Reducir los niveles de colesterol debería ser el objetivo de todas las personas. Y cuanto más bajo, mejor.
Así lo aseguraron especialistas de la Sociedad Argentina de Lípidos (SAL) en un encuentro del que participó Infobae, quienes destacaron que “la reducción del colesterol LDL no se trata únicamente de disminuir un valor numérico en los análisis de sangre, sino de un enfoque integral para reducir el riesgo de sufrir eventos cardiovasculares, como infartos o accidentes cerebrovasculares”.
El colesterol es una sustancia parecida a la grasa, que se produce en el hígado y es transportado por el torrente sanguíneo a través de lipoproteínas: las de alta densidad (conocidas como HDL por su sigla en inglés) y las de baja densidad (o LDL).
Las HDL ayudan a que el organismo elimine el colesterol para que no obstruya las arterias, de allí que popularmente ese valor se ganó el mote de “colesterol bueno”. Por su parte, las LDL depositan el colesterol dentro de los vasos sanguíneos que transportan sangre al corazón y a otras partes del cuerpo, por eso tiene fama de “colesterol malo”.
Sin embargo, hoy los especialistas tratan de derribar ese mito históricamente establecido y generar conciencia en la población de que “cuanto menor sean los niveles de colesterol, mejor, así como lo será que se alcancen cuanto antes esos niveles en la vida”.
Además, otro nuevo concepto que intentan establecer en la medición de este “cuco” de la salud cardiovascular es que “los valores ideales dependerán del marco clínico de cada persona”.
Qué son las metas personalizadas en la medición del colesterol
Según datos de la 4° Encuesta Nacional de Factores de Riesgo, en Argentina, tres de cada diez personas mayores de 18 años tienen niveles de colesterol LDL más altos que lo aconsejable.
Y se estima que 280 personas mueren por día por enfermedad cardiovascular (infarto de miocardio, accidente cerebrovascular e insuficiencia cardíaca), siendo la principal causa de muerte en nuestro país. De allí que tomar conciencia acerca de la importancia de alcanzar valores óptimos en lo que los expertos denominan perfil lipídico -que mide el colesterol total, LDL, HDL y triglicéridos-.
Melina Huerin es médica cardióloga (MN 74244), jefa de Cardiología del Instituto Cardiovascular Lezica y miembro de la Comisión Directiva de la la Sociedad Argentina de Lípidos (SAL), y fue una de las disertantes del encuentro organizado por la SAL con el apoyo de Novartis Argentina, que tuvo al doctor Jorge Tartaglione como moderador.
Y en diálogo con este medio destacó que “el principal obstáculo para que las personas alcancen un LDL bajo es la desinformación, primero de los pacientes, y después de la comunidad médica que cree que el colesterol eventualmente es importante y que es necesario tener mucho colesterol para determinadas funciones vitales, cuando en realidad muchísimos estudios ya han probado que el LDL cuanto más bajo mejor, pero dependiendo el marco clínico de la persona se establece la meta de LDL, de modo tal que a mayor riesgo, menor LDL se debe tener”.
En la misma línea, Tartaglione señaló que “probablemente si se le pregunta a cualquier persona sabrá que el colesterol no es bueno, pero tendrá pocas precisiones acerca de cuál es el valor que debe tener y menos aún qué debe hacer para bajar el colesterol”. Eso, para el especialista, “es consecuencia de una gran desinformación, sobre todo hoy en día originada desde las redes sociales donde en el último tiempo, incluso muchos profesionales de la salud aseguran que no es tan malo tener el colesterol un poco alto”.
Y agregó: “Los cardiólogos sabemos muy bien la importancia que tiene el colesterol en el desarrollo de una enfermedad cardiovascular”.
Cuáles son los niveles de colesterol recomendados
En línea con lo anterior, Huerin explicó que “no existe una meta única de LDL que sea adecuada para todas las personas; las metas deben personalizarse según el perfil clínico de cada paciente”.
Y ahondó: “Una publicación reciente propuso un esquema para establecer cuál debe ser la meta de LDL en cada caso, y estableció que ésta debe ser un valor que resulte de reducir más de la mitad o bien un valor fijo de LDL que corresponda a la persona de acuerdo a su marco clínico”. E insistió en que “ante la duda entre esos valores la recomendación es elegir el más bajo”.
Así, en personas sanas, que se considera que tienen un riesgo cardiovascular bajo, el LDL esperable debe ser menor de 116. Mientras que en personas con dos o más factores de riesgo y riesgo alto, el valor esperable debe ser menos de 100.
En pacientes con diabetes o insuficiencia renal con, además, un factor de riesgo adicional, la meta de LDL debe ser menor de 70, en tanto en pacientes coronarios con antecedentes de ACV, enfermedad vascular periférica, etc, el valor a alcanzar debe ser menor a 55. Por último, los pacientes con meta de 55 que reiteran un evento clínico, pasan a ser pacientes en “riesgo extremo plus” y deben lograr una meta de LDL menor a 40.
“La idea es que a mayor riesgo clínico, más baja debe ser la meta para reducir el riesgo residual de futuros eventos”, sintetizó Huerin, para quien “esta personalización del tratamiento no sólo ayuda a prevenir más eficazmente los eventos cardiovasculares, sino que también optimiza el uso de fármacos y otras intervenciones médicas”.
Y ejemplificó: “En personas con bajo riesgo, reducir el LDL más allá de ciertos límites puede ser innecesario y no aportar beneficios adicionales. Sin embargo, en personas con múltiples factores de riesgo, como la diabetes junto con hipertensión o tabaquismo, las metas deben ser más agresivas para maximizar la protección cardiovascular”.
La experta destacó que “diversos estudios ya demostraron que a medida que se reduce el LDL el riesgo de eventos cardiovasculares disminuye significativamente, independientemente de si la persona tiene niveles altos o bajos de colesterol al inicio”. “Los resultados muestran de manera clara que reducir el LDL es efectivo en diferentes grupos: jóvenes y mayores, hombres y mujeres, diabéticos y no diabéticos, y en personas con o sin antecedentes de enfermedad cardiovascular. Estos hallazgos subrayan la importancia de manejar adecuadamente los niveles de LDL en todos los individuos, sin importar su situación de riesgo inicial”.
Cómo lograr las metas y por qué sólo la dieta y el ejercicio no alcanzan
Según sostuvo el médico de planta a cargo de Diabetología y Lípidos del Hospital Parmenio Piñero y especialista en lípidos de la SAL Facundo Tornelli (MN 118.900), también presente en el encuentro, las enfermedades cardiovasculares representan un desafío constante ya que llevan a una enorme cantidad de muertes prematuras y prevenibles.
“La enfermedad cardiovascular aterosclerótica es la causa subyacente del 85% de las muertes relacionadas con ataques cardíacos y accidentes cerebrovasculares. Esto marca la importancia de conocer y realizar un chequeo preventivo de salud, que conlleve un perfil lipídico y su posterior valoración precoz con un profesional de la salud, dado que es clave para la pesquisa de la patología cardiovascular, previniendo así el inicio o evolución de la patología cardiovascular aterosclerótica”, precisó el especialista.
Y señaló que “existen ciertos factores que influyen en la posibilidad de tener niveles de colesterol elevados. Algunos de ellos son: el estilo de vida (tipo de alimentación, fumar, estrés, consumo de alcohol, y niveles de actividad física); los antecedentes familiares; la edad (los niveles altos de colesterol-LDL se diagnostican más frecuentemente entre los 40 y 59 años); el sexo biológico (los hombres tienen mayor tendencia pero el riesgo de las mujeres puede aumentar durante el embarazo y también después de la menopausia); la obesidad y ciertos medicamentos que puedan estar siendo utilizados para tratar otras patologías, entre otros”.
El experto aclaró que los factores de riesgo se clasifican en “modificables” y “no modificables”, y remarcó que “es de vital importancia generar hábitos de vida saludables como realizar actividad física en forma regular, mantener un peso saludable, una alimentación balanceada, no fumar y una correcta higiene del sueño, para ayudar a mejorar los niveles de colesterol, aunque sólo en un 10 -15%, por lo que en muchas ocasiones se requiere iniciar un tratamiento farmacológico”.
En este punto, Huerin reforzó que “a pesar del beneficio de la dieta y el ejercicio en un estilo de vida saludable, su impacto directo en la reducción del colesterol LDL es relativamente pequeño. Esto significa que incluso las personas que siguen una dieta estricta y hacen ejercicio regularmente pueden no lograr las reducciones necesarias en el LDL para alcanzar sus metas, especialmente si tienen una predisposición genética a niveles altos de colesterol”.
Por esta razón, la experta destacó el uso de las intervenciones farmacológicas como una parte clave del tratamiento para reducir el colesterol LDL, especialmente en personas con alto riesgo cardiovascular.
En este sentido, postuló a las estatinas como “la primera línea de tratamiento para reducir los niveles de colesterol LDL, logrando una reducción del 20% al 50% dependiendo de la dosis y la respuesta del paciente”. Sin embargo, no todas las personas responden de igual manera, y algunas pueden necesitar combinaciones de tratamientos para alcanzar las metas adecuadas de LDL. “El ezetimibe, que inhibe la absorción intestinal de colesterol, puede reducir los niveles de LDL en un 20-24% adicional y es particularmente eficaz cuando se combina con una estatina, situación en la que logran una reducción del 45-60% del LDL”, señaló Huerin.
Para aquellos pacientes que no logran alcanzar sus metas de LDL con tratamientos orales, los inyectables, como los inhibidores de la proteína PCSK9, ofrecen una reducción adicional del 50-58%. Estas nuevas opciones terapéuticas, según la experta, revolucionaron el tratamiento del colesterol, especialmente en casos de hipercolesterolemia familiar o en personas con riesgo cardiovascular muy alto. Los tratamientos combinados son ahora una estrategia común para lograr reducciones significativas de LDL en personas que no responden adecuadamente a los tratamientos convencionales.
Cuál es el rol de la intolerancia a las estatinas en la adherencia al tratamiento
La intolerancia a las estatinas es un tema recurrente en la práctica clínica. Muchos pacientes reportan dolores musculares, fatiga o malestar general al iniciar un tratamiento con estatinas, lo que lleva a la discontinuación de la medicación en algunos casos.
Sin embargo, estudios recientes, “sugieren que gran parte de estas quejas podrían deberse a un efecto nocebo, es decir, la creencia de que el medicamento les hará daño, lo que provoca síntomas que en realidad no están relacionados con la medicación”, sostuvo Huerin.
A pesar de que hasta un 20-25% de los pacientes reportan síntomas, la verdadera tasa de intolerancia a las estatinas es mucho menor, en torno al 8%, según la especialista.
“En casos de intolerancia parcial, se pueden probar enfoques alternativos, como rotar diferentes estatinas, reducir las dosis o utilizar días alternos”, propuso, al tiempo que reconoció que “cuando la intolerancia es absoluta, es importante considerar otras opciones terapéuticas, como el ezetimibe o los inhibidores de la proteína PCSK9, que también han demostrado ser efectivos para reducir el colesterol LDL y, por tanto, el riesgo cardiovascular”.
Para terminar, la experta volvió sobre la idea inicial de que “los factores de riesgo cardiovascular no sólo dependen de la intensidad del factor, como tener un colesterol muy alto o fumar varios paquetes de cigarrillos al día, sino también del tiempo de exposición a estos factores”.
Así, una persona que tuvo niveles elevados de colesterol desde la infancia, o que fumó durante décadas, tiene un riesgo mucho mayor de sufrir eventos cardiovasculares que alguien que estuvo expuesto a esos factores sólo por un corto período.
“Esto implica que no sólo debemos tratar de reducir la intensidad de los factores de riesgo, como bajar el LDL o dejar de fumar, sino también hacerlo lo antes posible en la vida -enfatizó-. Cuanto más tiempo esté el organismo expuesto a estos factores, más daño acumulado se producirá, y mayor será el riesgo cardiovascular general. De ahí que intervenir tempranamente y de manera sostenida sea crucial para prevenir enfermedades a largo plazo”.
(fuente: https://www.apfdigital.com.ar/)