La menor renta, las reservas que no crecen, la cuenta corriente deficitaria o un alza de las tasas de EE UU atentan contra el esquema.
La Argentina está inmersa en una fiesta financiera en la que se divierten pocos, pero cuyos costos podrían llegar a pagar muchos.
El alma de la fiesta es la bicicleta, conocida como carry trade en la jerga del sector. Se trata de un mecanismo sencillo: convertir dólares a pesos, invertir esos pesos en activos denominados en esa moneda, especialmente bonos del Estado, multiplicar esos pesos y, en un momento determinado, volver a los dólares. Mágicamente se habrán multiplicado.
Las condiciones para que este movimiento genere rentabilidad son tres: que el valor del dólar se mantenga estable respecto del peso; que la tasa de interés en pesos sea positiva respecto al movimiento del dólar y que la inflación sea moderada.
En la actualidad esas condiciones están presentes. Por un lado, el valor de los dólares financieros está estable o incluso tiende a bajar. El dólar contado con liquidación (CCL, que se emplea para fugar divisas de manera legal) está en el mismo nivel que a mediados de mayo.
Pero, en los cinco meses y medio transcurridos entre mediados de mayo y fin de octubre, un capital invertido en pesos al 3% mensual (podría haber sido más incluso) obtuvo una renta del 17,5%, con lo que se cumple la segunda condición.
Por último, la inflación se estancó en 4% entre mayo y agosto y luego desaceleró, con lo que consolida la bicicleta porque si estuviera acelerándose, fortalecería la tracción del dólar hacia arriba, lo que rompería el círculo de la bicicleta.
Con las condiciones estables presentes, los inversores y especuladores siguen introduciendo dólares al mercado, alimentando el circuito. Al estilo de un esquema Ponzi, mientras haya quienes transformen dólares en pesos, el esquema funcionará.
Son varias las vías que se están empleando para ello. El blanqueo de capitales es una de ellas. Los bancos están prestando los dólares blanqueados a quien los pida, especialmente las empresas que, a cambio, están emitiendo títulos de deuda, llamados obligaciones negociables, que aseguran una renta en dólares constantes y sonantes.
Los riesgos
Como en todo esquema especulativo, la confianza es la base de su funcionamiento. Mientras los especuladores crean que el valor del dólar se mantendrá estable, mantendrán sus inversiones en pesos.
De acuerdo con las personas que siguen el pensamiento de los financistas, comienzan a presentarse dudas y conjeturas respecto de la situación actual y futura de la bicicleta.
Según Nicolás Dvoskin, economista e investigador del Conicet, el esquema en su conjunto es un castillo de naipes. “Y los castillos de naipes se pueden caer por un soplido y también por su propio peso”, dijo ayer en una entrevista con el programa Te aviso con tiempo, en AM 530, la radio de las Madres. «Está claro que el esquema es insostenible, el dólar bajo y estable es un mecanismo de entrada espuria de divisas a partir de un endeudamiento a tasas muy altas. Se genera en la sociedad una ficción de riqueza y el gobierno controla la inflación, con lo cual obtiene cierta legitimidad política porque el dólar barato es una gran herramienta para lograr legitimación política», aseguró.
Dvoskin llamó la atención sobre las contradicciones profundas que afectan al esquema, como la no acumulación de reservas en el Banco Central o el continuo déficit de la cuenta corriente (dólares que ingresan versus los que se van por el comercio internacional de bienes y servicios). Esas inconsistencias derivan en que, en algún momento, los inversores pueden dejar de ingresar dólares porque la percepción del riesgo es mayor que el beneficio a obtener.
“Es lo que sucedió con la bicicleta que armaron (Luis) Caputo y (Federico) Sturzenegger en 2017. Todos creían que subsistiría, pero una serie de circunstancias llevaron a los especuladores a retirarse”, agregó.
Otra posibilidad es que la baja de las tasas de interés derive en un menor aliciente para continuar con la bicicleta ya que las ganancias serían menores en un ambiente de mayor incertidumbre.
El “soplido” que podría hacer caer el castillo de naipes podría ser la anunciada suba de las tasas de interés en Estados Unidos como respuesta a la suba de la inflación, efecto que se espera que suceda como consecuencia de la aplicación de aranceles a la importación de productos de China, México y la Unión Europea.
El cierre de la bicicleta no pasa desapercibido: una masa de inversores vende sus posiciones en pesos y compra dólares. Para que esa demanda no genere una suba intempestiva del valor del dólar, el gobierno vende sus reservas y si no le alcanza, se endeuda en dólares para facilitar la fuga. De lo contrario, debe imponer un cierre total del mercado de capitales, algo impensado para la mente de los funcionarios del mileísmo. Al mismo tiempo, la devaluación que se generaría dejaría a las empresas que tomaron deuda en billetes verdes fuera de juego, con lo que las quiebras se multiplicarían y, nuevamente, debería salir el Estado a socorrerlas como en 2018.
Conclusión: la Argentina asume más deuda (como en 2018 con el Fondo Monetario) y la fiesta de unos pocos la terminan pagando casi todos.
(fuente: https://www.tiempoar.com.ar/)