* Por Juan Martin Garay (*) –
En la carta encíclica “Laborem Exercens”, el Papa Juan Pablo II (hoy santo) nos habla de que el trabajo constituye una dimensión fundamental de la existencia del ser humano. Pues entiende que con su trabajo las personas se procuran el pan cotidiano, contribuyen al continuo progreso de las ciencias y la técnica, y sobre todo a la incesante elevación cultural y moral de la sociedad en la que viven en comunidad con sus semejantes. Como vemos (y bien sabemos todos) el trabajo dignifica, algo claro en una línea de desarrollo orgánico de la acción y enseñanza social de la Iglesia Católica.
Esta encíclica -dedicada al trabajo humano- se dio a conocer en el año 1981, tercero del Pontificado de Juan Pablo II, en el marco de los noventa años desde la publicación por León XIII (el gran Pontífice de la “cuestión social”) de la carta solemne “Rerum Novarum”. La cuestión social siempre estuvo presente en esos años, ocupando la atención de la Iglesia Católica, incluso en el Concilio Vaticano II.
En “Laborem Exercens” se entiende que desde el instinto innato de supervivencia, el ser humano está llamado al trabajo. Eso lo distinguen del resto de las criaturas de este mundo, solamente los seres humanos son capaces de trabajar, llenando a la vez con el trabajo su existencia sobre la tierra. De este modo el trabajo lleva en sí un signo particular de las personas y de la humanidad, el rol activo en medio de una comunidad; este signo determina su característica interior y constituye en cierto sentido su misma naturaleza.
Día Internacional del Trabajo o Día del Trabajador
Al 1° de mayo se lo conmemora en razón de la lucha de los llamados “Mártires de Chicago”, un hito histórico de acción reivindicativa por los derechos laborales y sociales de todos los trabajadores.
La Doctrina Justicialista adopta la postura de la Doctrina Social de la Iglesia Católica en materia del trabajo y de éste como ordenador social, por tal motivo entiende la necesidad de solucionar los problemas sociales mediante la colaboración de todos los sectores productivos.
En el año 1944, reivindicando al Papa León XIII, Perón expresó que “la lucha inútil, como toda lucha, no produce sino destrucción de valores”, esto decía porque no creía que la solución de los problemas sociales estaba en seguir la lucha entre el capital y el trabajo.
Por las conquistas sociales y laborales a la postre, y con un tinte conmemorativo con un sentido más patriótico y nacional, el Justicialismo impuso en sus albores que el 1° de mayo sea la “Fiesta de los Trabajadores”.
Con Perón Presidente se festejarán los 1° de mayo bajo el manto de la paz, armonía y agradecimiento. Así lo dejaba claro en sus apreciaciones públicas:
“La defensa de los trabajadores se hace sólo por los trabajadores mismos. Que se fortalezcan nuestras organizaciones para que muchos 1° de mayo nos sorprendan en el grado de felicidad y dignidad que hoy disfrutamos. El día 1° de mayo, que recuerda la infamia más horrorosa de la historia del trabajo del mundo, nos brinda a nosotros, hombres justos, la oportunidad de mostrar la cara limpia de los hombres humildes frente al cielo límpido de la Patria, como una promesa de sacrificio eterno, para que esas injusticias cesen en el mundo y para que en nuestra tierra no permita Dios que jamás reine nuevamente la injusticia. Que cada Primero de Mayo sea para nosotros un altar levantado en cada corazón para revivir la memoria de los que murieron en defensa de los pueblos, esos héroes anónimos que nadie recuerda porque han sido abandonados en la lucha anónima de todos los días. Para ellos, nuestro reconocimiento; para ellos el mejor recuerdo de nuestro corazón de hombres de trabajo y de hombres buenos. No pasará en mi vida, probablemente, ningún Primero de mayo sin que yo dirija mi recuerdo a esa inolvidable mujer (Eva Perón), porque ella fue la amiga sincera y la defensora de los trabajadores en todas las horas de su vida, desde sus luchas en la Secretaria de Trabajo hasta el postrer momento de su vida, cuando ella, que tenía fe en mí y conocía mi vocación, murió diciéndome que no abandonase jamás a los trabajadores”.
El tiempo que vivimos en esta etapa que nos atraviesa es complejo y complicado, el que viene por delante también. Claramente el pueblo trabajador no está para festejo alguno, al menos por ahora. El Justicialismo, con el sentido patriótico bajo la inspiración cristiana que legaran Eva y Perón, nada fue, nada es ni será sin el Movimiento Obrero Organizado. A ese Movimiento los Justicialistas les debemos nuestra existencia.
El trabajo dignifica
El problema político de representación actual deja trunco -lamentablemente- la resolución estructural de lo económico y así la solución profunda y real de lo laboral.
Los constantes paliativos que se reiteran desde la crisis del 2001 nunca serán la solución pues atentan contra la cultura del trabajo y la consolidación del núcleo básico de toda sociedad, las familias; junto con cualquier posibilidad de organizar la comunidad de manera efectiva.
A la convicción de la inteligencia, que adquiere a la vez el carácter de una convicción de fe, la única verdad sigue siendo la realidad, por eso afirmamos más que nunca que el trabajo dignifica. Bienaventurados quienes tengan la posibilidad de llevar el pan a la mesa fruto de su trabajo, pero fundamentalmente toda la fuerza y acompañamiento para que quienes no lo tienen pronto lo consigan.
(*) Secretario de Gobierno de la Municipalidad de Concepción del Uruguay desde el 2019. Presidente de Bloque Concejales del PJ 2017-2019. Presidente Comisión Hacienda y Presupuesto 2015-2019. Decano del Colegio Mayor Universitario de Santa Fe 2003-2004.
(fuente: La Calle)