si bien el derrotero histórico de la “propina” nos muestra un origen escabroso y repudiable, poco ha cambiado en los Estados Unidos y en gran parte de América. Los padres de la “libertad” siguen sin reconocerles un SMLV (Salario Mínimo Legal Vigente) a aquellos que pasan gran parte de sus vidas sirviendo las mesas de aquellos que disfrutan del ocio.

El racismo y la xenofobia, esta última potenciada con la llegada de Trump, permanecen como dolorosos estigmas en la piel de afroamericanos y latinos. Los “negros” llevan a su hogar un 50% menos de propina que sus compañeros blancos, el origen racista aún sigue mostrando sus dientes, ese que Robert Lee, el general confederado del sur esclavista, defendería sin escatimar sangre.

La propina en la Argentina

La señora Elisa Carrió, rotunda ganadora hace apenas ocho meses de las elecciones legislativas porteñas, parece que se va quedando sin ideas. En otras épocas supo proponer reformas sociales profundas ante las crisis de acaparamiento de riquezas en pocas manos como la que estamos viviendo. Esta vez sorprendió, si eso aún es posible, pidiendo desde los estudios de TN, donde juega de local: “La primera recomendación que le hago a la clase media y media alta es: dé propinas”.

Etimológicamente del latín “propinare”, significa “dar de beber”. Una antigua costumbre con la que se recompensaban diferentes servicios y favores. Son varios los rubros laborales en los que existe la costumbre no escrita de dar propinas. Así lo testimonia la letra y el título que Francisco Lomuto le puso a un tango de Antonio Botta en 1934. Algunos de esos versos decían “Propina te sacan si un auto tomás/ y al tipo que lustra, propina le das/ Propina pa’l mozo que sirve el café,/ y al que te afeita, propina también./ Por peinarte a la gomina ¡propina!/ Al que en el cine te ilumina ¡propina!/ Si comés en la cantina, ¡propina!/ Si tenés auto, la cosa es peor,/ con esa hipoteca que es el cuidador”, y remataba: “Si vas a una casa donde hay un ascensor,/ por diez de propina te llaman Doctor”. Muy arraigada entre nosotros, dio también para el humor; Florencio Escardó (1904-1992), reconocido médico pediatra y escritor, que firmaba sus humoradas con el seudónimo de Piolín de Macramé, aportó lo suyo con esta rotunda definición: “La propina es un seguro profiláctico contra el insulto”.

El tema es que algunos patrones avivados tendieron a pagar bajos salarios a sabiendas de que sus trabajadores percibían propinas. Esto dio lugar a un conflicto, sobre todo con el gremio gastronómico, respecto a si las propinas eran o no consideras como retribuciones salariales. Es evidente que en los trabajos en los que la propina implica una parte considerable de la retribución salarial los abusos están a la orden del día. No son tenidos en cuenta en el aguinaldo, no se pagan con las vacaciones, no se cobran en casos de licencia médica, etc.

Perón y el fin de la propina

Fue en medio de este debate que el gobierno peronista, en 1946, decretó la ley 4148 de la República Argentina, ratificado por la ley 12.921 en el Congreso Nacional que prohibió la percepción de propinas por parte del personal gastronómico. En su lugar surgió otra figura, denominada “laudo gastronómico”, donde se estableció la formación de un fondo común, obtenido de un porcentaje, que cada empresa preestablecía, que se agregaba a la consumición del cliente, y que luego se distribuía entre el personal de acuerdo a puntos que eran asignados a cada categoría. El porcentaje fue desde un 10 por ciento a un 18 por ciento y lo recibieron todos los empleados, no solo los mozos. Implicó un aumento salarial y la intervención de los delegados gremiales en la información contable de los restaurantes.

La Dictadura y el retorno

Quienes se opusieron dijeron que eso desmotivó a los mozos a ofrecer una buena atención, sin duda valoraban una vieja versión del emprendedorismo que considera que no hay como un trabajador mal pagado luchando por una propina para tener a la clientela contenta. La ley 22.310, en 1980, durante la dictadura militar, derogó este decreto. Por lo tanto, otra vez la propina volvió a ser voluntaria en Argentina.

En septiembre de 2009, los senadores puntanos Adolfo Rodríguez Saá y Liliana Negre de Alonso propusieron una ley para que la propina del 10 por ciento de la consumición sea obligatoria. Claro que no faltaron las voces que pusieron el grito en el cielo, “la propina es libre”. El prudente silencio de Luis Barrionuevo, secretario general de los gastronómicos, tal vez se debió a que también es un importante propietario de restaurantes y se siente tironeado por dos lealtades, un mal muy de esta época.

Las estadísticas están diciendo que los argentinos han dejado de ir a comer afuera en un porcentaje cercano al 30 por ciento. Por lo que el llamado a dejar propinas tiene como destinatario a un público cada vez más restringido.

(fuente: Por Alejandro Maidana en http://www.conclusion.com.ar y Por Sergio Wischñevsky en https://www.pagina12.com.ar)

 

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