Por Sara Liponezky (*) –
La autora desarrolla el significado de la palabra y el concepto “Patria” y el uso y abuso que se ha hecho de ella. “Quizás la fuerza de esas imágenes y epopeyas, aunque aparecen sin la imperfección humana y no muestran un acto colectivo, sea nuestro verdadero y perdurable anclaje en la pertenencia a una comunidad nacional, provincial y comarcal”, señala.
El origen de la palabra nos indica que viene de la familia etimológica de padre, “país del padre”, acepción que hoy parece desactualizada a la luz de las recurrentes y múltiples migraciones que por diversas razones, vienen atravesando los tiempos.
Es así como podemos hallar una expresión más actualizada como “tierra natal o adoptiva ordenada como nación, a la que se siente ligado el ser humano por vínculos jurídicos, históricos y afectivos”.
La definición escolar más conocida dice: “Es la tierra donde se ha nacido”, soslayando de alguna manera, el devenir histórico y sus cambios. No negamos, sin embargo, que hay una contribución esencial desde la escuela y en la primera etapa de nuestra vida. Aunque sesgada, dogmática y poco rigurosa con el pasado real, nos impregna de símbolos, nombres y gestas, constitutivos de nuestra identidad. Quizás la fuerza de esas imágenes y epopeyas, aunque aparecen sin la imperfección humana y no muestran un acto colectivo, sea nuestro verdadero y perdurable anclaje en la pertenencia a una comunidad nacional, provincial y comarcal.
Una enseñanza inicial que después, según sea nuestro trayecto y nuestra vocación nacional, se pondrá en tensión cada vez que intentemos desafiar el coloniaje cultural, que también nos impregna.
Manipulaciones
Pero no es precisamente la escuela quien ha hecho uso y abuso de tan magna palabra, han sido otras y otros actores institucionales e informales con alto impacto en nuestra sociedad. Es una evidencia clara que cuando se apela en forma reiterada, para sostener un interés personal y de ocasión a figuras valiosas o a palabras cargadas de sentido, esa manipulación insolente termina devaluándolos.
Asistimos a infinitos ejemplos que excederían esta reflexión sobre lo que nos inspira la efeméride. La reivindicación impostada y sin compromiso de nuestros próceres, la apelación al Papa, con su liderazgo potente, al pueblo (como destinatario de cierto desvelo), a la Ética, a Perón y Evita por citar algunos, nos confirma que la degradación social, en la cosa pública y la cultura, se plasma también en nuestro lenguaje.
Creo firmemente que la evocación de un hecho-mojón en el proceso de nuestra independencia, que implicó ideas transformadoras y democráticas en un contexto de dominación colonial y autocracia -aunque no convocaron a la mayoría del pueblo-, siempre nos interpela, provocando una mirada retrospectiva que nos comprende. Que nos moviliza a emular ciertas ideas y conductas, desangelados y humanizados, pero de indiscutible vigencia.
Más allá de los Padres de la Patria (alguna vez se incluirán las madres) y en horas tan cruentas y difíciles cuando decir su nombre, ver flamear la bandera o escuchar el himno nos emociona, hay dos referencias de autores cuya posición política fue antagónica. Dos pensamientos para destacar.
Uno de aquel luminoso y militante poeta del pueblo, Leopoldo Marechal que decía: “La patria es un dolor que no tiene bautismo”. Mientras Borges, ese enorme talento universal sin arraigo argentino así concluía sus estrofas memorables tituladas “Nadie es la Patria”: “Nadie es la patria, pero todos lo somos. Arda en mi pecho y en el vuestro, incesante, ese límpido fuego misterioso”.
(*) Directora del Museo Provincial Hogar Escuela Eva Perón
(fuente: El Diario)