Un panorama agudo tanto del discurso capitalista que abordó Jacques Lacan como de los discursos de odio en este presente argentino.
El prestigioso psicoanalista y escritor argentino Jorge Alemán se exilió en España en 1976, en plena dictadura argentina, y cuando el país ibérico hacía poco que iniciaba una transición a la democracia, después de casi cuarenta años del régimen dictatorial de Francisco Franco, quien falleció el 20 de noviembre de 1975. Alemán tenía 25 años. Desde entonces, vive en Madrid. Autor de numerosos libros que dan cuenta de un pensamiento que une psicoanálisis, filosofía y política, así como de libros de poesía, durante la segunda mitad de los ‘70 formó parte de la avanzada del psicoanálisis lacaniano en España y es unos de los intelectuales más consultados. Pero nunca se olvidó de su tierra. Por eso, cuando se le consulta en qué medida su teoría puede explicar lo que está viviendo la sociedad argentina, Alemán es capaz de trazar un agudo y lúcido panorama tanto del discurso capitalista que abordó Jacques Lacan, como de los discursos del odio en este presente argentino.
–¿En qué aspectos se cumplen las características del discurso capitalista del que hablaba Lacan en estos tiempos?
–«Hay mucho miedo de que se ponga todo mucho peor de cómo está», le dijo usted a este cronista en 2017 cuando Mauricio Macri ya era presidente. Viendo los hechos sucedidos en los últimos tiempos, su análisis tenía un innegable carácter anticipatorio.
–Sí, se puso mucho peor. El mundo está mucho peor. Es decir, ha surgido a raíz de los efectos de destrucción en el discurso capitalista de los puntos de anclaje un tipo de subjetividad que no tiene dónde amarrarse, que flota, como diría Lacan; que no tiene un horizonte político en donde incluirse. Y el receptáculo de todo eso ha sido la ultraderecha. No hay que confundirla con las ultraderechas históricas. La ultraderecha es una agenda, no un partido político. Y es este híbrido de neoliberalismo y una estructura que está dispuesta a llevar adelante la destrucción de todos los lazos sociales, del sujeto, y transformar todo en una especie de performance y entrenamiento para los que pueda entrar al mercado o los que queden afuera.
–¿Y cómo analiza desde la teoría psicoanalítica los discursos de odio y por qué prenden en algunos sujetos de semejante manera?
–Si uno no tiene ningún legado simbólico, si a uno le han destruido el horizonte histórico en el que se podía reconocer, las pulsiones de muerte y las pulsiones de destrucción están en todos los sujetos. Y si al sujeto se lo captura de tal manera que deja de tener historia y lo único que escucha es lo que en el presente absoluto se mueve y eso que se mueve está todo el tiempo llamando a la destrucción y al odio de todo aquel que quiera volver a introducir el campo transformador de lo popular, bueno, hace tiempo que el neoliberalismo ha entendido que no se va a legitimar a través de las instituciones, que se tiene que legitimar a través del odio Si usted ve cómo va funcionando el neoliberalismo desde Estados Unidos a Europa observará que ya no buscan legitimidad en las organizaciones institucionales sino que es constitutivo del neoliberalismo la presencia del odio.
–¿Y el tipo de rechazo que se produjo con el kirchnerismo es muy parecido a una rechazo que se expande por el mundo? La pregunta es porque en la Argentina se suele hablar de una similitud entre 1955 y la actualidad en cuanto a ese tipo de discursos.
–Evidentemente, Argentina tiene sus peculiaridades. Primero, está el odio clásico al peronismo. Segundo, está el odio a lo femenino, encarnado en la figura de Cristina, cuando lo femenino asume una vocación política de transformación y de llevar al campo de lo popular al poder. Esto se les vuelve insoportable a muchísimos sujetos, como el sujeto que buscó su «minuto de gloria». Este sujeto que el otro día buscó su «minuto de gloria» es el resultado de su odio y de la intersección de ese odio con todos los aparatos mediáticos que están promoviendo, que no tienen otra consistencia que el odio que promueven.
–Se llegó al límite de que muchos sujetos rechazan a la vicepresidenta hasta por su voz. ¿Cómo se configuran los discursos de odio a nivel individual?
–Así. El odio termina siendo no algo que se dirija a una forma de pensar solamente. El odio se dirige al ser. Esa es la potencia que, a veces, tiene el odio con respecto al amor: el odio se dirige a la propia existencia. Entonces, la voz, los gestos, el cuerpo, la manera de moverse, todo eso nutre al odio.
–¿Y de qué modo cree que se puede analizar la ideología en la formación psíquica? ¿O acaso lo psíquico es formador de ideología?
–El gran aporte de la izquierda lacaniana –y eso lo he trabajado en mi último libro Ideología— es la relación muy problemática, pero relación al fin, entre la ideología y el fantasma. La ideología tiene que ver con la reproducción de las relaciones sociales de producción; es decir, con la explotación y la opresión, pero el fantasma le presta a la ideología una superficie de inscripción. Por ejemplo, lo que estuvimos viendo en este sujeto el otro día. Este sujeto, por lo que sea, se realiza a través de un acto violento que en él pretende alcanzar su “minuto de gloria”. Eso no es algo meramente ideológico, es de orden fantasmático también. El gran mérito de Althusser es que cuando leyó a Lacan y escribió sobre los aparatos ideológicos del Estado inscribió el problema del estadio del espejo; es decir, el de las identificaciones dentro de la ideología. Por lo tanto, si usted ve a un inmigrante en Europa que vota a la ultraderecha, uno dice: “Pero, ¿cómo puede ir en contra de sus intereses?”. Vuelvo a insistir en este punto: depende de qué identificaciones tenga, porque cuando la historia desaparece, las identificaciones se vuelven muy fuertes.
–Freud decía que una mente sana es aquella que no niega la realidad pero se esfuerza en transformarla. Si se lo aplica a lo colectivo, ¿en qué aspectos es esta una sociedad enferma y cómo se puede lograr modificarlo?
–Los acontecimientos hablarán porque realmente la sociedad está muy enferma. Hay muchísimos lugares del mundo, por ejemplo, aquí en España, la coalición que forman el PSOE, Izquierda Unida y Podemos hizo las cosas con bastante sentido común, teniendo en cuenta la pandemia, la guerra y el tiempo que le tocó. Y es probable que pierda las elecciones. ¿Por qué? Del otro lado tiene esta derecha desinhibida que propone que no va a pagar la luz, que ya puso en su tiempo que la cuarentena era una imposición. Hay que tener en cuenta que nosotros hemos quedado del lado de los argumentos, del lado de las restricciones, del lado de «hay que renunciar para el bien común», y la derecha está en un proceso de desinhibición para que luego se distribuya por todas partes. Mientras que, a la vez, la fractura de lo social se va pronunciando cada vez más y la desigualdad aumenta. En el goce que propone la ultraderecha está el aumento de la desigualdad.
Fuente: Página/12
Esta nota fue publicada por la revista La Ciudad el 9/9/2022