Científicos del Conicet que contribuyen con sus hallazgos a mejorar la salud de los niños a través de la producción de alimentos, a comprobar los efectos de los agrotóxicos en los ecosistemas y a desarrollar la primera vacuna del mundo contra el Chagas advirtieron que sin becarios «es imposible» seguir investigando ni desarrollando la ciencia en el país.
El Directorio del Conicet comunicó días pasados que «en primera instancia están garantizadas 600 becas», en lugar de las 1.300 anunciadas el año pasado, y 300 becas de finalización de doctorado, en medio del reclamo de la comunidad científica que viene manifestando por la efectivización de todas las asignaciones programadas.
«No se puede hacer un proyecto científico sin becarios, es imposible», afirmó a Télam el bioquímico Emilio Malchiodi, que dirige el equipo que recibió el Premio César Milstein 2023 a la investigación en biotecnología con impacto en la salud por el proyecto de desarrollo de la primera vacuna contra el Chagas, para el cual trabaja con once becarios/as.
El Chagas es una enfermedad endémica de Latinoamérica que tiene distintas vías de transmisión y se estima que hay 10 millones de personas infectadas en el mundo debido a las migraciones, precisó.
Si bien el desarrollo de la vacuna también es investigado por equipos en el sur de Estados Unidos, México y Brasil, «el grupo más avanzado es el argentino», afirmó el investigador del Conicet y del Instituto de Estudios de la Inmunidad Humoral «Profesor Ricardo A. Margni» de la Facultad de Farmacia y Bioquímica de la Universidad de Buenos Aires (FFyB-UBA).
«Las becas de Conicet juegan un rol fundamental. El trabajo de laboratorio recae sobre los becarios y los investigadores jóvenes porque los investigadores más formados son los que se encargan de escribir proyectos, todos somos docentes, y hay una serie de obligaciones que surgen que te van alejando del laboratorio. Es un proceso natural que ocurre en todo el mundo. Es imprescindible que siga funcionando todo el sistema científico», remarcó Malchiodi.
Gracias a una beca postdoctoral que le otorgó el Conicet en el exterior, Malchiodi aprendió técnicas que en Argentina se desconocían, como el manejo de un equipo muy utilizado por empresas farmacéuticas que «hoy en el país solo se encuentra en la FFyB-UBA. Si no hubiera sido así, las empresas argentinas tendrían que hacer los ensayos fuera del país», destacó.
En el mismo sentido, se expresó Susana Salva, quien es investigadora del Conicet en Tucumán. Especialista en Inmunología y Microbiología, la doctora en Ciencias Biológicas trabaja en el Laboratorio de Inmunobiotecnología del Centro de Referencia para Lactobacilos (Cerela) dependiente del Conicet.
Allí forma parte del equipo de científicos que desarrollaron «Yogurito», un yogur con la cepa probiótica «Lactobacillus rhamnosus CRL 1505», bacteria láctica que aumenta las defensas naturales por estimulación del sistema inmune para «prevenir o afrontar infecciones virales y bacterianas, respiratorias e intestinales», que hace más de diez años se brinda a través de programas sociales a más de 300 mil niños y niñas «en condiciones de vulnerabilidad y pobreza», al ser distribuidos en escuelas públicas de Tucumán y de otras provincias, contó Salva a Télam.
«El 50% del personal de Cerela son becarios doctorales y postdoctorales -agregó-. Son la base fundamental de todas las investigaciones, representan un eslabón indispensable. Y, hubiese sido imposible para mí participar de un proyecto así si no hubiera tenido en 2006 una beca doctoral».
Y completó Salva: «Las investigaciones básicas que se realizan en muchos institutos de Argentina que dependen del Conicet están en las manos de los becarios que son la base del funcionamiento de la ciencia en el país y en el mundo».
El yogur probiótico obtuvo una revalorización cuando la empresa Danone Argentina S.A. en 2022 incluyó la cepa en sus productos masificando a través de la comercialización sus beneficios en las mesas argentinas, gracias a un nuevo convenio público-privado de Conicet.
«Los investigadores del Conicet nos dedicamos en forma exclusiva a nuestra principal tarea que es investigar. Sin embargo, para ello debemos conseguir los recursos económicos para poder hacer esas investigaciones, y al mismo tiempo formar recursos humanos, que son profesionales que concursan por becas doctorales. Del fruto de nuestras investigaciones surgen publicaciones en revistas internacionales, por las que somos evaluados periódicamente y están orientadas a solucionar diferentes problemas de nuestra sociedad tanto a nivel regional como nacional», concluyó Salva.
Por su parte, el equipo del investigador de Conicet Rafael Lajmanovich, que también cuenta con becarios, comprobó que los agrotóxicos impactaron en el sistema reproductor y el hígado de dos especies de anfibios (ranas y sapos) que habitan en arroceras de las provincias de Santa Fe y Chaco, estado que da indicios de lo que podría ocurrir en otros animales e, incluso, en el ser humano, precisó.
Lajmanovich, que es doctor en Ciencias Naturales, profesor de Ecotoxicología de la Facultad de Bioquímica y Ciencias Biológicas y licenciado en Biodiversidad de la Universidad Nacional del Litoral (UNL), también comprobó junto a su equipo que los peces sábalos que habitan en la región del tramo inferior del río Salado, en Santa Fe, registraron las concentraciones más altas a nivel mundial de nueve biocidas (insecticidas, herbicidas y fungicidas) de uso masivo en cultivos transgénicos como soja, maíz y algodón y gracias a esto se advirtió que estos peces «no están en condiciones de ser consumidos debido a los altísimos niveles de agrotóxicos en sus cuerpos».
«Las investigaciones que hicimos hubieran sido imposibles sin el Conicet, porque hay cuestiones de ciencia básica, de conservación de la naturaleza y ecosistémicas que tienen que ver con el patrimonio natural de un país y es muy difícil que empresas privadas se interesen en conservar la biodiversidad de una región, es una función del Estado», remarcó el científico.
Y concluyó: «Las becas son el primer eslabón del sistema científico, el semillero de la ciencia y la tecnología en Argentina. En todo el mundo hay investigadores que tienen discípulos que hacen los doctorados y que a su vez forman a otros discípulos».
Las becas se aplican para todas las áreas de conocimiento de Conicet: Ciencias Agrarias, de Ingeniería y de Materiales; Ciencias Biológicas y de la Salud; Ciencias Exactas y Naturales; y Ciencias Sociales y Humanidades.
«Hay un ajuste en más del 50% de las becas doctorales, con un recorte de 700 becas. Además la fecha de ingreso estipulada para el 1° de abril pasó a ser el 1° de agosto, con sueldos de miseria», dijo a Télam el investigador del Conicet e integrante de la Red de Autoridades de Institutos de Ciencia y Tecnología (Raicyt), Jorge Geffner, al remarcar que la tarea del becario es incompatible con otros trabajos.
Y contó que «grupos de investigación que ganaron subsidios de la Agencia I+D+i no están recibiendo los fondos; personal administrativo de Conicet tiene 1200 contratos próximos a vencer en marzo; institutos dependientes del organismo no tienen sus gastos básicos cubiertos; y están pendientes de definición 800 becas postdoctorales».
«La beca doctoral dura cinco años y al finalizarla los profesionales se insertan en la industria, se presentan a la carrera de investigador o para ser profesores universitarios, o se van al exterior», concluyó.
Fuente: elonce.com