Por Bernardo Salduna, ex vocal del STJER –
Corrían los primeros meses del año 80, cuarto año del régimen cívico militar que presidía el general Videla. Por ese tiempo había decaído un tanto el poder castrense y mermado bastante la dura y sangrienta represión de los años 76, 77 y 78. Pero todavía se producían episodios que marcaban que el peligro no terminaba.
En una oportunidad, me tocó intervenir como abogado en defensa de una pareja, maestra ella, empleado él, detenidos arbitrariamente, conducidos al Regimiento local, y de ahí, trasladados a Paraná, en averiguación de supuestos antecedentes “subversivos”.
Pocos días después esta persona , maestra y excelente persona y su pareja , que, por supuesto, nada tenían que ver con ninguna “subversión”, fueron puestas en libertad, con las disculpas de caso por parte del general Trimarco, jefe del Cuerpo III de Paraná.
Obvio los detalles, referidos entonces, sobre condiciones de detención , vejámenes , humillaciones, interrogatorios exhaustivos, los que doy por sobreentendido. Solamente recuerdo el amargo sabor que me dejó el episodio. Al extremo que, comentándolo con un amigo expresé mis sentimiento de bronca contenida en términos más o menos “¡Cómo me gustaría algún día tener enfrente mío alguno de los responsables de estas atrocidades para retorcerle el cogote!”
Cosas del destino que no podía ni imaginar: apenas tres o cuatro años más tarde lo tuve enfrente mío en un escritorio nada menos que a Jorge Rafael Videla.
Retornada la democracia en 1983 fui electo diputado nacional por Entre Ríos. Me tocó formar parte de una comisión investigadora de un negociado importante de la época militar. Esto es el traspaso al Estado al costo de 400 millones de dólares de una empresa de capitales suizos, obsoleta, la Compañía Italo Argentina de Electricidad. Y ahí estaba Videla, conducido por un par de guardias, el responsable mayor de tantas cosas, sentado frente a legisladores de la democracia, teniendo que responder acerca de su participación en el evento. Contra lo que podía esperar, de acuerdo a la imagen formada, me encontré frente a un caballero, de suaves y ceremoniosos modales. Cordial y amable, que respondía firme y calmadamente a las preguntas, sin demostrar en momento alguno, ni enojo ni impaciencia.
Cuando entró hizo un movimiento instintivo de estirar el brazo, que enseguida recogió al ver que ninguno reaccionaba en el mismo sentido, y corría el riesgo de quedar con la mano tendida. Elípticamente, trataba de escapar de las respuestas directas, pero nunca iba al choque.
Recuerdo que le manifesté mi extrañeza que un gobierno como el suyo, con el ministro Martínez de Hoz que decía adscribir a la ideología “liberal” , en este caso se resolvían por estatizar una empresa deficitaria, y pagándola a un valor muy superior al real. “Es un interesante punto de vista”, fue la respuesta, sin darme explicación alguna sobre la flagrante contradicción. Le recordé la circunstancia que Martínez de Hoz era accionista de la empresa estatizada.
Que ese tema fue denunciado por la revista “Cuestionario”, la de mayor tiraje por entonces, que al poco tiempo debió cerrar sus ediciones y su director, Rodolfo Terragno, partir precipitadamente exiliado a Venezuela.
-“Fue una coincidencia casual”, afirmó el ex general.
-“¿ Qué me puede decir del secuestro y desaparición del ex embajador Hidalgo Solá?”
-“¡Ojalá pudiera responderle señor diputado! ¡Era gran amigo mío! Debe haber sido víctima de la subversión”
-“Pero general, lo secuestraron a pocos metros de su despacho presidencial, inmediatamente de una entrevista con usted…”
-Fue una casualidad…
(Me acordé de una frase de “El Extranjero” de Albert Camus: “la casualidad tiene muchas fechorías sobre su cabeza”).
Era increíble su manejo de la lógica:
-“Al fin y al cabo, y eso lo dije muchas veces, el objetivo del Proceso de Reorganización Nacional era llegar a una democracia fuerte. Con idas y vueltas, eso se logró, me siento muy orgulloso”
(se olvidaba decir que la democracia era el resultado precisamente del fracaso de la dictadura)
Cuando se tocó el tema de detenidos y desaparecidos:
-“Se vivía un tiempo de guerra. Yo no podía saber al detalle lo que ocurría más abajo” (sin embargo, a principios de 1976 el general Videla había declarado la “victoria” en la guerra contra la subversión. Años más tarde reconocería ante el periodista Ceferino Reato que ningún cabo, sargento u oficial de menor jerarquía podía resolver por sí el destino de un detenido, sin orden “de arriba”).
En una parte de su declaración contó que muchas personas, hombres y mujeres, empresarios, sindicalistas, religiosos, periodistas y políticos lo visitaban, cuando era comandante en jefe, para pedir que las Fuerzas Armadas se hicieran cargo del gobierno.
Y después, para aplaudir muchas medidas tomadas en la lucha “contra la subversión”.
Probablemente en esto no faltare a la verdad:
A pesar de los buenos modales, se podía apreciar que se trataba de una mentalidad cerrada, en un mundo interior, concebido por él y para él. La realidad no parecía tener cabida en la simpleza de sus esquemas. No se atisbaba ni la remota presencia de un cargo de conciencia arrepentimiento o autocrítica. Por el contrario, un sincero convencimiento de haber hecho las cosas bien, que sólo Dios podía pedirle cuentas. Resultaba difícil encontrar puntos comunes de diálogo.
El presidente de la Comisión cerró el acto, lo despedimos, y los custodios lo condujeron a su lugar de detención.
Por supuesto , no lo tomé del cogote, como lo ambicionaba años atrás, ni ejercí ninguna violencia física ni verbal.
Lo destacable es que tampoco lo hicieron, ni antes ni después, otros que seguramente guardaban agravios mucho mayores.
Poco tiempo más tarde del episodio narrado, actuó la Justicia, pueden rememorarse en la excelente película “Argentina 1985”. Un Tribunal civil en democracia juzgó, condenó o absolvió según las pruebas a la primer Junta Militar del Proceso (lo muestra la película referida). Algunos, indultados o amnistiados, murieron en libertad.
Videla no tuvo esa suerte, se reabrieron los procesos en su contra, falleció en el baño de una celda.
Como dijo el Fiscal Strassera en su recordado alegato, la democracia no pediría un tratamiento fuera de la ley. Pero “No descartamos que otro tribunal de más alta jerarquía se haga cargo oportunamente de ello”.
Fuente: Diario Junio