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ANA MARÍA PONCE: LOS TEXTOS HALLADOS DE UNA DE LAS POETAS DESAPARECIDAS POR LA DICTADURA CÍVICO MILITAR

Por Rodolfo Oscar Negri   – 

En este texto quise reunir dos hechos: el 21 de marzo, día de la poesía y el 24 de la Memoria.

Por eso la traigo a Any.

Es extraño escribir sobre ella en tercera persona. Fue mas que una compañera de militancia, fue una amiga. Igual que Godo, su compañero de vida y padre de su hijo «Piri».

Nuestros caminos comenzaron a transitar un rumbo paralelo allá por 1969 cuando comencé mi militancia en la FURN  (Federación Universitaria de la Revolución Nacional), brazo universitario de la Juventud Peronista de La Plata.

Podría contar no una, sino mil anécdotas del tiempo que transitamos por aquellos años, que el torbellino de la memoria me trae a la mente.

Recuerdos, nostalgia, tristezas, alegrías que se fueron sumando.

Desde enfrenamientos con la policia los 17 de octubre que conmemorábamos bajo la represión, a marchas por algún preso político, por el reclamo de democracia y elecciones libre en Argentina, hasta el ir formando parte de las columnas populares a Ezeiza en el primer viaje de Perón de regreso al país el 17 de noviembre de 1972, a Gaspar Campos, el día posterior… y así, una tras otra, y otra, y otra…

Pero la vorágine de la política y de los acontecimientos hicieron que a partir de 1973 (ultimo año en que recuerdo haberla visto) los caminos comenzaran a transitar por rumbos diferentes y al año siguiente convertí a Concepción del Uruguay en mi hogar para siempre, alejando toda posibilidad de volver a verla.

Este rescate del olvido tiene como base un artículo de julio del 2017 que firma  Gustavo Yuste que publica el portal La Primera Piedra.

Esta es la historia. Esta es SU historia.

Ana María Ponce

La dictadura cívico militar no distinguió a la hora de cubrir todo con horror: artistas, científicos, políticos, deportistas, estudiantes o adolescentes fueron detenidos, desaparecidos y asesinados. El caso de Ana María Ponce es uno más de esa trágica lista, pero la literatura muestra su poder oculto y a través de los poemas escritos desde la detención ilegal en la ESMA (ahora Espacio Memoria y Derechos Humanos), es posible hallar una joven poeta, idealista y llena de futuro, dejando atrás para siempre el silencio y el olvido.

Escribir en medio del horror

Ana María Ponce, Loli, como la conocían sus compañeros, nació en San Luis el 10 de junio de 1952. En su casa se hablaba de política: su abuelo fue fundador del Partido Laborista y sus padres profesores universitarios. Se recibió de maestra en la escuela pública, siendo medalla de oro de su promoción. Continuó su formación en la Universidad de la Plata. Allí encontró su gran compromiso: la militancia por una sociedad más justa, que vivió desde las filas de la Juventud Peronista y en la Federación Universitaria de la Revolución Nacional (FURN). Ahí conoció a quien mucho más tarde la recordará con cariño: Néstor Kirchner.

Godoberto Luis Fernández, “Lucho”, como lo conocían sus compañeros, nació en San Nicolás el 27 de enero de 1949. Egresó del Colegio Nacional de Olavarría y fue a La Plata a estudiar Diseño Industrial en la Facultad de Bellas Artes. Loli y Lucho se conocieron militando en la FURN. Se casaron en El Volcán, San Luis, en 1974. Un año después nació su hijo, Luis Andrés, conocido entre los compañeros como “el Piri”. Cuando la situación represiva se agudizó dejaron La Plata y se mudaron a Capital Federal.

El 18 de julio de 1977, Loli fue secuestrada y llevada a la ESMA. Fue vista con vida hasta el lunes de carnaval de 1978. Ese día se la llevaron. Ella intuyó algo y dejó su tesoro de palabras en papel a su compañera de cautiverio Graciela Daleo, quien logró sacarlos de la ESMA.

El 11 de enero de 1977 un grupo de tareas secuestró a Lucho. Poco se sabe sobre su destino, algunas versiones sostienen que estuvo en la ESMA. Y el 18 de julio de 1977, el día del cumpleaños del Piri, Loli fue secuestrada y llevada a la ESMA. De ella se logró saber más por los compañeros sobrevivientes que la conocieron y, sobre todo, por sus escritos elaborados en la ESMA. Loli fue vista con vida hasta el lunes de carnaval de 1978. Ese día se la llevaron. Ella intuyó algo y dejó su tesoro de palabras en papel a su compañera de cautiverio Graciela Daleo, quien logró sacarlos de la ESMA.

Al leer los poemas de Ponce, una extraña sensación recorre el cuerpo del lector: el sentir que está leyendo a una poeta en libertad, que podía convertir un entorno imposible en un lugar colmado de esperanzas y donde las palabras no cumplen una única función estética o literaria. En los versos de la joven desaparecida, las palabras son un pequeño fuego en invierno, un abrazo y una mirada en el momento exacto, un plan de vida: luchar contra la adversidad, siempre.

Puede leerse en uno de sus poemas:

“Entonces vuelvo a mirarme,/ los pies, y están atados; /las manos, /y están atadas; /el cuerpo, /y está preso; /pero el alma, /ay, el alma, /no puede quedarse así, /la dejo ir, correr, /buscar lo que aún queda de mi misma /hacer un mundo con retazos,/ y entonces río, /porque aún puedo sentirme viva”. 

Ese diálogo constante entre un adentro y un afuera, esa oposición entre la realidad y el camino de vida elegido, que por más que se encuentre interrumpido, va a seguir avanzando de alguna forma. Estos poemas fueron la manera de Ponce de proyectarse al futuro.

Memoria viva: seguir los pasos de Ponce hoy

¿Qué pueden ofrecer los poemas de Ponce hoy? Mucho, sólo hay que estar en un estado de disponibilidad para poder apreciarlos. En primer lugar, estos versos incomodan por su momento histórico y también por su capacidad de generar una pregunta, un interrogante que quiebra todo intento totalitario de suprimir las diferencias y las disidencias. Con un estilo literario de época (el uso del tú, por ejemplo), lo central no es eso, sino lo que se dice, dejando las formas a un segundo plano.

En ese sentido, no sería aventurado afirmar que quizás el verdadero poema sea la actitud, la rebelión de escribir a pesar de todo y de todos, de querer dejar un plan de vida y lucha en forma de poesía para trascender una realidad que ya no era la que se había soñado. En vez de la resignación, la literatura ocupa el hueco en el pecho de Ponce.

De esta manera, la poesía retoma uno de sus tantos caminos: alumbrar la verdad, conmover a un público dormido ante la publicidad oficial y comercial, que muchas veces confluyen en una misma dirección. En un ejercicio de memoria vital para un pueblo, recuperar la voz de Ponce es un proceso ético y estético, una proyección al futuro que tiene al pasado como protagonista.

Como escribió la joven poeta:

Sólo queda una sombra / y un lugar vacío, /sólo quedan las horas repitiéndose / en mi cerebro,  /sólo quedan algunos recuerdos,/  algunas caricias, / y algunas pocas palabras./ Aún así, / sigo buscando la vida. 

Aún espero…

Que el silencio me devuelva
tu voz,
que la sombra me entregue
tu cuerpo, que el aire me haga
respirarte,
que esta muerte demorada
me dé tu vida.
Que la lluvia enfríe
mi cuerpo
para sentir tu calor
de nuevo.
Que la noche te traiga
para amarme.
Que mis palabras te enciendan
los ojos.
Que mis pensamientos te busquen
donde estuviste
y ya no estás.
Que el tiempo se mude
de planeta
para quedarnos los dos
como antes.
Que haya una esperanza,
eso es lo que quiero
en definitiva decir,
que quede algo para decirme
que estás vivo.
Pero no estás. 

22/09/1977

Tapa y contratapa de libro de Poemas editado en 2011

Manuscrito rescatado de la ESMA

Tapa del poemario editado en 2004 con el prólogo de Néstor Kirchner.

Juan Gelman escribe sobre Ana María Ponce en la contratapa de Página 12 en 1998
Estos eran, puntualmente, las «mariposas» o volantes que se repartían y tiraban al aire en los actos de la JP y de la FURN en La Plata, por aquellos años

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

(fuentes: https://www.laprimerapiedra.com.ar/, http://www.lasea.org.ar/ y La Ciudad)

Esta nota fue publicada por la revista La Ciudad el 24/3/2021

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