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“LA HISTORICA”

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Si, así le llaman a Concepción del Uruguay. Ese es su apodo. ¿De donde nace tal apelativo?

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Confieso que cuando comencé a redactar esta nota para dar respuesta a ese interrogante, empecé a enumerar uno tras otro los acontecimientos que fueron ocurriendo en sus calles a partir de aquel 25 de junio de 1783, cuando don Tomás de Rocamora oficialmente creó una villa reuniendo a pobladores dispersos, generando una milicia y dándole la organización para serlo.

El confeccionar una lista de hechos, acontecimientos y personajes, fue tomando una dimensión que no imaginé y antes de llegar a épocas de gran protagonismo, ya era tan larga que me obligó a desistir porque desvirtuaba cualquier artículo periodístico.

Entonces empecé a buscar otras posibilidades de abordaje. ¿Por qué una ciudad es cómo es?

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Existe una fórmula que es la que determina su idiosincrasia, es decir ese conjunto de rasgos y caracteres distintivos que definen a una comunidad. Básica y sintéticamente podría señalar que son las peculiaridades del terreno donde se levanta, el clima y –lo más importante- la composición étnica de la gente que la habita y sus raíces culturales. Este punto es esencial y dentro de la cultura tiene un peso especial la historia, la evolución que el grupo humano tuvo como colectivo en el transcurso del tiempo. Aquellos aconteceres que marcaron el rumbo desde donde se viene y que permiten vislumbrar hacia donde se va.
Pero vamos por parte. El Prof. Oscar Urquiza Almandoz describe de manera sencilla, pero brillante, esa propia forma de ser que le dio su perfil a nuestra sociedad desde su fundación (y me animo a decir, aún antes en los grupos familiares que habitaban esta zona). Dice “la familia fue la célula social, la base y fundamento de la incipiente comunidad uruguayense. Ella se asentó en dos pilares básicos: una fe religiosa profunda y el poder paterno que le imprimió un sello patriarcal”[1] .

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En ella ´”existieron valores éticos que es preciso remarcar. Fueron aquellos que moldearon las costumbres y signaron los rasgos y actitudes de la mayor parte de los habitantes de Concepción del Uruguay. La hospitalidad, nunca desmentida, ni por el rico, ni por el pobre. Aún en el rancho más humilde, en la villa o en la campaña, siempre hubo un rincón para cobijar cansancios y un pedazo de carne para restaurar fuerzas… El desinterés, evidenciado en el desapego por el lujo y las riquezas. La valentía, demostrada en decenas de entreveros. El amor a la tierra, tal vez heredado del espíritu hispano, que engendró una especie de autonomismo… y la falta de una autoridad superior que unificara estructuralmente la villa con el resto de Entre Ríos”[2]. A todo eso sumamos que el peón “comúnmente mestizo o mulato, trabajaba casi con exclusividad en tareas ganaderas, puesto que detestaba la labor agrícola. El caballo, el lazo, el cuchillo y las boleadoras, eran sus inseparables compañeros.”[3]

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De este texto vale remarcar algunos conceptos que nos interesan particularmente: “paternalismo”, “hospitalidad”, “austeridad”, “valentía”, “amor a la tierra”, “autonomismo” y la libertad nacida del hecho de la falta de una autoridad superior presente. Ellos dan –a mi juicio- la explicación más cabal de lo que serán las bases de lo que constituyó parte de valor que marcaría de manera profunda a toda una población, a través de hombres y mujeres que supieron trascender e incluso señalaran un ideario para toda la nación: el de Federación y Libertad; y su clara consecuencia: oponerse a toda forma de autoritarismo y sometimiento, con audacia, valentía y coraje.

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plaza ramírez concepción del uruguay

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Allí está la génesis de acontecimientos que fueron marcando un derrotero a lo largo del tiempo: El ser el primer cabildo que adhirió a la Junta de Gobierno nacida el 25 de mayo de 1810, el protagonismo de las milicias uruguayenses en la lucha que comienza por la independencia de estas tierras, la aparición (en realidad, desde Gualeguay, pero con similares perfiles) del primer caudillo tal como conocemos actualmente: Bartolomé Zapata.

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Allí está la explicación de hechos que dan peculiaridades propias al lugar: el protagonismo popular a las defensas a invasiones externas (españoles, portugueses, porteños), el heroísmo y bravura demostrada en esas luchas y otro cientos de entreveros, el hecho de ser la primera capital -10 de setiembre de 1814- de la también recién creada provincia de Entre Rios… y lo natural que significa la adhesión a los principios de José Gervasio Artigas, que coincidían plenamente con el sentimiento cultural de nuestros paisanos.

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A nadie puede sorprender entonces que el destino original que el Protector de los Pueblos Libres escogiera para los orientales, después del éxodo, fuera a la vera del Arroyo de la China (la Junta porteña no lo permitió y terminaron en el Ayuí) o que Concepción del Uruguay sea la sede del histórico Congreso del Oriente, que declaró la primera independencia de Latinoamérica de toda metrópoli extranjera.

Es cierto que tuvo malos momentos, pero también otros que fueron maravillosos. Oportunidades únicas que le dieron un realce a la vida de sus habitantes y razón de ser a la propia existencia.

Por sus calles transitaron tanto héroes de pata al suelo, centauros de a caballo llevando tacuaras ornamentadas con banderola punzó y pluma de ñandú –símbolos históricos inclaudicables de Federación y Libertad- como intelectuales que le dieron soporte a esos esfuerzos y a esas luchas.

Por eso no es casualidad la aparición en su seno de caudillos, como Francisco “Pancho” Ramírez,  Ricardo López Jordán  o Justo José de Urquiza ni una mera coincidencia que gran parte de las decisiones sobre los destinos de la Nación Argentina, por aquellos años, pasaran por estas tierras.

Tampoco es casual el hablar de la presencia de Belgrano, Alvear, Balcarce, Mitre o Sarmiento. La presencia de la logia masónica mas antigua de la Argentina (la Jorge Washington) o el Colegio del Uruguay (escuela militar, estatal, laica y gratuita) donde se formaron hombres políticos destacados como Julio Argentino Roca, Victorino de la Plaza, Hortensio Quijano, Arturo Sampay, Arturo Frondizi o escritores y poetas excepcionales como Fray Mocho, Martiniano Leguizamón, Olegario V. Andrade, etc.  por nombrar algunos, ya que es odioso citar porque –sin duda- quedan personalidades trascendentes afuera de la enumeración.

No es una mera circunstancia que desde su plaza central, la histórica Francisco Ramírez, se realizara el Pronunciamiento de Urquiza o Pedro Aramburu anunciara la “anulación por  decreto” de la Constitución de 1949 en 1956 o que la Fragata Sarmiento eligiera el puerto de Concepción del Uruguay para hacer su último viaje de instrucción el 1/12/39 (hay una placa en el puerto), ni tampoco que el imponente Palacio San José fuera escenario de la jura de reforma Constitucional de 1994; y hasta podríamos incluir otros hechos como que aquí fue la última vez que  cantó Gardel en la Argentina o marcar que en estas tierras nacieron el maestro y defensor de los derechos humanos Alfredo Bravo o el luchador social Pocho Lepratti… Por eso y por mucho mas, que el espacio no nos permite desarrollar, es que recibe el apodo de “La Histórica”.

También le tocaron momentos de angustia y de sufrimiento –por ejemplo- cuando debió ser testigo sufriente de la cobarde agresión a la hermana Paysandú o el hecho de que le fuera arrebatada su condición de capital provincial. Muchos de los propios uruguayenses desconocen estos acontecimientos e incluso no se lo estudia en los planes escolares.

Concepción del Uruguay hizo historia. Peleó porfiadamente por sus ideales, pero a cien años de protagonismo, le siguieron cien años de castigo, porque fue derrotada y aún hoy continúa pagando el precio de su osadía por enfrentar a potencias extranjeras, poderes concentrados u oligarquías vernáculas. Sus hombres y su gente relegada. Su historia y tradición fue meticulosamente tergiversada, perdida u olvidada –arteramente- en sus razones y en su esencia.

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Ninguna actividad intelectual ha logrado mejor que la historia, dar conciencia de la propia identidad. Ella cumple, aun sin proponérselo, una doble función social; por un lado, favorece la cohesión en el interior del grupo, por el otro refuerza actitudes de defensa y de lucha frente a los grupos externos.

Por eso es fundamental divulgar,  hacer conocer y asumir todos estos hechos, tomando conciencia de lo que fueron capaces de hacer quienes nos precedieron.

Por eso el gran desafío que tiene Concepción del Uruguay es rescatar sus valores y recuperar  la mística y el protagonismo que jamás debió perder y que le dieron propiedad y sustancia al nombre  de “La Histórica”.  Esa es una deuda que sus habitantes de hoy tenemos pendiente.

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