LAS PASTAFROLAS DE PESADO
por Rodolfo Oscar Negri –
La señora de Pesado era una mujer delicada, siempre bien arreglada, pintada, instruida (maestra, aunque no se si alguna vez estuvo con un grado a cargo), culta y no parecía para nada compatible con su marido, el desaliñado Pesado. Camionero tosco, que -producto de detenerse en las rutas- aprovechaba para “levantar” productos que estaban sembrados a la vera de las mismas.
Una vez trajo dos enormes huevos de avestruz. Los llevó a casa (conocedor de que mamá era buena cocinera) y se los regaló.
Mamá, después de romper uno –que tenía muy mal aspecto- y de un breve estudio del segundo, me dijo “tirá estas porquerías al tacho de la basura”. Rápidamente hizo dos pastafrolas (con huevos de gallina, por supuesto) y cuando las tuvo listas me dijo: “llevale una a Pesado y agradecele los huevos”. Eso hice.
Cuando vió el regalo que le traía, sus ojos brillaron y una sonrisa se dibujó en su rostro. Me agradeció. Cerro la puerta y alcancé a escuchar, cuando me iba, que a viva voz, decía: “¡Che vieja, si que sos inservible, vos mucho librito de aquí, librito de allá; pero mirá la pastafrola hermosa que hizo Estrella –así se llamaba mamá- con los huevos que vos me despreciaste! y agregó ¡Si hasta parece hecha con huevos de gallina!”.
Creo que mamá nunca le dijo la verdad, pero tuvo que cocinar –cada dos o tres meses- nuevas pastafrolas cada vez que aparecía Pesado con una enorme sonrisa y dos enormes huevos de avestruz en sus manos.
(Este cuento está incluído en el material del libro “Diez pasos de pantalones Cortos” de Rodolfo Oscar Negri, editado en marzo de 2010.)
Esta nota fue publicada por la revista La Ciudad el 4/12/2022
