CulturaEducaciónHistoriaInterés GeneralNacionalesOpiniónPolíticaSociedad

DE CUANDO EL MONSTRUO CAYO INDIGNAMENTE

por Rodolfo Oscar Negri   –      

Aunque parecía mentira, comenzaba a retroceder. Aquel inmenso, terrible y espantoso Monstruo que había asolado todos los rincones y había llevado a cabo, sin escrúpulos ni piedad, asesinatos, torturas, había robado (hasta bebes), ultrajado y todas las más bajas acciones imaginable e inimaginables, parecía flaquear.

El poder inmenso, arbitrario, dictatorial y asesino que se llevaba a cabo en contra de quienes se animaban a levantar la cabeza contra su omnipresente poder desde un sufrido pueblo sojuzgado, sufrido y esclavo, parecía que comenzaba a replegarse.

La Plaza, aquella histórica plaza, el lugar de tantos e importantes acontecimientos, se había convertido en un campo de batalla y reclamo.

La Bestia, caracterizada por la represión oscura y clandestina, y sin haber enfrentado nunca al conjunto de la población, desató la represión abierta y visible. Pero estaba en retroceso. Incluso en la prensa escrita se notó la una abierta simpatía y solidaridad con los revoltosos manifestantes, que parecía demostrar el comienzo del abandono de la complicidad con que había convivido hasta entonces. Varias de las fotos icónicas sobre la dictadura fueron sacadas ese día.

La misma brutalidad represiva movilizó la solidaridad de miles que, sin ser protagonistas de la jornada, adhirieron de diversas formas. En casi todos lados la manifestación era saludada: desde los balcones de los edificios, desde las veredas, desde algunos de los partidos liberales y agrupaciones empresarias.

La movilización y la respuesta impotente del desgobierno habían puesto sobre la mesa un hecho irrefutable: la “legitimidad de hecho” de la dictadura más sangrienta que se instalara en el país, sostenida por las armas y sus cómplices empresarios, se agotaba. Se rompían las cerraduras y las cadenas ya no garantizaban nada.

Era el renacer de las mejores tradiciones de un pueblo rebelde que sabía de verdugos el que se levantaba para empujar la ignominia en que lo sumía aquel Monstruo que –ahora- comenzaba a tambalear.

Pero la Bestia no estaba derrotada. La dosis de locura que el Maligno había sembrado en sus múltiples cabezas (el monstruo tiene muchas), creía manejar la situación y su propia soberbia lo llevaba a imaginar un ideario que lo convertiría en amo y señor, nuevamente, de los bienes, voluntades y destinos de cada uno de los oprimidos, que sufrían sus maldades.

Así, se montó a una de las más nobles, sentidas y consensuadas causas de la Nación y –a partir de ella- intentó retomar la iniciativa de aquel poderío absoluto que tambaleaba.

No dudó en contraponerse a los más grandes poderes del planeta, de los que –incluso- era un simple cipayo. Creyó entender –erróneamente- señales, guiños o visto buenos; primero. Después se emborrachó de altanería y con su propia arrogancia sin límites envalentonada por otra engañosa plaza, no dudó en sacrificar la vida de jóvenes –otra vez, más jóvenes- no ya militantes, no idealistas, sino simples jóvenes convocados al servicio militar, para que fueran carne de cañón de la más grande maquinaria bélica del planeta. Si se recorre la lista de muertos en aquellos descabellados combates, donde se enfrentaban fusiles (muchos de los cuales deberían estar fuera de servicio) con la más alta tecnología, no se verá ninguno de los verdaderos responsables, ningún general… Incluso aquellos que formaban parte de la “elite” de represores y torturadores, se rindieron cobardemente. Eran valerosos combatientes para enfrentar, torturar y matar a jóvenes desarmados o a sus padres, o para robar bebes… pero su propia cobardía les impedía enfrentar a soldados profesionales.

Desde el 2 de abril (fecha del comienzo de la locura) al 14 de junio, sin embargo, no dudaron en continuar mintiéndole a la población y haciendo gala de una petulancia bizarra la arengaban arrogándose victorias y anunciando que se estaba ganando la guerra.

Más allá de las enormes actitudes de una población que asumía enfrentar de una forma totalmente contradictoria una guerra internacional desde aquellas donaciones y actos de desprendimiento hasta festejando la participación en un Mundial de Futbol, las acciones transcurrían como si el campo de batalla estuviera lejano, en otro mundo, como si todos fuéramos solo testigos y no protagonistas de la tragedia.

Mientras en aquel, en el verdadero teatro de las acciones, había víctimas. Se producían muertes. Además de la pérdida de los que fueron los jóvenes soldados (muchos de ellos hasta maltratados en pleno lugar de conflicto), la suerte estaba sellada.

Más allá de las actos nobles y heroicos de los combatientes, muchos de los cuales no volvieron o a los valerosos pilotos de aviones; la única verdad es la realidad y el poder de la potencia no era cómplice de los tamaños engaños con que el poder local disimulaba en su territorio y distribuía mentiras desde los medios gráficos y televisivos ni de la parafernalia que alrededor de la situación se simulaba en la tierra donde la Bestia se iba quedando sin argumentos.

Eso tuvo su final. Triste final. Contradictorio -desde el punto de pista emotivo- final y previsible final. El Monstruo cayo, como no podía ser de otra manera, indignamente.

La vergüenza de la derrota escondió las consecuencias. Se ocultaron e invisibilizaron los héroes que dejaron su vida en una batalla perdida antes de empezar. Se ignoró a quienes volvieron desde la batalla a una vida ¿normal? Se los quiso borrar del mapa.

La propia debilidad del Monstruo y la pérdida de lo que apostaron a que era su renacer, hizo sucumbir aquel infierno y se pudo, de alguna manera, con avances y retrocesos, volver a ser. No obstante, el miedo y los demonios siguieron apareciendo. De distintas formas y con diferentes modalidades. No se rinden y todavía se esconden entre los pliegues de una normalidad democrática aparente que trata de barrer debajo de la alfombra, todo lo que es y solo hace su discurso sobre lo que debe ser.

La triste realidad y el recuerdo no se borran tan fácilmente y -si bien no se sabe el número cierto- de muertos, se maneja que son más los que se quitaron la vida después del conflicto, que los que murieron en él y no solo por los traumas padecidos sino por la situación de invisibilidad (y hasta desdén) en que se los colocó.

La noble, sentida y consensuada causa de la Nación, continúa siendo válida y está vigente; pero hoy se le suma dolorosamente, el deber de ver lo invisible.

Esta nota fue publicada por la revista La Ciudad el 3/4/2022

Clima

El clima en la ciudad
25°
lluvia de gran intensidad
Humedad: 79%
Viento: 3m/s ESE
Máx: 24 • Mín: 22
26°
Sab
23°
Dom
33°
Lun
29°
Mar
Weather from OpenWeatherMap

Related Articles

CulturaEducaciónHistoriaInterés General

Arturo Frondizi: “La corrupción, pretexto para derribar gobiernos populares”

  Arturo Frondizi devela en 1964 la tactica del establishment para atentar...

NacionalesHistoriaInterés GeneralJusticiaPolíticaSociedad

Imposible de borrar

  por Luis Bruschtein   – No se puede borrar lo que uno...

CulturaEducaciónInterés General

El 14 de febrero de 1898 nacía un patriota: Raúl Scalabrini Ortiz

Su adolescencia y juventud transcurren bajo la presión del liberalismo conservador predominante....

Interés GeneralCienciaEcología y Medio AmbienteEducaciónSalud

¿Es higiénico rellenar las botellas de plástico?

Mucha gente tiene costumbre de guardar en la heladera botellas de plástico...