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La cultura del pensamiento en los estudiantes ¿Les enseñamos qué pensar o les enseñamos a pensar? Parte 2

Por la Esp. Prof. Marina Isabel Pagani Dupont  –

Robert Ennis manifiesta que “el pensamiento crítico es un pensamiento fundamentalmente razonable ; no es un pensamiento fortuito o arbitrario. Por lo contrario, constituye un proceso cognitivo complejo de pensamiento que reconoce el predominio de la razón sobre las otras
dimensiones del pensamiento”

El qué enseñar a pensar, el para qué enseñar a pensar o simplemente el
enseñar a pensar son afirmaciones de algunas décadas pero sin acertadas
respuestas.

Seguimos pensando y escribiendo o reescribiendo para un contexto social
que presenta cada vez más experiencias diarias tecnológicas de la vida
misma. Algunos estudiantes forman parte de ese diario vivir en sus casas
o en la escuela, otros no y por distintas circunstancias y variables a
analizar próximamente.

En aulas sanas pensar no es complicado. En las aulas sanas no convive el
medio, la amenaza o la descalificación. Imaginen que como docente llego
a mi trabajo y me esperan gritos, colegas nerviosos con sus problemáticas
particulares, directivos incapaces de gestionar los conflictos. Todo es caos
al comenzar un día. Me siento desmotivada y ya cansada.

Al estudiante le sucede lo mismo, necesita de adultos con equilibrio
emocional para sentirse parte del espacio de aprendizaje sano. Aprender
requiere de un entorno sano, equilibrado y hasta podemos decir que sea
un lugar que brinde una felicidad momentánea.

Vuelvo a la enunciación del título, ¿somos docentes proclives a tener
estados emocionales equilibrados que promuevan el desarrollo del
máximo potencial de los alumnos?

Las escuelas aunque no se encuentren en buenas condiciones edilicias
siguen siendo el espacio para nosotros y para ellos- los estudiantes-,
somos una masa intrincada de cerebro, corazón y emociones.

Una excelente estructura física de una escuela no nos garantiza ser el
mejor lugar de formación y de aprendizaje para nuestros estudiantes.

Para que este hecho tan simple pero tan trascendente ocurra necesitamos
tener un grado de compromiso e involucramiento muy especial.
¿por qué no empezar a debatir responsabilidades, obligaciones y derechos
tanto de los docentes como de los estudiantes?
¿por qué no hablar del respeto entre pares, ya sean docentes, directivos y
entre pares estudiantes?
¿por qué no explicar que somos todos diferentes para aprender a pensar?
¿por qué no explicarles que el docente quiere facilitar la tarea de
aprendizaje y espera obtener lo mejor de ellos intentando siempre levantar
la vara reconociendo logros y darles el permiso a equivocarse?
¿por qué no pensar en hablar de valores1 en el aula como el respeto y la
dignidad de una persona con ejemplos claros y sencillos?

¿por qué no ofrecer estrategias pedagógicas significativas conectando con
los alumnos y trabajando en la retroalimentación para que observen que
ser persistentes en algo lleva a la concreción de un objetivo. El “no me atienden”, el “no me prestan atención” ¿no será producto de mi
falta de conexión, vínculo o empatía con ellos?

Para comenzar a enseñar a pensar hay que trabajar conceptos y palabras
claves tales como identidad del grupo, reglas y procedimientos del aula,
respeto y confianza entre pares, espacio sin críticas pero sí con
observaciones positivas con intervenciones diarias mirando el proceso no
los resultados.

Para que esto suceda debemos seguir preguntándonos:
¿los estudiantes siempre comprenden lo que explico o indico?
¿me ejercito a diario para tener una voz con varios tonos, suaves y
elevados para que la atención no decaiga?

Nuestro cerebro es una red de conexiones que si lo ejercitamos nos
permite analizar, observar, inferir, predecir para llegar al pensamiento
crítico. Son habilidades de orden superior, éstas fortalecen las redes
neuronales promoviendo el verdadero aprendizaje significativo.

Por ejemplo; los docentes les pedimos que completen actividades…¿qué
empresa pediría a un empleado que complete una actividad o una
secuencia o con una sola palabra? Es un absurdo.

Recordemos que el estudiante es el centro y objeto de nuestros desvelos
por lo tanto debemos hacerles recorrer la ruta de las habilidades superiores
y poder descubrir dimensiones que eran impensadas años anteriores.

El juego desarrolla el saber, el resumir, el comprender, el evaluar, el aplicar
y el analizar. Juguemos con el pensamiento memorístico, el pensamiento
estratégico, el pensamiento de procesamiento y el pensamiento extendido.

Esta propuesta consiste en un menú con variedad de propuestas nutritivas
que le permitirán al estudiante fortalecer el pensamiento y el juicio crítico.

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