El 24 de marzo de 1976 un golpe de Estado cívico-militar derrocó al gobierno constitucional de la presidenta María Estela Martínez de Perón e instauró una dictadura que gobernó la Argentina entre 1976 y 1983 a través de una Junta Militar encabezada por los comandantes de las tres Fuerzas Armadas: Jorge Rafael Videla (Ejército), Emilio Eduardo Massera (Armada) y Orlando Ramón Agosti (Fuerza Aérea).
Se autodenominó “Proceso de Reorganización Nacional” y es por eso que suele ser referida simplemente como «el Proceso».
El general Jorge Rafael Videla, nombrado presidente, declaró clausurado un ciclo histórico.
Acto seguido nombró ministro de Economía a Martínez de Hoz. Sin embargo el ciclo que Martínez de Hoz representaba ya había sido clausurado, por la realidad y no por decreto, hacía ya más de 40 años.
La junta militar, contra todas las fuerzas sociales vivientes de la Argentina moderna, se propuso retroceder el reloj de la historia casi medio siglo.
En Entre Ríos también fueron desplazadas las autoridades constitucionales y asumió, el 25, en carácter de “interventor militar”, el general Juan Carlos Trimarco.
Para este grupo de militares que se apropió del poder “de facto”, el general Mosconi, el general Savio y el general Perón no formaban parte de la tradición del ejército argentino del siglo XX, y pretendieron borrarlos de la memoria popular.
En realidad se trataba de la puja histórica entre los dos ejércitos que se sucedían históricamente, uno avanzando hacia el porvenir de una nación independiente y soberana y otro desandando el camino hacia el pasado dependiente y oprobioso.
En 1945 el frente nacional planteó la disyuntiva fue Braden o Perón y triunfó.
En el 55 fue derrotado por la patota armada. En 1973 volvió a triunfar y en 1976 se abría efectivamente un nuevo ciclo en el que ambas fuerzas están presentes y bajo nuevas formas definían el resultado. Otra vez el poder de las botas aplastaba al poder de los votos.
Este nuevo ciclo signado por la persecución y represión indiscriminada de todas las expresiones políticas, sindicales y sociales consideradas “subversivas” contra la “pax imperial” se complementó con la entrega de la economía a grupos monopólicos, la destrucción del estado y el desguace de la industria nacional.
En 1983, con la restauración democrática, formalmente terminaba el ciclo, pero el daño provocado no podría ser reparado rápidamente.
La ola de destrucción continuaría salpicando la infraestructura económica y social del país y cada tanto se renueva aunque las botas estén bien guardadas.
(Fuente: muro de Facebook de Rubén Bourlot)
Imagen: La portada del desaparecido diario El Día de Paraná, del 25 de marzo de 1976