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De cuando descubrí a Wimpi, escritor y el «mejor humorista del Rio de la Plata» 

Por Tabaré Oddone   –   

Todo comenzó con una molesta e incómoda experiencia en mis jóvenes 18 años. En ese entonces me encontraba dando mis primeros pasos por el periodismo radial y me tocó entrevistar a un conocido humorista argentino: Jorge Porcel.

Actuaba en el hermoso teatro Florencio Sánchez de mi Paysandú natal.

Con toda la energía de mi juventud y la emoción de enfrentarme a quién por esos días brillaba en lo más alto en el humor del Río de la Plata, me abracé a mi viejo grabador, me vestí de periodista perfumado y salí respirando hondo y agitado de nervios.

Y de pronto me encontré frente a frente con el “Gordo” Porcel. Admiración, temor, felicidad, se mezclaban en mi interior como un tsunami de sentimientos encontrados.

Comencé la entrevista en el mismo teatro Florencio Sánchez en una tarde de invierno igual a cualquier otra tarde de invierno ya pasada por mi vida, salvo por esa luz brillante de alegría que el universo conspiraba regalándome, la posibilidad de “notear” a un “grande” del humor del Río de la Plata.

Pregunta va pregunta viene, empecé a soltarme y sentirme cómodo en mi papel de entrevistador cuando sucedió lo inesperado.

El humorista sacó el sarcasmo de su bolsillo y me lo clavó fríamente en mi inexperiente corazón de joven periodista.

En un momento de la charla y hablando del humor de ambas costas, Porcel me larga un “como solía decir Wimpi”.

Mi cara indudablemente debe haber mostrado claramente que no tenía la más mínima idea de quién me estaba hablando.

Y con nada de docencia y mucho de ironía me preguntó:

– ¿no conoces a Wimpi?

-No, le contesté con mucho calor y encendidas mejillas. No sé quién es.

Y como clavándome aún más el puñal de la ignorancia me dijo:

– ¿Cómo un periodista no va a conocer a Wimpi?  Wimpi es el mejor humorista que ha tenido el Uruguay y todo el Río de la Plata, referente de todos nosotros.

-Nuestro humor, me dijo, tiene la base y el sello de Wimpi.

Quedé helado y ligeramente molesto. Primero conmigo mismo por mi ignorancia y luego y creo que más aún, por la forma en que me lo habían hecho saber.

Al comienzo me había sentido bien pues los halagos de Porcel hacia el Teatro Florencio Sánchez habían sido sobresalientes.

-Debes sentirte muy orgulloso, tienen el mejor teatro que he conocido, la acústica es perfecta, me había dicho.

Pero la pregunta sobre Wimpi me hirió directa y muy profundamente en mi orgullo de joven periodista. Después de eso, mi mente sólo pensaba en terminar la entrevista lo más rápido posible.

Fue un domingo a la noche y saldría al aire recién el domingo siguiente a la mañana. Y les puedo asegurar que esa semana me dediqué a conocer a Wimpi.

Y a partir de este acontecimiento derrapado, supe que Arthur García Núñez, había nacido en Salto (Uruguay) en 1906, y vivido 50 años como periodista, humorista y narrador hasta que su corazón se lo permitió y apagó su vida en la vereda de enfrente, en Buenos Aires un 9 de septiembre del año1956.Y fue Wimpi por decisión propia, en álter ego del amigo de Popeye, Wimpy “el comedor de hamburguesas”.

Un genio de excepcional ingenio que atrapó a su audiencia con sus extraordinarias e inteligentes charlas radiofónicas en la época de oro de los 40 en Argentina. Wimpi fue libretista de Juan Carlos Mareco (Juan Carlos Mareco, o «Pinocho», fue un conductor de radio y televisión, comediante, cantante, escritor, compositor y actor uruguayo radicado en Argentina. Ganó ocho Premios Martín Fierro. Hizo famosa la expresión cómica “azul quedó”), y de Pepe Iglesias (José Ángel Iglesias Sánchez, conocido artísticamente como Pepe Iglesias «El Zorro» fue un humorista argentino que, si bien desarrolló gran parte de su carrera en su país natal, también estuvo afincado temporalmente en Chile y España) y alcanzó a editar varios libros como son Ventana a la calle, Viajes alrededor del sofá, La taza de tilo.

Cartas de animales, El gusano loco, Vea amigo, Los cuentos del viejo Varela, La risa, Los cuentos de Claudio Machín, La calle del gato que pesca. Libros que resultan prácticamente imposibles de conseguir hoy día.

Personalmente tuve la suerte que un amigo consiguiera El gusano loco y Los cuentos del viejo Varela en la feria de Tristán Narvaja (Montevideo) y me los regalara.

Wimpi fue un elegido del humor y el absurdo, tanto que ya al nacer fue recibido irónicamente por el Universo y lo anotaron por error en el registro civil como Núñez en lugar de Núñez. Nació hijo único de estanciero uruguayo y madre brasilera y luego de separarse los padres cuentan que tuvo dos hermanos Mario y Luis, quienes mantuvieron una muy buena relación con él hasta el final de sus días.

Estudió un poco de todo, Ingeniería, Medicina, Derecho y quizás porque le gustaban todas estas carreras finalmente no se decidió por ninguna.

Autodidacta por excelencia, “el tipo”, -como gustaba llamar en sus libros al hombre-, decide, -una vez que abandona los estudios universitarios-, seguir los pasos de Horacio Quiroga, sueño que había postergado desde que tenía catorce años.

El Chaco fue su destino. Allí trabajó de hachero y tuvo algún que otro trabajo codeándose por dos años con la dureza del clima.

A los diecinueve años de edad retorna a Buenos Aires junto a su madre, pero con la experiencia bajo el brazo del contacto con el gaucho, la profundidad y sabiduría descubiertas en su forma de vivir.

Y al volver con su padre a su Salto natal a cumplir las tareas de campo e integrarse con la paisanada, termina por completar su anterior descubrimiento sobre el ingenio y la riqueza del paisano. Wimpi supo ver en ellos pensamientos y humor por demás inteligentes

Esos paisanos que por aquellos días eran tildados de incultos, por ser analfabetos, condujeron sin embargo a Arthur a su destino de gloria en las letras. Las múltiples experiencias recogidas desembocaron en imperdibles libros como “Cuentos del Viejo Varela”, “El fogón del Viejo Varela” y “Los cuentos de Don Claudio Machín”.

Wimpi decía que es bastante común confundir profundidad con complejidad innecesaria y lenguaje simple con superficialidad. Nada más erróneo.

Debido a su trato amable con la peonada y como consecuencia, muchas discusiones con un padre ”capitanejo del feudo”, gira el timón de su vida para Montevideo y la telaraña de lo culturoso de la capital uruguaya lo atrapa.

Sigue en su camino de autodidacta e incursiona por la filosofía, antropología, física, sociología, historia, química, biología, literatura en un apasionado placer por el conocimiento y como centro principal el entendimiento y la descripción del “tipo”.

Detecta en el “tipo”, a un esclavo de sí mismo, un hombre que siempre quiere más y más, que gasta su vida para vivir. Wimpi no entiende la pasión del “tipo” por el dinero como fin y no como medio

Dueño de una generosidad sin límites, Arthur es apreciado y admirado por sus compañeros, no sólo por esta potente condición humana sino por los conocimientos que parecen florecer en su inquieta mente.

Conocimientos de esoterismo, física cuántica, cibernética, neurobiología, lo acompañan en sus alocuciones radiales y en sus exposiciones escritas. (trabajó en los diarios El Plata y El Imparcial, en la revista humorística Peloduro, Noticias Gráficas, el diario Clarín, Radio El Mundo y en Radio Carve, escribió varios libros, se recopilaron varios textos radiales y se editaron discos para niños con sus cuentos y con su voz)

Tan especial y profundo en su vida como en el amor, Wimpi le declara su amor a Raquel a través de su programa radial “Piedra Libre”. Y “Caracol” como luego la llamaría cariñosamente, lo acompañaría en un apasionado amor hasta el fin de sus días, salvándolo en muchas ocasiones de la ruina. Raquel era una excelente administradora quién a decir de Wimpi: “Si no fuera por Caracol, yo andaría por la calle con un tachito, pidiendo comida

Arthur dormía apenas tres horas por día, rociadas con café, mate, algunas bebidas espirituosas y abundantes cigarrillos lo que terminaron haciendo el combo perfecto para provocar el infarto en aquel hombre de complexión gruesa y gran fuerza física.

Un “tipo” excepcional con una corta pero intensísima vida, orgullo de uruguayos.

Gracias Jorge Porcel: Después de todo y a pesar de “tus formas inapropiadas”, me hubiera perdido conocer esta maravilla de ser humano uruguayo que fue Arthur García Núñez, más conocido y admirado como Wimpi.

Del libro «Relatando»(sin editar) de Tabaré Oddone-recopilador de sensaciones

Esta nota fue publicada por la revista La Ciudad el 5/11/2018

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