René Favaloro tiene el corazón agitado, o tal vez es el corazón quien lo tiene a él. Es 30 de diciembre de 1984, y por un rato, el doctor olvida el rigor de la ciencia y se entrega de cuerpo y alma a la pasión de gritar un gol, como un hincha más en el bosque platense, conmovido por la ceremonia del fútbol.
Gimnasia y Esgrima La Plata le gana la serie a Racing gracias a cuatro goles (7-3 en el global), y el club vuelve a ser de Primera.
Ahí está Favaloro, abrazado junto a su amigo, el presidente del club, Héctor Delmar. Retratado por el lente del fotógrafo Luis Pozzi, de la revista El Gráfico.
Vestido de saco azul a cuadritos y una camisa teñida de cielo, Favaloro busca en el archivo de su memoria, entre estudios y descubrimientos, los recuerdos de su infancia, cuando iba a la cancha con su tío para ver al Expreso de 1933, aquel equipo de Gimnasia que dejó huella en el fútbol argentino.
Favaloro también recuerda, con precisión casi quirúrgica, al equipo del ’62 que se batió a duelo contra el Santos de Pelé.
Eran tiempos en que su genio se perfeccionaba en Estados Unidos, y seguía la campaña de su querido club leyendo El Día de La Plata, que llegaba los lunes en avión, gracias a la mano amiga de un compatriota.
Ahí está Favaloro: el hombre, el genio, el hincha.
Su presencia es la garantía de que esa tarde para el infarto, nadie irá a morirse ni de la felicidad ni de la angustia.
Pueden gritar tranquilos, porque en esos gritos está el sentido de la vida.
También están los ecos del ayer de aquel niño que fue criado en el barrio El Mondongo, que no solo salvó su propia vida, sino todas las vidas que se cruzaron en su camino.
Por eso el doctor grita; al menos en la cancha, no hay lugar para la burocracia, y con tanta gente feliz a su lado, nadie puede sentirse solo.
Por Adrián Michelena. Relato escrito con información obtenida de la Revista El Gráfico, que le hace un excelente reportaje al doctor, cuando ocurre la celebración.
Publicado por la revista La Ciudad el 6/10/2024
