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En el Dia Internacional de las Cooperativas: El Cooperativismo incaico

En el Dia Internacional de las Cooperativas, quisimos -desde La Ciudad- traer este hecho muy poco conocido que se sale de los marcos tradicionales de la economía social, pero que es -indudablemente- una demostración de que los principios fueron anteriores -incluso- a su misma creación «formal». Esta nota apareción en la publicación «El Botón» y desde allí la traemos para compartir con nuestros lectores.

Organización socioeconómica de los incas, y del grupo indígena argentino que heredó su cultura. Ubicación geográfica.

La historia del sistema cooperativo se remonta a la practica de diferentes modalidades de asociación tradicional, especialmente en el ámbito rural y en actividades de carácter agropecuario, tal era el caso, por ejemplo en Latinoamérica, los ayllus de la cultura Inca que comprendió lo que ahora es Perú, Bolivia, Ecuador, parte de Chile y el norte argentino. De igual modo, en las culturas del norte de América como la azteca en México y las juntas en Costa Rica. Estas manifestaciones tradicionales de la cooperación aún están vigentes en muchos países de América Latina y en el mundo, este sistema de cooperativismo en épocas pasadas, que se identificaba por la autoayuda, solidaridad y cooperación entre sus integrantes en las diferentes actividades fueron determinantes para iniciar lo que hoy se conoce como los principios del sistema cooperativo.

Los incas

El ayllu era la célula social de los incas, estaba formado por familias que se creían emparentadas por un antepasado común y tenían una propiedad territorial común que el estado les otorgaba. El nombre ayllu se refiere al grupo de familias y al territorio que poseía. Los componentes de un ayllu vivían todos juntos, constituyendo una aldea, o bien un barrio propio dentro de una misma ciudad.

Una región donde se agrupaban varios ayllus formaba un gran grupo al; cual se lo denominaba saya, y dos o tres sayas constituían una provincia con su propia capital.

Las provincias formaban a su vez «cuatro cuartos» en los que se dividía el Imperio.

Entre los incas existió una verdadera estratificación social, debajo del inca estaban los nobles u «orejones» que contaban con un gran numero de privilegios y derechos. Gozaban de la comodidad de viajar en andas; en cuanto a sus vestimentas y adornos, eran de mejor calidad que los de la gente común. También se les permitía usar grandes adornos de oro en las orejas, no tenían que pagar impuestos y eran mantenidos por el gobierno. Cuando los jóvenes de la nobleza llegaban a la edad de 16 años, el inca les perforaba las orejas con una aguja de oro, hasta hacerles una abertura por donde pudiesen pasar con facilidad gruesos pendientes, de allí el nombre de orejones. Había un segundo grupo de nobles, los curacas, que eran los jefes de las tierras conquistadas. También estaban los sacerdotes que tenían gran influencia y predominio, y todos aquellos elevados a esa categoría por el emperador. Ante el monarca aun los más nobles vasallos debían presentarse descalzos.

A estas clases privilegiadas seguían todos los miembros adultos de la sociedad, el puric, sobre los cuales pesaban los impuestos y los trabajos de la comunidad; en esta clase social mayoritaria no había categorías superiores, todos eran iguales.

Los incas sabían que si trabajaban y hacían todo lo que de ellos se esperaba, el Estado siempre se preocuparía por ellos; además ocuparían un respetable lugar en su aldea o ciudad.

Existían otras clases inferiores de siervos personales, los yanaconas, que habiendo sido separados de su respectivo ayllu pasaban a depender directamente del soberano. Estos sirvientes especiales del emperador se seleccionaban entre los niños inteligentes y luego se los apartaba de sus aldeas. Mientras algunos se desempeñaban como criados o trabajaban en los templos, otros realizaban importantes tareas como supervisores. El joven que desempeñaba como tal estaba siempre junto a su amo y por lo general alcanzaba una posición de gran responsabilidad, contando desde luego con la plena confianza de su señor.

En el Imperio Inca no hubo esclavos en el sentido pleno de la palabra. Los que se acercaban a esa condición eran los pinas, hombres que no pertenecían a la comunidad, generalmente prisioneros de guerra, que estaban destinados al cuidado de los cocales en zonas insalubres

Los incas no esclavizaban a los vencidos, sino que les enseñaban su sistema horario; internando a unos en las poblaciones donde tenían asegurado su dominio e instalado en las tierras conquistadas colonias de vasallos fieles; el quechua era el idioma oficial que se imponía en los pueblos conquistados; los colonos que se transportaban de una parte a otra del imperio se llamaban mitimaes. Eran la fuente de control del Estado, allí reproducían sus ayllus y costumbres.

El campesino contaba de ciertas obligaciones. El trabajo colectivo de la tierra en los campos del inca y de los curacas, era una de ellas. Otra era la mita (en quechua «turno»). Consistía en un servicio personal y periódico por el cual individuos de 25 a 50 años debían cumplir al Estado en diferentes actividades. Los mitayos eran alimentados y recompensados por el inca o por el curaca. Cada familia debía aportar un tributo textil al inca. Consiste en hilar y tejer diversas indumentarias. El inca suministraba la materia prima y el tributario ponía la mano de obra.

El sistema aseguraba el mantenimiento de campesinos ancianos, enfermos, o viudas. En tiempo de escasez se distribuía a las comunidades las reservas de los graneros del Inca.

La propiedad privada de la tierra no existió entre los incas, da ahí que se haya clasificado de socialista su sistema; las tierras pertenecían al Inca, al culto y a los ayllus.

(fuente: El Boton 130)