Los actos oficiales por el 25 de Mayo se realizaron este jueves en Concepción del Uruguay. La jornada comenzó con el izamiento de la bandera argentina, a las 8 en el mástil de Plaza Ramírez pese a las inclemencias climáticas. Dos horas después, el Padre Oscar Menescardi tuvo a cargo el Tedeum en la Basílica Inmaculada Concepción, con la presencia del intendente José Lauritto y autoridades judiciales, de las Fuerzas Armadas y de Seguridad, funcionarios provinciales y municipales, y vecinos que acompañaron la ceremonia.
El Tedeum contó con la actuación del Coro Estable Municipal, y la presencia de abanderados y escoltas de establecimientos educativos y las Fuerzas.
Acto central en el Colegio
La lluvia no permitió que el acto principal se desarrollara en Plaza Ramírez, por lo cual se realizó en el salón de actos del Colegio del Uruguay “Justo José de Urquiza”, donde participaron autoridades y banderas de ceremonia que habían estado en la Basílica.
Dos oradores se refirieron al hecho conmemorado este jueves. La niña Zoe Gurnel, estudiante de la Escuela “Nicolás Avellaneda”, ratificó el actual compromiso “con aquella expresión de voz que se hacía escuchar para dar vida a la flamante Nación argentina”. También refirió a los patriotas de 1810 como quienes “tuvieron un sentimiento profundo de libertad y en virtud de ello estuvieron dispuestos a luchar y conseguir nuestra identidad”, la cual debe continuar siendo desarrollada “para seguir creciendo y desarrollándonos como ciudadanos independientes”.
La Palabra Oficial: Martín Oliva
El mensaje oficial se dio en la voz del Vice-Intendente, Dr. Martín Oliva. Estas son sus palabras:
Sr. Presidente Municipal, Sres. concejales, funcionarios de gestión municipal, Sres. jefes de las Fuerzas vivas de nuestra ciudad, docentes, alumnos, vecinos, Sra. Rectora
Hay momento en la vida en los que se producen transformaciones, cambios tan grandes e importantes que significan un antes y un después de dicho evento:
No quiero abundar demasiado en detalles por cuanto no soy historiador, pero antes de acercarnos a este hecho quiero subrayar algunas características del contexto internacional de aquel mayo de 1810 en el territorio del Virreynato del Río de la Plata.
Eran los primeros años del siglo XIX y estaban puestas todas las expectativas en el desarrollo de las ciencias, la tecnología, la organización de Estados nacionales, regidos por Constituciones, y las palabras “progreso indefinido” auguraban días de bienestar y felicidad para todos los pueblos
La industria abría las puertas a nuevas formas de trabajo, el hierro y el acero desvelaban la imaginación de ingenieros y arquitectos en las grandes construcciones. En tanto, la educación, el arte, la literatura, la música y el teatro exploraban nuevas respuestas a una realidad cada vez más dinámica, más exigente y más esperanzadora en términos de prosperidad. Es el tiempo en que la razón, se levanta y decide que el conocimiento, la investigación y la organización de la sociedad es garantía de adelanto, de avance, de una mejor convivencia. Este era el clima político, ideológico y espiritual que se vivía en Europa y también en los Estados Unidos. Este era el “tempero”, ánimo, con que regresaban los viajeros rioplatenses a nuestra América¸ a nuestras pequeñas aldeas, y este era el aliento que nuestros intelectuales criollos encontraban en los libros que llegaban del otro lado del Atlántico. En tanto, en lo profundo de nuestro territorio americano, aleteaba con fuerza un sentimiento autónomo que esperaba paciente la oportunidad de sentirse libre de los mandatos hispanoamericanos.
La lectura de un artículo del historiador Luna me acerco a una de las tantas interpretaciones del 25 de Mayo de 1810 que, desde luego, explican este hecho como la expresión más genuina de un sistema que a través de la interacción de todos sus integrantes generó un proceso revolucionario:
Por un lado, la ruptura con todo lo español, su cultura, sus tradiciones y lenguaje. Los españoles fueron bien pronto llamados los “godos” o los “maturrangos”. El símbolo de la nueva nación fue el sol, de clara huella incaica, acuñado en monedas y medallas.
La militarización de la sociedad fue el otro factor determinante (resultado de la previa organización contra las invasiones inglesas)
Militarización y no militarismo, puesto que en el orden político los gobiernos que se suceden serán gobiernos civiles. Militarización, en el sentido de improvisación de milicias a partir de la nada. Todos se sumaron a esta necesaria actitud de defensa y ataque a las fuerzas del rey español. Intelectuales y comerciantes, curas y frailes, niños y jóvenes, esclavos y gauchos, mujeres, todos se habían alistado.
Y en tercer lugar, se modificó la estructura social. Desaparece el sistema español de castas por un nuevo tejido con diferentes estamentos, menos rígidos más flexibles. El prestigio en este nuevo tiempo social y político, que aún no podemos denominar democrático, se valoriza en términos de reputación por el valor militar, el éxito económico, o la inteligencia.
He aquí, entonces, cambios profundos a partir del 25 mayo de 1810, aun cuando la Revolución no vino sujeta a la Independencia como en otras naciones de la época, pero fue definitoria en términos de actitudes de un pueblo: actitud antiespañola, actitud vital de supervivencia de una sociedad que decide defenderse, y actitud convivencial con nuevos códigos de relación e interacción.
El 25 de mayo fue –para nuestra naciente nacionalidad- uno de esos quiebres. Una realidad que había sido de una manera hasta ese momento, tomó un rumbo diferente y resultó un cambio tal, que mereció que llamemos al evento como “revolución”
Insisto, no somos historiadores. Nuestra intención es realizar una interpretación de lo que aquella gesta significo y nos dice para el hoy, para el ahora. Queremos transpolar su mensaje a nuestros días.
La vida, la legislación y la costumbre –hasta ese momento- daban un rango de privilegio a quienes tenían como lugar de nacimiento a España. La transformación criolla buscaba –entre otras muchas cosas- un cambio que redundaba en la vida de todos y de cada uno de quienes habitaban en aquella, nuestra tierra. No es algo retórico, ni solamente declamativo aquello que afirmaba: “Que naides sea más que naides”. Lo decía Artigas y lo repetía Ramírez. Esa simple afirmación de los patriotas de nuestra tierra, contenía un significando que implicaba una alteración fundamental que terminaba con la odiosa discriminación y que mejoraba y cambiaba la vida y las posibilidades que los criollos habían tenido hasta entonces. No era la primera vez que se intentaba en la América española pero la revolución de mayo significó el primer grito triunfante de los criollos, que iniciaría una gesta heroica que generaría una nueva y gran nación latinoamericana.
Pero aún hoy y libres del yugo colonial, pero con otras realidades y desafíos, todavía el objetivo de igualar las posibilidades de las personas es un desafío pendiente.
En la sociedad moderna la única manera de tener iguales posibilidades es contar con un mismo nivel básico de conocimiento. Ser libre e independiente es poder elegir entre las opciones que da la vida y para ello es imprescindible el conocerlas. El conocimiento es poder, de allí que la posibilidad para un futuro mejor tiene solo tres llaves: educación, educación y más educación. Porque solo puede ser libre quien maneja el conocimiento y por eso decimos que la gran herramienta para la liberación tanto de cada uno individualmente como de la sociedad de la que formamos parte, es a partir del conocimiento y de la capacitación.
Nadie puede labrarse un destino digno si no se capacita, si no tiene el conocimiento para encontrar el camino adecuado. Por eso, esas posibilidades tienen que estar al alcance de todos.
Esto tiene que ver también con las instituciones. El Estado –institución básica por excelencia- hoy tiene la obligación de dar respuesta a una sociedad demandante y en la medida de que no lo haga, avanzaran los poderosos, aprovechándose de quienes tienen menos posibilidades.
«Todo lo que no se legisla explícita y taxativamente en favor del más débil, queda implícitamente legislado en favor del más fuerte. No es el poderoso el que necesita el amparo legal. El tiene su propia ley, que es su propia fuerza.», decía ese gran patriota que fue Raúl Scalabrini Ortiz.
Por eso, y en beneficio de los que más necesitan, la revolución hoy pasa una transformación del Estado, donde el conocimiento y la capacitación de quienes forman parte de él, lo conviertan en el mecanismo eficiente que dé las mejores y más efectivas respuestas a las necesidades de una sociedad que demanda una vida mejor, que esa, y no otra debe ser la función fundamental del mismo y lo que le da sentido a la política.
Por esos parámetros pasa hoy la transformación revolucionaria que imaginaron los prohombres que forjaron nuestra nacionalidad y que dieron aquel valiente paso que en este aniversario hoy recordamos.
Nuestra obligación entonces en esa línea, es estar a la altura de las circunstancias logrando y brindando lo que son hoy los requerimientos y las necesidades de nuestro pueblo.
¡Feliz Día de la Patria para todos!
