por Rodolfo Oscar Negri –
En la vieja España, cuando alguien sufría algún tormento físico, emocional o espiritual, solía recurrirse a la benevolencia de la Virgen de los Dolores.
En la península ibérica, a las Dolores se las llama, afectuosamente, Lola, por ello a la Virgen también se la conocía familiarmente con esa denominación.
Cuando una persona reclamaba atenciones de manera insistente o se quejaba todo el tiempo de alguna dolencia, no faltaba quien, cansado de escuchar la misma perorata, mandaba al afectado a pedirle auxilio a la Virgen de los Dolores, es decir, lo mandaba a que lo cure Lola.
Aquel sentido no ha mutado, pero hay otros, como denostar o ridiculizar a alguien muy pesado o quejoso, otros lo utilizan como para ahuyentar a quienes viven contando miserías, quejándose y algunos como sinónimo de «dejate de molestar».
Esta nota fue publicada por la revista La Ciudad el 4/7/2017