¡Vamos Miguel!
Por Susy Quinteros –
Miguel es ayudante de un albañil. Tiene grandes ojos, manos maltratadas por el trabajo y el pelo endurecido por el uso del cemento y la cal. Es simple, de inteligencia esmirriada que compensa con voluntad y extrema dedicación soportando la exigencia de un patrón que con órdenes imperiosas le pide la mezcla que después extenderá sobre los ladrillos o la escalera, los baldes o las bolsas de cemento. Al cumplidor le tartamudean las piernas y corre como perdiz con la cabeza gacha para cumplir con los encimados pedidos. El movimiento le instala un color rosáceo en las mejillas y, a pesar del frío un hilo de transpiración le divide la cara en dos. ¡Apure que nos vamos! —¿Qué hora es Miguel? ¡Traiga otro balde Miguel! —El oficial, vestido con el color del trabajo, pantalón y camisa azulados, se detiene un instante sin saber que hacer primero. Dirige una rápida mirada hacia la bicicleta que apoyada en un árbol parece decirle:
—¡vamos Miguel! vamos a pescar que la mañana es una muchacha que se desnuda en la orilla y tiene peces en los ojos—.
