Por Luis Angel Cerrudo –
Poco más de 2500 vecinos tenía Concepción del Uruguay, cuando a fines de la década del 40 el gobernador Justo José de Urquiza impulsó la fundación del Colegio del Uruguay. Los relatos de época no dan un panorama muy alentador en relación al aspecto que tenía la ciudad fundada por Tomás de Rocamora al norte del Arroyo de la China en 1783. A pesar de haber obtenido rango de ciudad en 1826, dos décadas después no mostraba adelanto alguno. Casas bajas, la mayoría de barro y paja, muy pocas de ladrillo y azotea. Una plaza central abandonada con una pirámide central derruida. El edificio de la comandancia deteriorado y falto de reparaciones, una iglesia pequeña, calles sin mantenimiento, arbustos, pastos altos, tierras baldías…
Los años de guerra, la defensa de la Confederación frente a los intentos unitarios coligados a Francia e Inglaterra, habían dejado a un costado las posibilidades de crecimiento y desarrollo. Pero la segunda mitad de la década del 40 permitió a Justo José de Urquiza dar inicio efectivo a su gestión de gobierno en Entre Ríos. Caudillo y militar, empresario y estanciero, puso su esfuerzo en ordenar una provincia sumida en el marco de las guerras civiles. La educación ocupó un lugar central dentro de sus preocupaciones. A la organización del sistema educativo entrerriano confiado a Marcos Sastre se le sumó la creación del Colegio que hoy lleva su nombre, en julio de 1849, con la dirección del docente Lorenzo Jordana.
El primer colegio secundario entrerriano inició sus actividades en una casa ubicada dos cuadras al este de su edificio definitivo. Poco tiempo después se hizo cargo de su conducción Manuel Erausquin. Con el edificio recientemente construido y con su fundador ejerciendo la primera Presidencia Constitucional, el Dr. Alberto Larroque, francés, abogado y educador, inauguró con su rectorado (1854 – 1863) la época del oro del ¨Histórico¨, ahora bajo jurisdicción nacional.
Un edificio para educar ciudadanos y crear una nación.
Para construir el edificio, y ante la falta de personal especializado en la región, Urquiza encargó a su representante en Montevideo, Cuyás y Sampere, gestiones ante el Arq. Garmendia, constructor del Teatro Solís. Ante la negativa de éste por sus compromisos laborales, envía a Concepción del Uruguay a Pedro Renom, un maestro mayor de obra de origen catalán que trabajaba con aquel.
Urquiza acuerda de inmediato con Renom las características del colegio y de esta manera da inicio a su construcción. Atento que el gobernador entrerriano se encontraba levantando su casco de estancia a unas cinco leguas de la ciudad, es muy factible que Renom colaborara en la primera etapa de construcción del Palacio San José.
Para el edificio del Colegio se destinó una manzana completa frente a la plaza principal, iniciando las obras a fines de 1849. En 1851 las actividades áulicas se trasladaron a las nuevas instalaciones, a pesar que el edificio fue finalizado recién en 1853. Es una construcción postcolonial con fuertes rasgos italianizantes que le dan carácter. Estructura de una sola planta, ocupaba media manzana, donde los salones, oficinas, aulas y dormitorios se ordenaban alrededor de un patio cuadrado de 48 metros de lado. Las aulas se separaban por un pasillo de las habitaciones. En el ala norte, un mirador se destacaba frente a la chatura de las construcciones aledañas. Esta construcción primigenia tenía capacidad para unos 160 alumnos y 100 internos.
Un sector del colegio, en el ala sur, fue sede provisoria de la Iglesia uruguayense desde 1851 hasta 1859, momento en que se inauguró la Basílica Inmaculada Concepción, construida por Pedro Fossati.
Entre 1860 y 1883 el ala norte fue sede de la Legislatura de Entre Ríos, cuando Concepción del Uruguay fue capital de la Provincia. Al reformarse la constitución provincial y trasladarse la capital a Paraná, la institución educativa recuperó el uso de la totalidad del edificio.
Con motivo del asesinato de Urquiza en 1870 y la revolución en Entre Ríos reprimida por el gobierno federal, el edificio del Colegio sufrió importantes deterioros al ser utilizado como espacio de resistencia y defensa. Derrotado López Jordán en 1871, se realizaron trámites (gestión del rector Alió) para su reparación y ampliación, las que fueron autorizadas en 1873, iniciándose en octubre la obra. En junio de 1874 finalizó la intervención en la cual se construyó un primer piso a lo largo del frente principal y se realizaron las ochavas para ajustarse a las nuevas disposiciones municipales. Esta obra fue realizada por José Fossati sobre proyecto de José Melitón González, presidente del Departamento Topográfico de Entre Ríos.
La ampliación y reconstrucción del edificio.
Hacia mediados de la década del 70 se suprimieron por decisión del gobierno nacional los internados en colegios secundarios. Esta cuestión y los problemas edilicios generados por el paso del tiempo llevaron a realizar gestiones para la reforma de la casa de estudios. Pero la disposición espacial subsistió hasta las reformas realizadas recién a partir de 1935. Debido al notable deterioro informado por las autoridades (gestión del rector Haedo), tomó intervención el Ministerio de Obras Públicas de la Nación ordenando desalojar el colegio.
Las obras estuvieron a cargo del arquitecto Pelayo Sainz y se extendieron hasta 1942. El edificio – con excepción del frente (planta baja original, galería interior este y primer piso construido en 1874) y el mirador – fue demolido íntegramente. En la nueva construcción, al desaparecer las habitaciones del internado de las alas norte y sur, se construyeron amplias galerías con arquería de medio punto. En el contrafrente se sumó un primer piso. La construcción abarca la totalidad de la manzana, en una superficie de 4.830 metros cuadrados.
De esta manera quedó distribuido el nuevo espacio: la entrada principal con una pesada puerta de dos hojas abre a un zaguán de piso de mármol en damero, con dos puertas de acceso a la izquierda hacia un amplio salón de actos y a la derecha, una puerta a biblioteca (la cual se extiende a lo largo del ala norte del frente, con accesos desde la galería interior) y a continuación una reja que da acceso a la importante escalera que lleva al primer piso. En éste se ubicaron el museo de ciencias naturales, de historia y los gabinetes. Atravesando el acceso principal, un portón de hierro doble con la leyenda ¨1849 – Colegio del Uruguay ¨ en la parte superior nos permite ingresar al patio interno, luego de trasponer la galería del ala este, en estado casi original con arquería de medio punto que repite en las alas norte y sur, faroles y ventanas con rejas de la época primigenia destacando las viguetas de madera a la vista del cielorraso. Al sur y norte, las amplias galerías y las aulas generan un espacio de circulación muy cómodo para albergar una numerosa comunidad educativa, destacándose el mirador de dos pisos en el ala norte.
El patio es un espacio jerarquizado que se ordena con canteros en simetría con una importante cantidad de especies arbóreas de distintas épocas que dan calidez al espacio. Un aljibe y una pérgola se ubican en las avenidas del mismo, donde se destaca el emblemático ¨Monumento a los fundadores¨ colocado de frente al acceso principal. Este es un tríptico realizado por el escultor Hugo Correa Morales e inaugurado en 1898 (gestión del rector JB Zubiaur) y recuerda al fundador y la época de oro del colegio.
El ala oeste (contrafente) se estructura hacia sur y norte desde un hall amplio donde se ubican el rectorado, oficinas, sala de profesores y áreas de servicio. Al primer piso que ocupa toda la parte superior del contrafrente se accede por dos escaleras ubicadas en el extremo de las galerías
El Colegio del Uruguay fue el primer colegio laico del país y un intento primigenio de transformarse en una institución universitaria. Sumó a la educación secundaria un internado y un plan de becas para integrar estudiantes de otras provincias argentinas. En su época de oro contó con una ¨Escuela de Derecho¨ y la Sección Militar. Simbolizaba la fuerza de la razón y la convocatoria a sus aulas, la posibilidad de transformación a partir de la educación. La tradición oral nos recuerda la frase donde Urquiza dice que el Colegio del Uruguay es su heredero, entendiendo que en una Nación que se quiere construir soberana los espacios educativos son fundamentales para pensar y crear el futuro.
Formador de presidentes, destacados funcionarios nacionales y extranjeros, artistas, hombres y mujeres de nuestra ciudad y de nuestra región, hoy, finalizando la segunda década del siglo XXI, el Colegio del Uruguay se encuentra integrado a la Universidad Autónoma de Entre Ríos (Uader) con un edificio en buenas condiciones que ha recuperado sus características esenciales y permite continuar su tarea educativa en las condiciones que nuestros docentes y alumnos merecen. Un colegio con sus raíces en el siglo XIX que ha actualizado su misión a las necesidades de este complejo presente.
El Colegio del Uruguay ¨Justo José de Urquiza¨ es Monumento Histórico Nacional por decreto Nro 112.765 del PEN del 4 de febrero de 1942.
Fuentes y bibliografía:
Archivo Palacio San José.
Argachá, Celomar. (2006) Colegio del Uruguay ¨Justo José de Urquiza¨. Edic El Mirador C del U.
Canavessi, Carlos. Concepción del Uruguay. Evolución urbana y patrimonio arquitectónico. 1783 – 1983 Ed. CTM s/a
Cerrudo, Luis. (2010) El Estado educador Una mirada sobre los orígenes del sistema educativo nacional y la experiencia normalista entrerriana. En ¨En tiempos de Urquiza¨ Nro 1. Edic. PSJ. Edit Dunken.
Page, Thomas. La Confederación Argentina. Prólogo y notas M Machi.(1954) PSJ.
Urquiza Almandoz, Oscar F. (2002) Historia de Concepción del Uruguay. T II. Edit. ER.
Nota y fotos de Luis Angel Cerrudo, Doctor en Educación y Magíster en Educación por la Universidad Nacional de Entre Ríos. Profesor Superior de Historia por la Universidad de Concepción del Uruguay. Profesor de Historia y Educación Cívica (ENNSP¨MM¨). Ex Director del Palacio San José – Museo Histórico Nacional ¨JJ de Urquiza.¨. Fue Decano de la Facultad de Ciencias de la Comunicación y de la Educación (UCU). Docente universitario en Uader.
Esta nota fue publicada por la revista La Ciudad el 28/7/2018