Por Cristina Espinoza –
El mencionado Museo fue mi lugar de trabajo por un período de 18 años (1991/2009) desempeñando mi función como guía. He sido afortunada de trabajar haciendo lo que me gusta, amaba mi trabajo y atesoro los mejores recuerdos de mi estadía en ésa vieja casona que tanta historia encierran sus paredes. No puedo dejar de mencionar y recordar al Director de los Museos Municipales de ése entonces al brillante y distinguido Profesor Miguel Ángel Gregori, el querido Profe. Todas las tardes (mate de por medio) manteníamos extensas charlas de historia, me transmitía sus conocimientos, sus investigaciones, un deleite escucharlo. Me enseñó a amar la historia de mi país y de mi ciudad, lo recuerdo con una particular estima y agradecimiento.
En cuanto a la historia de ésta vieja casona les contaré: Como se ha mencionado con anterioridad nuestra ciudad fue fundada por Don Tomás de Rocamora el 25/06/1783, apenas 10 años más tarde se construye ésta casa siendo su primer propietario Don Lorenzo López (en uno de los ángulos de la chacra que le fuera concedida por el Cabildo).
Don Lorenzo fue el segundo esposo de Tadea Florentina Jordán, viuda del paraguayo Gregorio Ramírez, que era ya madre de 3 hijos. Uno de ellos fue Francisco Ramírez (Pancho) el futuro Supremo Entrerriano, contaba con 6 años de edad cuando fue a vivir a esta casa, es decir que pasó parte de su niñez y adolescencia en ella.
Parte muy joven (19 años) como chasqui, a luchar por sus ideales. También nace en ésta casa su medio hermano Ricardo López Jordán, Gobernador de la Provincia y guerrero de la Independencia. Con posterioridad pasó a ser propiedad de la familia de Don Andrés Narciso Calventos. Estaba casado con Doña Rosa Gonzales y éste matrimonio tuvo numerosa descendencia, casi todas hijas mujeres (Norberta, Rafaela, Segunda, Dolores, Tomás, Mariquita, Manuela y Domitila).
Se destacan dos de ellas Norberta y Segunda. Norberta por haber sido la novia eterna de Francisco Ramírez y Segunda por haber mantenido relaciones con el Gral. Urquiza, de dicha relación nacieron cuatro hijos Teófilo, Diógenes, Waldino y José que fueron legitimados por Ley del Congreso de Paraná (1855).
El más destacado sin duda fue Diógenes brillante abogado, diplomático y fiel asesor de su padre. Según la tradición oral (válida cuando no hay documentación) nos cuenta que Norberta alentaba la esperanza de que se casaría con Francisco al regreso de Santa Fe, hecho que no sucede ya que está la tragedia de por medio. En Río Seco hoy Santa Fe fue emboscado por las tropas enemigas de Estanislao López (Gobernador de Santa Fe) quien lo mandara matar.
Para apresarlo le tocaron lo que más quería: su compañera de batalla, La Delfina. Al ver que la tomaban prisionera y escuchar sus pedidos de socorro; Ramírez regresa -como hombre- a socorrerla, momento que aprovechan para dispararle con un certero tiro en el pecho, cae de su caballo e inmediatamente lo decapitan y su cabeza fue tomada como trofeo la colocaron en una punta de lanza con los respectivos hurras y vivas.
La cabeza estuvo en varias postas hasta que llegó a manos de Estanislao López quien la hace disecar y da la orden de que la coloquen dentro de una jaula con barrotes de hierro para exhibirla como escarnio a sus enemigos.
Y es así que la cuelga en la puerta de la iglesia La Inmaculada de Santa Fe. El padre Aguiar al ver tal acto de salvajismo la hace retirar de inmediato, pero fue colocada en el Cabildo y exhibida, posteriormente fue sepultada en el Convento de los Domínicos.
Norberta había quedado a la espera de su amado y con su ajuar preparado, al anoticiarse de la tragedia no aceptó la realidad, se aferró a la ilusión la esperanza de que fuera un error, que él iba a regresar y se casarían. Lo cierto es que renuncia a su vida como mujer y se pasa esperándolo. Solía sentarse detrás de una ventana esperando ver la polvareda de la tropa de su amado. Sobrevive muchos años ya que muere a los 91 años, y dejó expresa su última voluntad «el día que muriera se la velase y se la entierre con el vestido de novia que nunca pudo ponerse» y se respetó su voluntad.
Fue velada en la habitación, hoy el escritorio de Panizza. El féretro rodeado de cuatro velones y las paredes cubiertas de velos negros. Y así se va hilvanando la historia.
El Gral. Belgrano acompañado de su secretario Ramón de Anchoris, de regreso de la Campaña del Paraguay, descansó durante unos días en la casa cuando iba camino a Montevideo a hacerse cargo del ejército que sitiaba a aquella ciudad. Este hecho se frustró porque debió viajar de urgencia a Buenos Aires.
Las habitaciones también conocieron el brillo de las recepciones como la que se le tributó al General Alvear después de la victoria de Ituzaingó.
El Gral. de la Independencia Ramón Balcarce después de renunciar a la Gobernación de Buenos Aires vino a nuestra ciudad y falleció en ésta vieja casa el 12 de noviembre de 1836.
Sirvió como bastión de defensa de la Invasión de Madariaga y Hornos el 21 de noviembre de 1852 siendo uno de los siete cantones apostados en defensa de la ciudad.
Luego vienen los años de oscuridad y de silencio hasta el año 1927 que aparece el Dr. Delio Panizza, sabiendo la historia que encerraban ésas paredes compra la casa la restaura respetando su puro estilo colonial y se instala a vivir.
El Dr. Panizza nació en Rosario del Tala el 26 de enero de 1893 fue abogado, doctor en leyes, poeta, amante de la historia, investigador, coleccionista.
Radicado en Gualeguay hasta el año 1927 en que se traslada a nuestra ciudad donde vivió hasta su muerte el 7 de agosto de 1965, también dejó expresa su última voluntad: “DESEO QUE ME SEPULTEN DE PIÉ COMO HE VIVIDO”. Está sepultado en nuestro cementerio local a escasos metros de la entrada principal en cuya tumba tiene una lápida con el epitafio que deseaba. Se respetó su voluntad.
Debo acotar que fue un coleccionista muy particular no solo coleccionaba objetos antiguos sino objetos que pertenecieran a alguien relevante y tuviese historia.
¡Cada objeto de su amplia colección habla tiene su propia historia y eso es lo interesante!
Algo más sobre La Delfina: Ramírez conoció a La Delfina en La República Oriental del Uruguay cuando estaba en buenas relaciones con Artigas y al verla quedó prendado por su belleza, coraje y valentía inusual mujer de ésa época, en que había tanto pruritos, montaba a caballo como lo hacían los hombres (las mujeres lo hacían sentadas de costado). Para colmo iba al frente de la tropa, por eso fue mal vista, pero fue su gran amor y compañera de batalla. Lo compartían todo y dormían bajo el cielo estrellado. Era una pelirroja muy bonita y usaba una chaqueta roja y un sombrero negro con una pluma de avestruz. En la puerta cancel (original de la casa) del Museo Casa Delio Panizza hay un agregado por Panizza en el óvalo central de dicha reja: una pluma de ñandú como emblema que representa (según la tradición charrúa) la libertad y la justicia.
