Dirigida por Raimundo Ongaro, mítico dirigente de los gráficos, con el aporte de destacadas figuras, como Rodolfo Walsh, la central obrera impulsaba el socialismo y se enfrentó abiertamente a la dictadura de Juan Carlos Onganía.
Surgida como un cuestionamiento a las conducciones sindicales del peronismo sin Perón, en los años 60, fue la expresión más importante del llamado “sindicalismo combativo”. Allí convergieron peronistas, radicales, socialistas y socialcristianos.
Este año se cumple -como todos los años- se cumple el 28 de marzo un aniversario mas de la creación de la CGT Paseo Colón, también conocida como “CGT de los Argentinos”. Los distintos sectores que agrupaban al grueso del sindicalismo mayoritariamente peronista acudían a un Congreso normalizador en busca de una nueva conducción unificada para enfrentar a la dictadura de la autodenominada Revolución Argentina, encabezada por el general Juan Carlos Onganía y su ministro de Economía Adalbert Krieger Vasena.
El Congreso sesionó durante los días 28, 29 y 30 de marzo de 1968 en la sede de la Unión Tranviarios Automotor (UTA) de la calle Moreno 2969, y se llevó a cabo bajo la advocación de la figura de Amado Olmos, dirigente del gremio de la Sanidad fallecido dos meses antes en un accidente automovilístico, quien había tenido participación protagónica en otros dos Congresos trascendentales para el sindicalismo combativo: el de La Falda (1957) y el de Huerta Grande (1962).
Desde el comienzo se plantearon dos posiciones: quienes pretendían que se reconocieran solo a los sindicatos “en condiciones estatutarias” y quienes sostenían que la unión debía efectuarse al margen de las posiciones estatales. Los primeros, liderados por Augusto Vandor, se retiraron del salón y quienes se quedaron, orientadas por Raimundo Ongaro, secretario general del sindicato de los Gráficos, decidieron iniciar las deliberaciones.
Ongaro será proclamado allí como secretario general de la flamante CGT y al asumir, señalará en su discurso: “Nosotros hemos dicho que preferimos honra sin sindicatos y no los sindicatos sin honra. Mañana nos pueden intervenir. No tenemos aquí ninguna prebenda personal que defender; pues para defender a nuestros compañeros no hace falta el sillón ni el edificio. Lo hacemos porque lo llevamos en la sangre desde que hemos nacido”.
Entre los dirigentes que se destacaron en aquel Congreso se encontraban Ricardo De Luca del sindicato de Navales, que será designado secretario de Prensa, Propaganda, Cultura y Actas; Jorge Di Pasquale y Alfredo Ferraresi, de Farmacia; Julio Guillán, de Telefónicos y Benito Romano, de los azucareros tucumanos (Fotia). Había también dirigentes provenientes del radicalismo como Antonio Scipione, presidente durante 15 años de la Unión Ferroviaria; Patricio Datarmini, que hasta el 2016 fue titular de los Municipales de Buenos Aires, y el socialista Eduardo Arrausi, de la Federación Unica de Viajantes, entre otros.
Peronismo revolucionario. Compartían espacio dentro de esta central sindical sectores del llamado “peronismo revolucionario”, algunos radicales, comunistas, socialistas y socialcristianos. De la sede de la UTA, la CGTA se trasladará al edificio de la Federación Gráfica Bonaerense, Paseo Colón 738. El 1º de abril, un documento da a conocer la orientación contestataria y exhibe su renovada plataforma política, que incluye el reclamo de institucionalización y la libertad para los gremios. Además, hacen un llamado “a la unión de esfuerzos de todos los sectores nacionales, sin odios ni sectarismos, para que libremente y por convicción, sin injerencias y sin pactos, se alce la voz de todos los que reclaman, se rectifiquen los planes oficiales que tantos padecimientos están causando en nuestro país y en nuestro pueblo, demorando su avance a una civilización moral y materialmente superior”. El documento hacía referencia a las encíclicas papales Mater et Magistra, Pacen in terris y Populorum Progre-ssio, que, señala: “Nos alientan a una revolución social y moral que permita a la humanidad librarse de todas las formas de la opresión”.
El otro sector, liderado por Vandor, José Alonso y Eleuterio Cardozo, entre sus principales referentes, se había constituido en la sede de Azopardo 802, donde deliberó el Comité Central Confederal. Quedaban así conformadas dos CGT como ya había ocurrido décadas antes, pero en este caso, ellas reflejaban la división dentro del peronismo, entre los sectores de izquierda combativa y los encuadrados en la lógica de la confrontación y la negociación con el poder político. Ambas, sin embargo, coincidirán un año después en la convocatoria a un paro general y movilización en las jornadas del Cordobazo.
Mensaje del 1° de Mayo y periódico. El 1º de Mayo del 68, la CGTA emitió un mensaje con los siguientes lineamientos: “La propiedad solo debe existir en función social; los trabajadores, auténticos creadores del patrimonio nacional, tenemos derecho a intervenir, no solo en la produ-cción, sino en la administración de empresas y distribución de bienes. Los sectores básicos de la economía pertenecen a la Nación. El comercio exterior, los bancos, el petróleo, la electricidad, la siderurgia y los frigoríficos, deben ser nacionalizados. Los compromisos financieros firmados a espaldas del pueblo no pueden ser reconocidos”.
Ese mismo día se publicaba el primer número del periódico semanal CGT de los Argentinos que dirigen Ricardo De Luca y el periodista y escritor Rodolfo Walsh. Salieron a la calle 55 números y el tiraje total superó el millón de ejemplares cuando salió el Nº 33, el 12 de diciembre de 1968. Salvo los últimos cuatro números que fueron impresos en la clandestinidad y, por lo tanto, distribuidos mano en mano, el resto se vendía en los kioscos. Divulgó las ideas combativas de esa central y denunció lo que llamó “componendas” del poder sindical con el poder militar y el poder económico. Dejó de editarse en febrero de 1970.
El mensaje del 1° de Mayo, dirigido “a los trabajadores y al pueblo”, denunciaba la situación de “un millón y medio de desocupados y subempleados (que) son la medida de este sistema y de este gobierno, elegido por nadie”. Agregaba: “La clase obrera vive su hora más amarga. Convenios suprimidos, derecho de huelga anulado, conquistas pisoteadas, gremios intervenidos, personerías suspendidas, salarios congelados”.
En la sede de Azopardo 802, mientras tanto, se había conformado un nuevo Comité Central Confederal integrado por los dirigentes de los grandes gremios. Se habían reunido el 5 de abril con la presencia de Vandor y Alonso. También se encontraban entre otros, el dirigente de la Carne Eleuterio Cardozo, Vicente Roqué de Molineros y Ramón Baldassini, quien hasta el 2017 ocupó la titularidad del gremio de Correos. Este sector decidirá suspender a todos los gremios “participantes en el Congreso de la calle Moreno”. Quedaba así confirmada la fractura. Con la presencia de 93 delegados representantes de 52 organizaciones, preparará un Congreso extraordinario que elige como secretario general de la central sindical a Vicente Roqué moviendo los hilos y digitando los cargos, junto a Baldassini. Detrás estaban los “peso pesados” del sindicalismo peronista; Vandor y Alonso, acompañados por Cardozo, Maximiliano Castillo y Adolfo Cavalli, entre otros.
Huelga general y Cordobazo. Al iniciarse 1969, la CGTA comienza a sufrir deserciones mientras que la de Azopardo 802 busca aglutinar sindicatos teniendo como leitmotiv la unidad peronista impulsada desde las 62 Organizaciones.
El 30 de mayo, la CGT-Azopardo –orientada por Vandor– y la CGT-Paseo Colón –que lidera Ongaro– coinciden en una huelga general que tiene un fuerte efecto pese a las restricciones que imponía el régimen militar. En Córdoba, el movimiento de protesta liderado por Agustín Tosco (Luz y Fuerza), Elpidio Torres (Mecánicos) y Atilio López (UTA) concita un amplio respaldo de obreros y estudiantes que se lanzan a las calles y son reprimidos por fuerzas policiales y militares. Se produce el Cordobazo y cambia el escenario político nacional, produciendo un cimbronazo que precipitará tiempo después el desplazamiento de Onganía.
Un mes más tarde, el lunes 30 de junio, Vandor es asesinado en la sede de la UOM de la calle La Rioja en una operación comando adjudicada por un grupo guerrillero aunque nunca del todo esclarecida, y ese mismo día el Poder Ejecutivo decreta el Estado de Sitio, interviene más sindicatos y detiene al líder de la CGT de Paseo Colón, Raimundo Ongaro. Las dos vertientes del sindicalismo habían confluido circunstancialmente en su enfrentamiento con el régimen militar, pero volverían a bifurcarse los caminos profundizándose la brecha entre los líderes de los grandes gremios encuadrados en el modelo peronista tradicional, que mantenían el monopolio de la confrontación y la negociación con el poder político, y las corrientes clasistas y combativas que movilizaban el sindicalismo de base, algunas de cuyas vertientes participarían de la lucha armada.
Curiosamente, Ongaro sobrevivirá a todas las batallas, enfrentamientos, persecusiones y matanzas que le siguieron. Detenido y perseguido durante el tercer gobierno peronista, asesinan a uno de sus hijos y marcha al exilio en 1975; regresa al país con el retorno de la democracia en 1984 y permanece al frente de la Federación Gráfica Bonaerense, gremio que lideró desde 1966, hasta su muerte el 1º de agosto de 2016, a los 92 años. Ningún dirigente gremial de primera línea tuvo tan dilatada y fragorosa trayectoria.
Fuerte compromiso social y cultura militante
La experiencia de la CGT de los Argentinos, en sus cuatro años de existencia, dejó sus huellas en la trayectoria del sindicalismo y la política de los años 60 y 70. En sus cuatro años de existencia reunió a organizaciones sindicales y políticas del peronismo revolucionario, la izquierda y la Iglesia Tercermundista. Convergieron también organizaciones estudiantiles, grupos de intelectuales, profesionales y artistas y no faltaron “alcahuetes de los servicios”, según testigos y protagonistas de la época. Además del semanario dirigido por Rodolfo Walsh y cuya redacción integraban entre otros Rogelio García Lupo y Horacio Verbitsky, de allí salieron expresiones de militancia artística como las del pintor Ricardo Carpani, o las del Grupo Cine Liberación que produjo la película La hora de los hornos, de Fernando “Pino” Solanas y Octavio Getino.
* Autores de La lucha continúa. 200 años de historia sindical en la Argentina. (Vergara, 2012), entre otros libros.
Programa de la C.G.T. de los Argentinos del 1 de Mayo de 1968 Mayo de 1968
Confederación General del Trabajo de los Argentinos
Mensaje a los trabajadores y el pueblo – Mayo de 1968
Programa del 1º de Mayo
- Nosotros, representantes de la CGT de los Argentinos, legalmente constituida en el congreso normalizador Amado Olmos, en este Primero de Mayo nos dirigimos al pueblo. Los invitamos a que nos acompañen en un examen de conciencia, una empresa común y un homenaje a los forjadores, a los héroes y los mártires de la clase trabajadora.
En todos los países del mundo ellos han señalado el camino de la liberación. Fueron masacrados en oscuros calabozos como Felipe Vallese, cayeron asesinados en los ingenios tucumanos, como Hilda Guerrero. Padecen todavía en injustas cárceles.
En esas luchas y en esos muertos reconocemos nuestro fundamento, nuestro patrimonio, la tierra que pisamos, la voz con que queremos hablar, los actos que debemos hacer: esa gran revolución incumplida y traicionada pero viva en el corazón de los argentinos.
Durante años solamente nos han exigido sacrificios. Nos aconsejaron que fuésemos austeros: lo hemos sido hasta el hambre. Nos pidieron que aguantáramos un invierno: hemos aguantado diez. Nos exigen que racionalicemos: así vamos perdiendo conquistas que obtuvieron nuestros abuelos. Y cuando no hay humillación que nos falte padecer ni injusticia que reste cometerse con nosotros, se nos pide irónicamente que “participemos”.
Les decimos: ya hemos participado, y no como ejecutores sino como víctimas en las persecuciones, en las torturas, en las movilizaciones, en los despidos, en las intervenciones, en los desalojos. No queremos esa clase de participación.
Un millón y medios de desocupados y subempleados son la medida de este sistema y de este gobierno elegido por nadie. La clase obrera vive su hora más amarga. Convenios suprimidos, derechos de huelga anulados, conquistas pisoteadas, gremios intervenidos, personerías suspendidas, salarios congelados.
La situación del país no puede ser otro que un espejo de la nuestra. El índice de mortalidad infantil es cuatro veces superior al de los países desarrollados, veinte veces superior en zonas de Jujuy donde un niño de cada tres muere antes de cumplir un año de vida. Más de la mitad de la población está parasitada por la anquilostomiasis en el litoral norteño; el cuarenta por ciento de los chicos padecen de bocio en Neuquén; la tuberculosis y el mal de Chagas causan estragos por doquier. La deserción escolar en el ciclo primario llega al sesenta por ciento; al ochenta y tres por ciento en Corrientes, Santiago del Estero y el Chaco; las puertas de los colegios secundarios están entornadas para los hijos de los trabajadores y definitivamente cerradas las de la Universidad.
La década del treinta resucita en todo el país con su cortejo de miseria y de ollas populares. Cuatrocientos pesos son un jornal en los secaderos de yerba, trescientos en los obrajes, en los cañaverales de Tucumán se olvida ya hasta el aspecto del dinero.
A los desalojos rurales se suma ahora la reaccionaria ley de alquileres, que coloca a decenas de miles de comerciantes y pequeños industriales en situación de desalojo, cese de negocios y aniquilamiento del trabajo de muchos años.
No queda ciudad en la República sin su cortejo de villas miserias donde el consumo de agua y energía eléctrica es comparable al de las regiones interiores del África. Un millón de personas se apiñan alrededor de Buenos Aires en condiciones infrahumanas, sometidas a un tratamiento de ghetto y a las razzias nocturnas que nunca afectan las zonas residenciales donde algunos “correctos” funcionarios ultiman la venta del país y donde jueces “impecables” exigen coimas de cuarenta millones de pesos.
Agraviados en nuestra dignidad, heridos en nuestros derechos, despojados de nuestras conquistas, venimos a alzar en el punto donde otros las dejaron, viejas banderas de la lucha. Grandes países que salieron devastados de la guerra, pequeños países que aún hoy soportan invasiones e implacables bombardeos, han reclamado de Este poder de los monopolios que con una mano aniquila a la empresa privada nacional, con la otra amenaza a las empresas del Estado donde la racionalización no es más que el prólogo de la entrega, y anuda los últimos lazos de la dependencia financiera. Es el Fondo Monetario Internacional el que fija el presupuesto del país y decide si nuestra moneda se cotiza o no en los mercados internacionales. Es el Banco Mundial el que planifica nuestras industrias claves. Es el Banco Interamericano de Desarrollo el que indica en qué países podemos comprar. Son las compañías petroleras las que cuadriculan el territorio nacional y de sus mares aledaños con el mapa de sus inicuas concesiones. El proceso de concentración monopolista desatado por el gobierno no perdonará un solo renglón de la actividad nacional. Poco más y sólo faltará desnacionalizar la tradición argentina y los museos.La participación que se nos pide es, además de la ruina de la clase obrera, el consentimiento de la entrega. Y eso no estamos dispuestos a darlo los trabajadores argentinos. La historia del movimiento obrero, nuestra situación concreta como clase y la situación del país nos llevan a cuestionar el fundamento mismo de esta sociedad: la compraventa del trabajo y la propiedad privada de los medios de producción.
Afirmamos que el hombre vale por sí mismo, independientemente de su rendimiento. No se puede ser un capital que rinde un interés, como ocurre en una sociedad regida por los monopolios dentro de la filosofía libreempresista. El trabajo constituye una prolongación de la persona humana, que no debe comprarse ni venderse. Toda compra o venta del trabajo es una forma de esclavitud.
La estructura capitalista del país, fundada en la absoluta propiedad privada de los medios de producción, no satisface sino que frustra las necesidades colectivas, no promueve sino que traba el desarrollo individual. De ella no puede nacer una sociedad justa ni cristiana.
El destino de los bienes es servir a la satisfacción de las necesidades de todos los hombres. En la actualidad, prácticamente todos los bienes se hallan apropiados, pero no todos los hombres pueden satisfacer sus necesidades: el pan tiene dueño pero un dueño sin hambre. He aquí al descubierto la barrera que separa las necesidades humanas de los bienes destinados a satisfacerlas: el derecho de propiedad tal como hoy es ejercido.Los trabajadores de nuestra patria, compenetrados del mensaje evangélico de que los bienes no son propiedad de los hombres sino que los hombres deben administrarlos para que satisfagan las necesidades comunes, proclamamos la necesidad de remover a fondo aquellas estructuras. Para ello retomamos pronunciamientos ya históricos de la clase obrera argentina, a saber:
- La propiedad sólo debe existir en función social.
- Los trabajadores, auténticos creadores del patrimonio nacional, tenemos derecho a intervenir no sólo en la producción, sino en la administración de las empresas y la distribución de los bienes.
- Los sectores básicos de la economía pertenecen a la Nación. El comercio exterior, los bancos, el petróleo, la electricidad, la siderurgia y los frigoríficos deben ser nacionalizados.
- Los compromisos financieros firmados a espaldas del pueblo no pueden ser reconocidos.
- Los monopolios que arruinan nuestra industria y que durante largos años nos han estado despojando, deben ser expulsados sin compensación de ninguna especie.
- Solo una profunda reforma agraria, con las expropiaciones que ella requiera, puede efectivizar el postulado de que la tierra es de quien la trabaja.
- Los hijos de obreros tienen los mismos derechos a todos los niveles de la educación que hoy gozan solamente los miembros de las clases privilegiadas.
- A los que afirman que los trabajadores deben permanecer indiferentes al destino del país y pretenden que nos ocupemos solamente de problemas sindicales, les respondemos con las palabras de un inolvidable compañero,
Amado Olmos, quien días antes de morir, desentrañó para siempre esa
farsa: El obrero no quiere la solución por arriba, porque hace doce años que la sufre y no sirve. El trabajador quiere el sindicalismo integral, que se proyecte hacia el control del poder, que asegura en función de tal el bienestar del pueblo todo. Lo otro es el sindicalismo amarillo, imperialista, que quiere que nos ocupemos solamente de los convenios y las colonias de vacaciones.
Las palabras de Olmos marcan a fuego el sector de dirigentes que acaban de traicionar al pueblo y separarse para siempre del movimiento obrero.
Con su experiencia, que ya era sabiduría profética, explicó los motivos de esa defección.
“Hay dirigentes —dijo—, que han adoptado las formas de vida, los automóviles, las casas, las inversiones y los gustos de la oligarquía a la que dicen combatir. Desde luego con una actitud de ese tipo no pueden encabezar a la clase obrera”.
Son esos mismos dirigentes los que apenas iniciado el congreso normalizador del 28 de marzo, convocado por ellos mismos, estatutariamente reunido, que desde el primer momento sesionó con el quorum necesario, lo abandonaron por no poder dominarlo y cometieron luego la felonía sin precedentes en los anales del sindicalismo de denunciar a sus hermanos ante la Secretaría de Trabajo. Son ellos los que hoy ocupan un edificio vacío y usurpan una sigla, pero han asumido al fin su papel de agentes de un gobierno, de una oligarquía y de un imperialismo
¿Qué duda cabe hoy de que Olmos se refería a esos dirigentes que se autocalifican de “colaboracionistas” y “participacionistas”? Durante más de un lustro cada enemigo de la clase trabajadora, cada argumento de sanciones, cada editorial adverso, ha sostenido que no existía en el país gente tan corrompida como algunos dirigentes sindicales. Costaba creerlo, pero era cierto. Era cierto que rivalizaban en el lujo insolente de sus automóviles y el tamaño de sus quintas de fin de semana, que apilaban fichas en los paños de los casinos y hacían cola en las ventanillas de los hipódromos, que paseaban perros de raza en las exposiciones internacionales.
Esa satisfacción han dado a los enemigos del movimiento obrero, esa amargura a nosotros. Pero es una suerte encontrarlos al fin todos juntos — dirigentes ricos que nunca pudieron unirse para defender trabajadores pobres—, funcionarios y cómplices de un gobierno que se dice llamado a moralizar y separados para siempre de la clase obrera.
Con ellos, que voluntariamente han asumido ese nombre de colaboracionistas, que significa entregadores en el lenguaje internacional de la deslealtad, no hay advenimiento posible. Que se queden con sus animales, sus cuadros, sus automóviles, sus viejos juramentos falsificados, hasta el día inminente en que una ráfaga de decencia los arranque del último sillón y de las últimas representaciones traicionadas.
La CGT de los Argentinos no ofrece a los trabajadores un camino fácil, un panorama risueño, una mentira más. Ofrece a cada uno un puesto de lucha.
Las direcciones indignas deben ser barridas desde las bases. En cada comisión interna, cada gremio, cada federación, cada regional, los
trabajadores deben asumir su responsabilidad histórica hasta que no quede un vestigio de colaboracionismo. Esa es la forma de probar que la unidad sigue intacta y que los falsos caudillos no pueden destruir desde arriba lo que se ha amasado desde abajo con el dolor de tantos.
Este movimiento está ya en marcha, se propaga con fuerza arrasadora por todos los caminos de la República.
Advertimos sin embargo que de la celeridad de ese proceso depende el futuro de los trabajadores. Los sectores interesados del gobierno elegido por nadie no actúan aún contra esta CGT elegida por todos; calculan que la escisión promovida por dirigentes vencidos y fomentada por la Secretaría de Trabajo bastará para distraer unos meses a la clase obrera, mientras se consuman etapas finales de la entrega.
Si nos limitáramos al enfrentamiento con esos dirigentes, aun si los desalojáramos de sus últimas posiciones, seríamos derrotados cuando en el momento del triunfo cayeran sobre nosotros las sanciones que debemos esperar pero no temer.
El movimiento obrero no es un edificio ni cien edificios; no es una personería ni cien personerías; no es un sello de goma ni es un comité; noes una comisión delegada ni es un secretariado. El movimiento obrero es lavoluntad organizada del pueblo y como tal no se puede clausurar ni intervenir.
Perfeccionando esa voluntad pero sobre todo esa Organización debemos combatir con más fuerza que nunca por la libertad, la renovación de los convenios, la vigencia de los salarios, la derogación de leyes como la 17.224 y la 17.709, la reapertura y creación de nuevas fuentes de trabajo, el retiro de las intervenciones y la anulación de las leyes represivas que hoy qofenden a la civilización que conmemora la declaración y el ejercicio de los derechos humanos.
Aun eso no es suficiente. La lucha contra el poder de los monopolios y contra toda forma de penetración extranjera es misión natural de la clase obrera, que ella no puede declinar. La denuncia de esa penetración y la resistencia a la entrega de las empresas nacionales de capital privado o estatal son hoy las formas concretas del enfrentamiento. Porque la Argentina y los argentinos queremos junto con la revolución moral y de elevamiento de los valores humanos ser activos protagonistas y no dependientes en la nueva era tecnológica que transforma al mundo y conmociona a la humanidad.
Y si entonces cayeran sobre nosotros los retiros de personería, las intervenciones y las clausuras, será el momento de recordar lo que dijimos en el congreso normalizador: que a la luz o en la clandestinidad, dentro de la ley o en las catacumbas, este secretariado y este consejo directivo son las únicas autoridades legítimas de los trabajadores argentinos, hasta que podamos reconquistar la libertad y la justicia social y le sea devuelto al pueblo el ejercicio del poder.
7. La CGT de los Argentinos no se considera única actora en el proceso que vive el país, no puede abstenerse de recoger las aspiraciones legítimas de los otros sectores de la comunidad ni de convocarlos a una gran empresa común, no puede siquiera renunciar a la comunicación con sectores que por una errónea inteligencia de su papel verdadero aparecen enfrentados a nuestros intereses.
Apelamos pues:
- A los empresarios nacionales, para que abandonen la suicida política de sumisión a un sistema cuyas primeras víctimas resultan ellos mismos. Los monopolios no perdonan, los bancos extranjeros no perdonan, la entrega no admite exclusiones ni favores personales. Lealmente les decimos: fábrica por fábrica los hemos de combatir en defensa de nuestras conquistas avasalladas, pero con el mismo vigor apoyaremos cada empresa nacional enfrentada con una empresa extranjera. Ustedes eligen sus alianzas: que no tengan que llorar por ellas.
- A los pequeños comerciantes e industriales, amenazados por desalojo en beneficio de cuatro inmobiliarias y un par de monopolios dispuestos a repetir el despojo consumado con la industria, a liquidar los últimos talleres, a comprar por uno lo que vale diez, a barrer hasta con el almacenero y el carnicero de barrio en beneficio del supermercado norteamericano, que es el mercado único, sin competencia posible. Les decimos: su lugar está en la lucha, junto a nosotros.
- A los universitarios, intelectuales, artistas, cuya ubicación no es dudosa frente a un gobierno elegido por nadie que ha intervenido las universidades, quemando libros, aniquilando la cinematografía nacional, censurando el teatro, entorpeciendo el arte. Les recordamos: el campo del intelectual es por definición la conciencia. Un intelectual que no comprende lo que pasa en su tiempo y en su país es una contradicción andante, y el que comprendiendo no actúa, tendrá un lugar en la antología del llanto, no en la historia viva de su tierra.
- A los militares, que tienen por oficio y vocación la defensa de la patria: nadie les ha dicho que deben ser los guardianes de una clase, los verdugos de otra, el sostén de un gobierno que nadie quiere, los consentidores de la penetración extranjera. Aunque se afirme que ustedes no gobiernan, a los ojos del mundo son responsables del gobierno. Con la franqueza que pregonan les decimos: que preferiríamos tenerlos a nuestro lado y del lado de la justicia, pero que no retrocederemos de las posiciones que algunos de ustedes parecieran haber abandonado pues nadie debe ni puede impedir elcumplimiento de la soberana voluntad del pueblo, única base de la autoridad del poder público.
- A los estudiantes queremos verlos junto a nosotros, como de algún modo estuvieron juntos en los hechos, asesinados por los mismos verdugos, Santiago Pampillón y Felipe Vallese. La CGT de los Argentinos no les ofrece halagos ni complacencias, les ofrece una militancia concreta junto a sus hermanos trabajadores.
- A los religiosos de todas las creencias: sólo palabras de gratitud para los más humildes entre ustedes, los que han hecho suyas las palabras evangélicas, los que saben que “el mundo exige el reconocimiento de la dignidad humana en toda su plenitud, la igualdad social de todas las clases”, como se ha firmado en el concilio, los que reconocen que “no se puede servir a Dios y al dinero”. Los centenares de sacerdotes que han estampado su firma al pie del manifiesto con que los obispos del Tercer Mundo llevan a la práctica las enseñanzas de la Populorum Progressio: “La Iglesia durante un siglo ha tolerado al capitalismo… pero no puede más que regocijarse al ver aparecer en la humanidad otro sistema social menos alejado de esa moral… La Iglesia saluda con orgullo y alegría una humanidad nueva donde el honor no pertenece al dinero acumulado entre las manos de unos pocos, sino a los trabajadores obreros y campesinos”.
Ése es el lenguaje que ya han hablado en Tacuarendí, en Tucumán en las villas miserias, valerosos sacerdotes argentinos y que los trabajadores quisiéramos oír en todas las jerarquías.
La CGT convoca en suma a todos los sectores, con la única excepción de minorías entregadoras y dirigentes corrompidos, a movilizarse en los cuatro rincones del país para combatir de frente al imperialismo, los monopolios y el hambre. Esta es la voluntad indudable de un pueblo harto de explotación e hipocresía, herido en su libertad, atacado en sus derechos, ofendido en sus sentimientos, pero dispuesto a ser el único protagonista de su destino.
Sabemos que por defender la decencia todos los inmorales pagarán campañas para destruirnos. Comprendemos que por reclamar libertad, justicia y cumplimiento de la voluntad soberana de los argentinos, nos inventarán todos los rótulos, incluso el de subversivos, y pretenderán asociarnos a secretas conspiraciones que desde ya rechazamos.
Descontamos que por defender la autodeterminación nacional se unirán los explotadores de cualquier latitud para fabricar las infamias que les permitan clausurar nuestra voz, nuestro pensamiento y nuestra vida.
Alertamos que por luchar junto a los pobres, con nuestra única bandera azul y blanca, los viejos y nuevos inquisidores levantarán otras cruces, como vienen haciendo a lo largo de los siglos.
Pero nada nos habrá de detener, ni la cárcel ni la muerte. Porque no se puede encarcelar y matar a todo el pueblo y porque la inmensa mayoría de los argentinos, sin pactos electorales, sin aventuras colaboracionistas ni golpistas, sabe que solo el pueblo salvará al pueblo.
Fuente: http://www.resumenlatinoamericano.org
Esta nota fue publicada por revista La Ciudad el 1/6/2018