Por Susy Quinteros –
Analizar la problemática de la violencia en la sociedad actual se torna sumamente difícil. La violencia fue, es y será una constante en todo el mundo. A partir de los cambios que se han generado en las conductas violentas de la sociedad en general y de los jóvenes en particular, se observa que quizás la respuesta esté en el grado de disconformidad que tienen los individuos relacionados con las expectativas de vida y la imposibilidad de alcanzar los objetivos deseados.
Históricamente, siempre se ha intentado encontrarle una explicación a la violencia, y desde un principio se sospechó que el papel de la herencia era fundamental. Se pensó que de padres criminales salían hijos violentos. Pero las últimas décadas los avances en las técnicas de imagen en el estudio del cerebro han facilitado la investigación y se han publicado numerosos y serios trabajos sobre cerebro y violencia humana, desestimando esas teorías por considerarlas demasiado simplistas. Como todos los comportamientos complejos del ser humano es un proceso biológico que empieza y termina en el cerebro como resultado de una interacción con el medio ambiente. En él se guarda la huella de nuestras experiencias a través del lenguaje químico y se registran en el sistema nervioso. En algunas ocasiones, ya sea en el trabajo, en la vida cotidiana o para defendernos todos necesitamos ser agresivos. Es larga la lista de factores que intervienen en un comportamiento violento: complicaciones en el nacimiento; hormonas, neurotransmisores, daño cerebral, educación, enfermedad mental entre otros. Cuantos más factores biológicos y culturales se combinen más altas son las probabilidades de que se desarrolle un comportamiento violento.
Factores familiares
La crisis de nuestra sociedad generada por nuestros dirigentes, por situaciones de incertidumbre e inseguridad, por inestabilidad económica, se trasladan a las familias, unidad y sostén de nuestro pueblo. En consecuencia aparecen conflictos conyugales y familiares, que provocan falta de comunicación, baja afectividad y rendimiento escolar, depresión social entre otros síntomas, con la consecuente aparición de enfermedades que llevan a los niños y adolescentes a la consulta médica. Los elementos contenedores o factores protectores está en las familias y su entorno y en la toda la sociedad. Los comportamientos sociales cotidianos envían permanentes señales contradictorias y patológicas. La puesta de límites es un verdadero desafío para los padres. Debemos tener en cuenta que los adolescentes por ejemplo, son el emergente de una sociedad cada vez más violenta e insegura.
Factores educacionales
La educación transita un camino lleno de enormes falencias, alejada del marco de contención que debería tener como factor protector de los niños y jóvenes. Sin políticas educativas apropiadas y sin intención de revertir esta problemática, avanzamos hacia una realidad cada vez más decadente. Los resultados de los exámenes de ingreso a las universidades hablan por sí solos. Es necesario mejorar la calidad de los docentes partiendo de una capacitación acorde a los nuevos desafíos y reformular la idea de “qué educación queremos brindar”. Es imprescindible una verdadera revolución educativa, con partidas presupuestarias que permitan a los docentes tener salarios dignos, sin recurrir a otras actividades; y acceder a cursos de actualización que jerarquice sus funciones. Los padres deben también comprometerse en la tarea educativa, y en las normas de convivencia participando de forma activa.
Factores sociales
El origen de la violencia comienza en la familia, luego en la escuela y finaliza en la sociedad. En la calle tenemos pruebas concretas que se ponen de manifiesto por ejemplo en los lugares de esparcimiento, los estadios deportivos, y en los colegios. Desde la dirigencia en general se envían permanentes señales de insensibilidad, soberbia y frivolidad. A veces, es difícil comprender el aumento de las conductas violentas porque hay muchos responsables Quizás la mayor apuesta para frenarla y constituir una sociedad más sana, está en la unidad central que es la familia, allí están los elementos sustanciales para construir una pirámide de base sólida que se multiplique y abarque a todos los estratos sociales.
Factores jurídicos y de seguridad
Es necesario tener en cuenta las normativas legales que fueron suscriptas por nuestro país y que están en vigencia, referidas a los derechos del niño y de los jóvenes. Allí se garantiza no sólo el derecho a la vida, a la educación, la salud, la alimentación, sino también el derecho a no ser partícipes en las guerras. A pesar de estos enunciados, la violación de estos derechos se lleva a cabo entre nosotros, de manera cotidiana. Ni la justicia ni las fuerzas de seguridad los hacen cumplir, cuando en realidad deberían generar reglamentos y leyes acordes al respeto del hombre por el hombre, inherentes a una verdadera democracia.
Factores políticos y dirigenciales
Tal vez en este factor esté la clave de todos los conflictos que nos afectan. Aquí se generan las verdaderas políticas, las que deben mejorar las condiciones de vida de las personas sin distinciones ni desigualdades, con recursos adecuados para favorecer la educación, la salud, la seguridad y la justicia. Si priman los intereses personales y mezquinos, las conductas frívolas de los políticos y dirigentes de turno sin pensar en el bien común y el bienestar del prójimo, será imposible llegar a conformar una sociedad digna, sedienta de buenos ejemplos, con condiciones de vida más justas.
La biología y la violencia humana
La búsqueda de un medio capaz de frenar la violencia humana es motivo de permanente preocupación por parte de los científicos. La investigación ha descubierto algunas claves para interpretar la relación entre la biología y los comportamientos agresivos.
El cerebro es una masa gelatinosa compuesto por billones de neuronas que entrecruzan mensajes entre sí y se modulan constantemente de manera impredecible. A través de la vida se crea nuestro perfil neuroquímico y al enfrentarnos a nuevas situaciones parte de nuestras reacciones dependen de él. Entre los factores químicos que intervienen en la violencia, el papel de la serotonina es fundamental, ya que es quien transporta los mensajes entre las neuronas.
Los jóvenes en situación de riesgo o vulnerabilidad son por lo general los que crecen en un ambiente familiar poco propicio para su desarrollo. Se refugian en las nuevas teconologías o en severas adicciones. Estarán a salvo si la sociedad en su conjunto, padres, educadores, funcionarios y legisladores ordenan las prioridades, debaten y resuelven las cada vez más acuciantes necesidades que forman parte de sus realidades.
Fuente consultada: “Biología de la violencia” de la neurocientífica Debra Niehoff
