Luego de sellar un decisivo pacto con Juan Domingo Perón, Arturo Frondizi triunfó en las elecciones presidenciales del 23 de febrero de 1958. Durante su gestión, el presidente radical se propuso promover el desarrollo de las industrias básicas -siderurgia, petróleo y maquinarias- recurriendo a la inversión extranjera. Luego obtuvo un crédito del Fondo Monetario Internacional, condicionado al aumento de tarifas, del precio del petróleo y al despido de empleados públicos, lo que le valió la ruptura de la alianza con Perón. En política exterior, el líder radical se opuso a la exclusión de Cuba del sistema interamericano e, intentando oficiar de mediador entre Estados Unidos y el bloque socialista, el 18 agosto de 1961, se entrevistó con Ernesto “Che” Guevara, ministro de Relaciones Exteriores de Cuba. Tras la reunión, debió afrontar un planteo militar, evidencia del malestar que existía en las Fuerzas Armadas. Pocos meses más tarde, el 29 de marzo de 1962 Frondizi sería derrocado. A continuación, transcribimos el testimonio del ex presidente radical sobre la entrevista con el “Che”.
Fuente: Testimonio de Arturo Frondizi en Menotti, Emilia, Arturo Frondizi, Buenos Aires, Editorial Planeta, 1998.
“Llevado a mi presencia, tuvimos una charla absolutamente a solas, que duró aproximadamente unos setenta minutos. Cuando abordamos el tema de la posibilidad de elaborar algún tipo de status de convivencia con Estados Unidos, me hizo notar que lo consideraba improbable por la resistencia de los grupos más duros del país del Norte; pero que, de todas maneras, si yo lo consideraba conveniente, explorara la posibilidad, pues él estaba de acuerdo en buscar, en la medida de lo posible, alguna salida al aislamiento. Si el statu quo entre los Estados Unidos se acordaba a través de la gestión de América latina, Cuba permanecería en el sistema interamericano. De lo contrario deberían los Estados Unidos negociarlo con la Unión Soviética, y Cuba integraría entonces el sistema del Pacto de Varsovia, como efectivamente sucedió. Mi interlocutor opinaba no obstante que el camino de América pasaría en algún momento por un enfrentamiento total con Estados Unidos. Creía que en pocos años América latina se transformaría en un gigantesco Vietnam. Nosotros expusimos nuestra tesis sobre la integración y el desarrollo. Guevara aparecía algo desencantado con respecto al curso de la revolución cubana, sobre todo porque descreía ya de las posibilidades de una industrialización acelerada por falta de medios de financiamiento. Cuando salió de la entrevista, en un comentario marginal que hizo en el reducido grupo de los que habían participado del trámite, confesó risueñamente que habían tenido que “encañonar” a los rusos para que les financiaran una acería con capacidad para 700.000 toneladas. Nunca más lo volví a ver. Pocos meses después yo sería derrocado; él encontraría la muerte, años más tarde, en la selva boliviana, empeñado en el estéril intento de “fabricar” una revolución en un medio que desconocía y ante un pueblo sufrido que, como todos los del mundo, aspira a su rendición pero para hacerla por sí mismo, con sus formas propias de participación y movilización.”
Fuente: www.elhistoriador.com.ar
Entretelones de la entrevista:
Dada la cercanía de Buenos Aires con Punta del Este o Montevideo, el presidente Frondizi analizó la posibilidad de mantener una reunión secreta con Guevara.
El contacto para realizar la maniobra fue Jorge «Perro» Carretoni, funcionario del Consejo Federal de Inversiones (CFI) y ex diputado nacional durante el período 1958-1960.
Una mañana de julio –que no me pudo precisar durante varios encuentros mantenidos en febrero de 2014– entró en la residencia presidencial de Olivos con Mario Valotta, un médico joven por quien Elenita Frondizi tenía una amistad y al cual el presidente escuchaba con especial atención. Pocos años más tarde integraría el Movimiento Revolucionario Peronista y se declararía marxista.
Mientras se dirigían al chalet del presidente, Valotta le dijo a Carretoni: «De esta reunión, ni mu a nadie. ¿Está claro, Perro?».
El presidente le preguntó a Carretoni si conocía a Guevara y éste le contestó que no, pero que conocía a su amigo Ricardo Rojo. «Tantéelo, muéstrese interesado en conocer a Guevara… en su caso, no le va a extrañar, pero ni que por asomo aparezca yo en el asunto… Usted es un buen negociador, sabe cómo hacer eso».
En pocos días, Carretoni aparecería integrando la delegación argentina a la conferencia del CIES. Cuarenta y ocho horas antes de viajar a Uruguay volvió a encontrarse con Frondizi, esta vez en la Casa de Gobierno.
«Carretoni –le dijo el presidente argentino–, debemos saber si ellos están dispuestos al diálogo con gobiernos democráticos de América Latina o están decididos a confrontar con todos. De entrada deje bien en claro que usted es mi representante, que será, al máximo posible, transmisor fiel de mi pensamiento… pero que usted no tiene autoridad para comprometerme a mí y menos al gobierno. Señale que este curso de colisión que hoy lleva Cuba puede poner en riesgo la paz del continente y del mundo».
El primer encuentro entre Carretoni y Guevara se realizó el 8 de agosto, por mediación de Ricardo Rojo. Se llevó a cabo en el Hotel Playa, sobre la playa Brava, a la una de la madrugada. Todo se desenvolvió normalmente hasta que el enviado argentino le dijo a Guevara que venía en cumplimiento de «una misión y que la naturaleza de la misma impedía la presencia de testigos». Fue un momento difícil, porque Ricardo Rojo debía retirarse.
«Guevara escuchó atentamente el mensaje que traía del presidente argentino, no se pronunció sobre la cuestión de fondo, y sus líneas expositivas fueron dos: las verdaderas intenciones de Frondizi y su real capacidad de maniobra nacional e internacional».
A las 4 de la madrugada se separaron, cuando el Che, con una sonrisa, le dijo: «¿La seguimos mañana, Jorge?».
Al día siguiente, pasada la medianoche, volvieron a encontrarse en el mismo lugar. Esta vez, Carretoni explicó nuevamente el sentido de su viaje a Punta del Este, «insinuando con más énfasis que la noche anterior que, detrás de todo esto, estaba Kennedy. Fue solo una insinuación, pues Frondizi a mí no había dicho más que eso. La reunión se extendió hasta las 2 de la madrugada… y Guevara planteó qué beneficios obtendría Cuba».
El representante de Frondizi tomó notas que repasó ante Guevara: carácter de la invitación –¿oficial o privada?–; objetivos y temario, agenda abierta; problemas de seguridad, confidencialidad del desplazamiento.
El 10 de agosto Carretoni viajó a Montevideo y de allí a Buenos Aires en avión comercial. A poco de llegar, se reunió con Mario Valotta en el restaurante Chiquín y le hizo un pormenorizado relato de las conversaciones.
«La OEA no le interesaba a Cuba gran cosa; y lo de la Alianza para el Progreso le interesaba si EE.UU. estaba dispuesto a poner 20.000 millones de dólares y entregar su manejo (administración) a un ente independiente de la OEA», resumió.
Al día siguiente, en horas del mediodía, volvió a encontrase con Frondizi en la residencia de Olivos. «Se vio que el presidente y Valotta habían trabajado sobre el asunto y prácticamente Frondizi me dictó la propuesta: visita privada y propuesta del mismo carácter para Castro; otras partes interesadas: EE.UU. y Brasil; objetivos: ni la OEA ni la Alianza, no inserción en el Pacto de Varsovia y mejoramiento de relaciones para evitar hegemonía de Rusia; agenda abierta; en la seguridad de Guevara comprometía su honor».
Carretoni le dijo al presidente que cuando se hablaba de los EE.UU. y Brasil con Guevara debía dar nombres propios. «Y Frondizi me autorizó a hablar de Kennedy y Quadros. Ese mismo día, a las 12 de la noche, estaba de vuelta en Punta del Este».
El sábado 12 se volvieron a encontrar, esta vez, en las oficinas que la delegación cubana tenía en la sede de la conferencia, y «se habló de un tema que yo había omitido mencionar y trataba sobre la exportación de la Revolución Cubana a Latinoamérica. Nos vimos dos días después y ya nos quedaba solo fijar fecha, lugar y hora del encuentro con Frondizi. Con este motivo, viajé a Buenos Aires y me reuní con el presidente en la Casa de Gobierno, y decidimos: día: viernes 18 de agosto; lugar: residencia presidencial de Olivos».
«El viaje en avión privado que aterrizaría en el aeropuerto de Don Torcuato, donde lo esperarían oficiales navales de la custodia presidencial, costó 25.000 pesos y se pagó con un préstamo del Consejo Federal de Inversiones (CFI). Yo no debía participar del vuelo». El día establecido, en la zona privada del aeropuerto de Montevideo, Ernesto Guevara, al momento de subirse al taxi aéreo Bonanza, matrícula 439 CX-AK P, observó que Carretoni estiraba su mano intentando despedirse. Era la instrucción presidencial.
Guevara le dijo: «Vamos, Jorge, si tú no viajas yo no viajo», y Carretoni no cumplió con Frondizi, pero el viaje de Guevara pudo concretarse. Ramón Aja Castro, director del Departamento de Asuntos Latinoamericanos de la cancillería de Cuba, también fue de la partida.
Ernesto «Che» Guevara entró a la residencia de Olivos acompañado de dos oficiales navales de rostro adusto que lo custodiaban (Emilio Filipich y Fernando García). Lo cuidaron durante su corta estadía en la Argentina. Había temor de que pudiera sufrir un atentado.
Según el embajador Albino Gómez, el diplomático y asesor de Frondizi, oficiales de la Fuerza Aérea soñaron con asesinarlo contando con el visto bueno del brigadier Jorge Rojas Silveyra, secretario del Arma.
El comandante Guevara entró al chalet presidencial con aspecto de cansado. Según palabras de Gómez:
«El Che vino con su ropa de campaña y la gente que lo admira se molesta conmigo porque siempre dije que no lo vi entrar erguido como un revolucionario ni un guerrero, sino con un paso cansino. Si me obligás a una similitud, caigo en Cantinflas, por supuesto, solo en la imagen física y sin intentar con esto ninguna falta de respeto. Creo que, además, venía cansado, tanto que durmió durante la hora de viaje en avión hasta que llegó. Supongo que también sabría que esa conversación podría brindarle información más útil a Frondizi que a él mismo. A Fidel lo había visto con otra prestancia física. Y nunca cansado, con una vitalidad desbordante».
Luego de la entrevista entre Frondizi y Guevara, como no podía ser de otra manera, muchos decían contar con algunos detalles de la conversación. En mi caso, me he basado en lo que escribió Albino Gómez, porque él fue el encargado de redactar una minuta del encuentro dictada por el presidente argentino (relato de Gómez al autor del 19 de enero de 2014).
Primero debería decirse que entre los dos había veinte años de diferencia. Frondizi era de 1908 y Guevara de 1928. Luego existía una enorme distancia intelectual. Frondizi era uno de los políticos argentinos más cultos de ese momento. Hasta se dio el lujo de preguntarle al Che si había leído mucho sobre comunismo y teoría marxista, y éste tuvo que reconocer que no. Guevara se explayó sobre algunas cuestiones que, con el tiempo, se demostró que no eran verdaderas. En especial, cuando dijo que Cuba quería permanecer en el sistema interamericano y que estaba dispuesta a entenderse con los EE.UU. y «construir un Estado socialista con autonomía absoluta de la Unión Soviética». Reconoció que «el reparto de tierra había fracasado» y se olvidó de decir que él, al frente del Instituto Nacional de Reforma Agraria (INRA), era el principal responsable.
De todas maneras, lo que sostuvo hasta ahí no es grave desde la mirada argentina. Lo más grave y delicado fue cuando estimó, frente al presidente de la República, que «la forma de llegar al socialismo [según él] entendía que no había otro camino para los países chicos y pobres que el de la violencia».
Esta nota fue publicada por la revista La Ciudad el 21/8/2022