Como señala un influyente economista local, el “deporte nacional” sigue siendo fugar divisas. Aunque el dólar esté barato, el ahorrista desconfía.
El periódico Ambito Financiero da a conocer detalles del preocupante crecimiento de la fuga de capitales que se está produciendo, debilitando las reservas logradas en función de la toma de deuda.
Si bien aún restan contabilizar los últimos datos del año pasado, el balance preliminar de los dos primeros años de la gestión de Cambiemos muestra que el superávit de la cuenta capital del balance de pagos ascendió a más de u$s70.000 millones. ¿Adónde fueron esos capitales que ingresaron al país?, sería la pregunta del millón. Un somero pantallazo por los datos macro muestran que poco más de u$s20.000 millones fueron a engrosar las reservas internacionales del Banco Central, otros u$s20.000 millones tuvieron como destino financiar el déficit de la cuenta corriente. Y el resto, a los bolsillos de los ahorristas. O sea, más de u$s30.000 millones satisfacieron la demanda por atesoramiento del público.
Como señala un reconocido gurú del mercado local al mirar estos datos, el «deporte nacional» no es el pato ni el fútbol, es… ¡fugar capitales! Vale recordar que en el último año del kirchnerismo, el total de la demanda de dólares para atesoramiento fue apenas superior a los u$s8.200 millones. Luego, en 2016, casi se llegó a los u$s10.000 millones, marcando un nivel promedio mensual de u$s824 millones. Sin embargo, en el segundo año de la era Macri, el nivel de atesoramiento promedio mensual trepó por encima de los u$s1.700 millones (claro que hubo picos de más de u$s3.000 millones en medio de las PASO), así la fuga de capitales se perfila cercana a los u$s20.000 millones (a octubre sumaba casi u$s18.000 millones). A la hora de buscar «culpables» y en medio de los reclamos por el nivel del tipo de cambio real, muchos miran al turismo que se llevará, por lo menos, más de u$s9.000 millones el año pasado. Pero también se van divisas por la importación desmedida de autos que se llevan otro tanto. O sea, entre los argentinos que viajan al exterior y aquellos que compran autos importados, prácticamente representan la misma cuantía en que subieron las reservas del BCRA.
Está claro que el sector externo no puede abastecer a todos. Es decir no hay dólares para viajar, comprar autos, importar insumos y máquinas, afrontar los vencimientos de la deuda, sino es que los inversores internacionales siguen financiando esta fiesta del gasto. La historia sería muy distinta si gran parte del endeudamiento se explicara por un fuerte aumento de la inversión externa directa, o sea, la que todos los países anhelan, la productiva. Por ahora no es el caso de Argentina. Esta vulnerabilidad no se corrige solo con ajustar el tipo de cambio nominal. Eso es pan para hoy y hambre para mañana. Conlleva un ataque integral sobre todo en pos de recuperar y detonar un boom exportador, que es la fuente genuina del ingreso de divisas del exterior. Mientras tanto el gobierno deberá continuar recurriendo al financiamiento del exterior. Por ello, ir reduciendo esta dependencia es clave porque cualquier estornudo en los mercados internacionales puede generar serios inconvenientes. La historia argentina es aleccionadora en cuanto a que los desequilibrios macro, fiscal y externos, fueron corregidos por importantes crisis macroeconómcas. La culpa no es de la gente que viaje al exterior ni el que compra un auto importado. El problema que esto no es sustentable.