por Estefanía Jaen Frank –
La Biblioteca Popular El Porvenir además de un deleite para los ojos es testigo y partícipe de la génesis y de la conformación de Concepción del Uruguay. Posee un patrimonio bibliográfico muy importante, un salón de exposiciones, una sala de conciertos y una vida social incesante, lo que la convierte en una institución magnífica. Con 150 años de vigencia, es uno de símbolos culturales de la ciudad.
No es habitual que una institución cultural alcance el 150º aniversario y se siga proponiendo metas, inserta en una comunidad exigente. Es el caso de la Biblioteca Popular de Concepción del Uruguay.
Instalada en calle San Martín 782, posicionada entre dos edificios linderos con características similares, ofrece un mundo verbal, paralingüístico diferente al inscripto en la urbe.
Puertas adentro, las historias de la génesis uruguayense y de nuestros días están encuadernadas y colocadas estratégicamente en diversos sectores del área literaria. Y desde ese centro imaginario se despliegan vastas galaxias de las temáticas y autores más variados, muchos de ellos locales.
La fundación de la biblioteca data de 1872, nacida de la preocupación vecinal por la falta de libros para el estudiantado del Colegio del Uruguay. Sin embargo, la puesta en funcionamiento del actual edificio se produjo recién en 1914. Sí, la Biblioteca Popular El Porvenir fue una institución errante que conoció distintos hogares y terrenos hasta su establecimiento definitivo.
Hoy, como en tantos otros casos, se apoya en sus asociados y colaboradores para sostener una estructura ciertamente demandante.
La prestigiosa institución busca altura en pleno casco céntrico. Además, está a pocos metros de las instalaciones municipales, de la plaza General Francisco Ramírez y en cercanía a tres grandes casas de estudio: al Colegio del Uruguay, a la Escuela Normal Mariano Moreno y a la Escuela Técnica Ana Urquiza de Victorica. Por compartir vecindario con edificios reconocidos del microcentro uruguayense, para llegar a la Basílica de la Inmaculada Concepción, empero, no hace falta siquiera mudarse de vereda. La biblioteca nomenclada El Porvenir, también llamada La Buena Lectura, es vecina colindante con la eclesiástica.
La calma, un patrimonio
Inmersos en la vorágine citadina, cotidianamente los transeúntes recorren las cartografías uruguayenses con rapidez. Sin embargo, apenas se ingresa a las instalaciones de una biblioteca se encuentra quietud, silencio y solemnidad.
En El Porvenir todas aquellas características invaden nada más cruzar la puerta principal, de hierro negro tallado con oleadas multiformes y barrotes horizontales. El diseño circular presenta continuidad con las barandas de la escalera interior justo al lado de un ascensor de vacío, ambas vías de conexión entre la planta baja y la planta alta, donde funciona la biblioteca.
La puerta de ingreso a ella, compuesta por madera y vidrio, cruje ante la llegada de un lector o de un visitante. Inmediatamente se huele la madera y el papel. El mobiliario, el piso, las aberturas y las escaleras para alcanzar estanterías más altas son de madera de distintos colores. Dentro de la sala no se oye nada del mundo exterior, a pesar de que sus ventanas están de cara a una de las arterias más transitadas de la ciudad. Es cierto que a la hora en que la visitamos, probablemente se esté respetando el horario de la siesta pero nos aseguran que este aislamiento fenomenal es uno de los capitales del lugar y, por cierto, un elemento que al lector lo ayuda a transportarse allá donde la lectura lo quiera llevar.
Dentro de la biblioteca se disponen distintos muebles, cuyos vidrios están grabados con las iniciales BP. La distribución espacial está organizada por sectores, cuyos muebles llevan el nombre de diferentes autores: Jorge Luis Borges es uno de ellos.
Desde la puerta principal, el centro está ocupado por las mesas para consulta de material bibliográfico. Algunas están parcialmente ocupadas por libros de todo tipo y contenido. En una mesa más pequeña, una cuantiosa torre de libros está a la venta. En ambos extremos del salón hay dos escaleras con barandas de forma triangular, desde donde se puede acceder a los pasillos superiores, cuya geometría forma un rectángulo por sobre la sala de lectura.
El sonido de la apertura de las vitrinas no es molesto, por el contrario, hurgar en ella crea la sensación de un buen presagio. Tal vez sea por encontrar información desconocida sobre los orígenes de las instituciones locales actuales, sobre la distribución geográfica de la ciudad o la trayectoria de reconocidas personalidades.
La bibliografía más antigua que reposa en El Porvenir data de 1614 y de 1685, tituladas “Los Anales” de Cayo Cornelio Tácito—orador romano del siglo I, opositor de la monarquía— y “Las Ordenanzas del Perú” respectivamente. El acervo corresponde a una compra que el General Justo José de Urquiza obsequió a su colaborador Benjamín Victorica.
Si bien desde el centro del techo cuelga una lámpara araña, la iluminación artificial se disputa con la natural, ya que un amplio ventanal con postigos despeja el área de oscuridad.
Cualquier recorrido o narración posible no serían jamás suficientes para evocar aquel sentimiento de estar en un lugar. Depende de cada lectura y lector habitar una biblioteca, sobre todo popular.
Fuente: El Diario
