Con una mirada crítica y con perspectiva de género, la escritora Ana González describe su trabajo participativo y militante para emponderar a las mujeres en nuestra sociedad. “Muchas autoras escriben pero están invisibilizadas”, argumenta.
Relato en primera persona:
Uno de los puntos más altos de este año fue abordar la temática femenina, es ese sentido para mí fue maravilloso ser coautora y ejecutora (junto con Marga Presas) del Proyecto Bien pudiera ser, que culminó en una antología digital homónima que recientemente registré en la Dirección Nacional de Derecho de autor. La misma convocó a 19 mujeres escritoras, algunas de nuestra ciudad , de Gualeguaychú, Colón, Mar del Plata y La Plata. Es una obra bellísima que diagramé y edité ,con la colaboración de Pascual Pontelli, y que además se enriqueció con la participación de maravillosas obras plásticas de artistas de nuestra ciudad.
Si bien la expectativa eran la edición gráfica y un encuentro no pierdo las esperanzas de que para el próximo 8 M se publique y organice un encuentro entre las participantes de tan bella obra que estoy segura merece repercusión y mayor difusión que la de las redes.
Respecto de la importancia de esa obra observo que hay una carencia de material contemporáneo y cercano de mujeres de hoy que escriben y son activas culturalmente en nuestro medio y que están invisibilizadas a pesar de lo mucho que se dice sobre la participación de las mujeres.
En relación al mismo tema me gustó muchísimo conocer en mi viaje a Italia la obra de Isabella de Morra (precursora del feminismo), una escritora renacentista italiana, cautiva en su castillo y asesinada por sus feroces hermanos, quienes no aprobaban su independencia cultural e ideológica y cuya sepultura es aún desconocida
A ella dediqué dos poemas, uno Isabella pájaro de luz fue publicado en Somos el grito , República Dominicana y el otro Isabella, isla bella que será publicado este mes en Revista Zur, Nro 2 b. de la Universidad de Frontera Temuco Chile.
Para finalizar puedo afirmar que la literatura es un don y un trabajo, un desafío y un riesgo pero también una fuente de amistad y de belleza; un bien, un tesoro que está al alcance de la mano para el que se anime a tocarlo y a poseerlo…
Cerca del cielo
Hay que andar por la puna de Antofagasta de la Sierra
para tocar la soledad que apremia,
solo ruta y distancia.
El camino asciende lento,
cual serpiente costeando los volcanes,
salteando escupitajos rocosos de lava negra,
observando ríos lechosos de piedra pómez
presintiendo los ecos de una batalla que se libró hace siglos.
Aquí hay silencio, pero las piedras hablan
y el cielo es un manto purísimo azul fuerte
donde unas nubes sutiles dibujan apenas
unas puntillas blancas.
Alguna vega cada tanto da un verdor musgoso,
es amarillo maíz el tono de las pocas plantas
y el corazón de la tierra late en aguas termales.
Hay allí tanta belleza salvaje,
que sobran las palabras.
Sin premura se avanza,
falta el aire, son más de tres mil metros;
se atraviesa la mirada dulce de la vicuña
que filma tu atrevimiento
tras el brillo de sus ojazos oscuros.
Algún Suri aparece de pronto en lo lejano
su temerosa huída lo vuelve un punto opaco
entre arenales, y no hay ya rastro posible.
Todo se esfuma en el horizonte rojo, bellamente hostil
los corrales de vicuñas esperan las manos al costado,
las lagunas a veces congeladas
mecen ahora a los patos silvestres;
es julio y quedan pocos flamencos rezagados.
(fuente: https://www.daleconcepcion.com.ar/)