Para La Ciudad Revista – Germán Bercovich
Hace algunas semanas se difundió el repudio de un sector de la población, padres de estudiantes de primaria y secundaria, a una actividad propuesta por CTERA donde se abordaba la desaparición de Santiago Maldonado. El rechazo se debía a un supuesto adoctrinamiento partidario, disparado desde el tema, de los niños y adolescentes.
Más allá de lo razonable o no del reclamo, me interesa puntualizar en algo que creo un error, y es la idea del espacio escolar como un lugar aséptico de ideología. Es decir, la protesta de este grupo de padres incluía, en algunos casos, la pretensión implícita de que a sus hijos se les diera clases de manera tal que la comunicación de los contenidos escolares no incluyera más que eso: la información escolar pura. Esta pretensión es imposible de cumplir. Desde el momento en que el docente reúne en su figura la posibilidad de distribuir el poder dentro de un grupo, se encuentra en un rol político. Mientras elige el modo en el cual va a generar un clima de trabajo, está enseñando cuánta de la decisión sobre cómo lograr algo puede repartirse, y cómo se reparte. Y esto es sólo un ejemplo. Dar un tema determinado tiene múltiples vías posibles en cuanto a elección de bibliografía, y aún cuando se impone una bibliografía, hay detalles más gruesos y más finos que determinan que la dinámica de las clases pueda ser absolutamente diferente entre un profesor/maestro y otro.
Que el accionar docente no puede ser neutral, y que los alumnos reciben mensajes más allá de los contenidos, lo tenían muy claro los responsables del Proceso de Reorganización Nacional. A través de ideas como “la profunda crisis de valores”, se intentó que los estudiantes comiencen a recibir mensajes contundentes sobre lo que era un buen patriota. Se establecieron “objetivos básicos», explicados como la “Conformación de un sistema educativo acorde con las necesidades del país, que sirva efectivamente a los objetivos de la Nación y consolide los valores y aspiraciones culturales del ser argentino”, para esto, desde las autoridades educativas de la Junta se dieron cursos “destinados a los educadores, con la finalidad de que los profesores universitarios y secundarios, pudieran ampliar y profundizar sus conocimientos sobre la realidad nacional, para que sean los medios idóneos e institucionales de influencia, en la formación intelectual y espiritual de la juventud argentina”. Ricardo Bruera, quien en 1976 era Ministro de Educación, señaló que“nosotros concebimos a la educación dentro de una concepción política global (…) No pensamos en una educación neutra frente a la realidad nacional”. En 1979 se creó la Comisión Orientadora de Medios Educativos; este organismo, junto a la Superintendencia Nacional de Enseñanza Media, y al Manual “Subversión en el ámbito educativo (conozcamos a nuestro enemigo)”, fueron algunos de los principales puntales del Gobierno Militar en el área de la Educación. Varias publicaciones, cuentos y autores infantiles fueron, de esta manera, prohibidos, para que ningún niño ni adolescente pudiera ver contaminada su cabeza con ideas extrañas. Existen registros de libros donde se marcaron palabras como huelga, o pueblo. Otros vedados eran aquellos donde se mostraba una niñez con cierta rebeldía respecto a las normas, historias de solidaridad, o críticas a la Iglesia católica, entre otros. La resolución N° 480 del Ministerio de Cultura y Educación (23-05-79)censuraba totalmente la posibilidad de acceder a la obra de Laura Devetach, La Torre de Cubos, la cual, según dicha resolución, presentaba graves falencias tales como “simbología confusa, cuestionamien- tos ideológicos-sociales, objetivos no adecuados al hecho estético, ilimitada fantasía, carencia de estímulos espirituales y trascendentes, criticas a la organización del trabajo, la propiedad privada y el principio de autoridad”. La Torre de Cubos fue prohibida inicialmente en Santa Fé, y le siguieron luego la provincia de Buenos Aires y Mendoza. En 1976, Un elefante ocupa mucho espacio, de Elsa Bornemann fue prohibido por el Decreto con fecha del 13 de Octubre de 1977, con el argumento de que el cuento estaba destinado al público infantil “con una finalidad de adoctrinamiento que resulta preparatoria a la tarea de captación ideológica del accionar subversivo (…) que agravia a la moral, a la iglesia y la sociedad que ésta compone.”
El 3 de octubre de 1976, mediante el Decreto 1888 se prohibieron dos libros para niños de la Editorial Rompan Filas, de Augusto Bianco. En El pueblo que no quería ser gris , la gente se opone a la decisión del rey de pintar todas las casas de un mismo color y empieza a teñirlas de rojo, azul y blanco, mientras que en La ultrabomba, un piloto se niega a cumplir la orden de arrojar una
bomba.
Estos son algunos ejemplos que queremos mencionar y que dan cuenta de la imposibilidad de que el proceso de enseñanza- aprendizaje en las escuelas tenga la pretendida neutralidad que algunos inadvertidos requieren. Lo hemos ejemplificado desde un lugar nefasto, la censura del Proceso, pero el objetivo de este recorrido es brindar un panorama que quite la idea de la inocencia del aula. Aquellos que no quieren que sus hijos reciban ideología política deben inmediatamente buscar algún dispositivo alternativo para educarlos. No recibir información sobre Santiago Maldonado es, también, un mensaje.