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26 de Julio: Evita,  muere y renace siempre.

Por Aída Toscani, “Marisa”     –    

La muerte de Evita en 1952 fue un vendaval que más que afirmaciones desató miles de interrogantes.

Hoy no es necesario buscar esas respuestas. La Historia contrafáctica no es un buen camino de análisis, pues hay cientos de factores imposibles de prever. Cada acontecimiento es producto de un espacio y un tiempo determinado.

Dejando ese juego de ser dioses y manejar el tiempo, podríamos preguntarnos qué cosas pudo construir Evita, al momento de su muerte.

Esa joven mujer, que se había propuesto triunfar en el mundo del cine y el teatro, cuando descubre el potencial de la política, al conocer a Perón, aplica toda su enorme energía a construir una patria diferente a la que había conocido.

Su experiencia actoral le permite enfrentar un micrófono con solidez, en un modelo de sociedad patriarcal, donde la mujer estaba recluida al espacio privado. Pero también es preciso señalar a un Perón que la incluye en las reuniones con dirigentes sindicales o políticos. Durante 1945 y 1946 Eva escucha y aprende. El viaje a Europa en 1947 le permite medir sus capacidades y discutir de igual a igual con el poder político de esa Europa.

A su regreso profundiza el juego de intermediación entre los trabajadores y Perón y entre el conjunto del pueblo más postergado y el líder indiscutido, el hombre que amó y ensalzó hasta el fanatismo.

A partir de ese momento Evita desata una carrera frenética contra las injusticias que sufrían los trabajadores, los viejos, los niños y las mujeres.

En un lugar significativo para Perón y Evita, estaba el reconocimiento al derecho al voto por parte de la mujer. Derecho negado a pesar de las movilizaciones y luchas llevadas a cabo por muchas mujeres en especial socialistas y comunistas. Totalmente negado en el Congreso por el Partido Conservador, pero tampoco impulsado por el Partido Radical en sus catorce años de gobierno, a pesar que fueran proyectos presentados por legisladores de ese espacio político. Lo cual muestra que no confiaban en un criterio progresista de la mujer.

Perón tempranamente abogó por otorgar los derechos políticos a la mujer desde su gestión en la Secretaría de Trabajo y Previsión, pero enfrentó las ácidas críticas de sufragistas como Victoria Ocampo o Alicia Moreau de Justo quienes consideraban vergonzante que un régimen autoritario confiriese ese derecho. Éste debía nacer de la discusión democrática en el Congreso.

Cuando Eva regresa de su periplo por Europa se aboca con pasión a movilizar a las mujeres y presionar sobre los legisladores para que finalmente la mujer pueda definir el gobierno de su Patria.

El discurso de Evita toma en parte los mandatos de la sociedad de ese momento, rescata el papel de la mujer como madre, pero le da nuevos significados pues reconoce en la generosidad y espíritu de servicio del espíritu maternal que la caracteriza, una garantía y fortaleza para defender políticas sociales que impulsen el bienestar del pueblo. La mujer con la especial cualidad de intuición sabe cómo votar. Con estos argumentos rompe el discurso dilatorio, no sólo de los hombres, sino de muchas mujeres que consideraban que la mujer para votar bien, primero debía educarse. Ese argumento lleno de hipocresía servía al patriarcado a dilatar la posibilidad del voto.

A partir de septiembre de 1947 cuando se promulga el derecho al voto femenino se acelera un proceso vertiginoso en el cual se construye un aparato político y social donde la mujer se posiciona como sujeto de la Historia y ocupará con fuerza y eficacia los principales escenarios casi vedados hasta ese momento.

En 1949 Evita organiza el Partido Peronista Femenino que se integrará a la estructura del Peronismo junto con la rama Política y Sindical.

La acción política que vertebrará y buscará orientar el voto femenino a lo largo y ancho de todo el país, lo dirigirán 24 mujeres denominadas delegadas censistas, una por cada provincia o territorio nacional  que fueron cuidadosamente elegidas por Evita, quien las conocía por su destacada militancia dentro del peronismo. En la tarea asignada Eva cuidó y veló por cada una de ellas, tratando de allanarles los problemas que obstaculizaran su trabajo, pero les exigió enormes sacrificios donde no había horarios ni descansos. En esos años, que duró el trabajo de afiliar (se utilizaba el término de censar para no chocar con los prejuicios de la época) se accionó de manera febril para cubrir hasta los rincones más alejados de la Argentina. La tarea no fue sólo política, sino especialmente social porque cada delegada censista y subdelegadas relevaba las necesidades de cada familia en especial los más humildes los más necesitados y el Estado con el largo brazo de la Justicia Social llegó a todos ellos reconociendo en cada necesidad un derecho.

En Entre Ríos la delegada censista fue Juanita Larrauri, una actriz que abrazó la causa del peronismo desde el primer momento y estaba unida a Evita por una estrecha amistad. Ella se encargó de abrir en cada ciudad de la provincia un Partido Peronista Femenino. Al frente del cual se  designó, en cada uno de ellos, una subdelegada que era responsable de crear una Unidad Básica Femenina en los distintos barrios de la ciudad y que dependían de aquel.

El resultado de este eficaz armado político, se vio en el triunfo rotundo que obtuvo el peronismo en las elecciones de noviembre de 1951 donde Perón  fue reelegido y donde la mujer superó la participación del hombre en los comicios, alcanzando un 90,32%  y la fórmula Perón- Quijano ganó por un 62%.

Ocho meses más tarde Evita moría, pero había podido construir una experiencia organizativa que atravesó dictaduras y proscripciones. Desarmó prejuicios y mezquindades mediocres y se sostuvo dura y fuerte y vuelve a florecer en cada militante que grita su nombre defendiendo la soberanía de la Patria.

Bibliografía consultada

Barry, Carolina Evita Capitana. El Partido Peronista Femenino. Argentina: Eduntref.

Bianchi, Susana y Sanchis, Norma (1988). El Partido Peronista Femenino. Buenos Aires: CEAL.

Navarro, Marysa (1994). Evita. Buenos Aires: Grupo Editorial Planeta.

Palermo. Silvana (1998). El sufragio femenino en el Congreso Nacional: ideologías de género y ciudadanía en la Argentina(1916-1955). Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Ravignani. tercera serie (16-17) Buenos Aires.

Valobra, Adriana (2010) Del hogar a las urnas: Recorridos de la ciudadanía política femenina Argentina, 1946-1955. Rosario: Prohistoria.

Esta nota fue publicada por la revista La Ciudad el 26/7/2018

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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