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La azarosa historia del hijo santafecino de Manuel Belgrano

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 -Le voy a decir algo: usted es hijo de un hombre más grande que yo que se llama Manuel Belgrano, dijo Juan Manuel de Rosas.
Pedro tenía 21 años. Lo miró, pensó y le contestó.
 -Entonces desde ahora voy a ser Pedro Rosas y Belgrano.

Pedro Rosas y Belgrano, fue hijo ilegítimo de la unión entre Manuel Belgrano y María Josefa Ezcurra en 1813.
María Josefa se casó con su primo Juan Esteban Ezcurra, que se volvió a España después de la Revolución de Mayo y la dejó sola. Entonces ella encontró refugio en Belgrano.
Se supone que en una noche de amor en Tucumán concibieron a Pedro, pero ninguno de los dos asumió la paternidad.
Por eso, el chico se fue a vivir con Encarnación Ezcurra, hermana de María Josefa, que estaba casada con Juan Manuel de Rosas.
Rosas lo adoptó como si fuera un hijo propio y cuando lo creyó conveniente, le explicó su historia.

Los detalles de un amor

Manuel Joaquín del Corazón de Jesús Belgrano nació en Buenos Aires el 3 de junio de 1770, siendo su padre un inmigrante ligur llamado Domenico Francesco Gaetano Belgrano Peri, nacido en Oneglia, ciudad-puerto cercana a Génova, Italia; y su madre, una criolla, nacida en Santiago del Estero, llamada María Josefa González Caseros.

Luego de concluir sus estudios de nivel medio en el Real Colegio de San Carlos (origen del actual Colegio Nacional de Buenos Aires), y de finalizar sus estudios universitarios en España, de regreso al país conoció a María Josefa Ezcurra, nacida en Buenos Aires el 26 de noviembre de 1785, integrante de una tradicional familia de la Gran Aldea, compuesta por sus padres, Juan Ignacio Ezcurra, de origen navarro de Pamplona, y la criolla Teodora Arguibel. Cabe apuntar que María Josefa tenía varios hermanos y entre ellos, a Encarnación, figura de vital participación en esta poco conocida historia de afectos, sentimientos encontrados y separaciones.

Como expresáramos, hacia el año 1802, cuando nuestro personaje se encontraba en plena juventud comenzó a frecuentar cada vez más asiduamente a María Josefa, ora en tertulias o saraos en casa de familias amigas, ora en encuentros furtivos, naciendo con el paso del tiempo un ardiente e irrefrenable amor, que perduró muchos años a pesar de los contratiempos que impedían su continuidad y cristalización definitiva.

Urgida intervención familiar

Pero al tomar conocimiento los padres de María Josefa de la incipiente relación afectiva que involucraba a su hija con Manuel Belgrano -cuyas pretensiones no aceptaban-, dispusieron, según costumbres de la época, que se celebrara prontamente su matrimonio con un primo de origen navarro, recién llegado del reino de España. Se llamaba Juan Esteban Ezcurra, y efectivamente se concretó, prolongándose la relación durante nueve largos años. Con posterioridad, por razones de índole política vinculadas con la Revolución de Mayo, y otras de carácter personal que se mantienen ocultas para la historia, se produjo la separación de cuerpos de los cónyuges, aunque se mantuvo incólume el vínculo matrimonial hasta el fallecimiento del esposo, acaecido en Pamplona.

A todo esto, Belgrano, que se había trasladado temporariamente a España para realizar sus estudios en las universidades de Salamanca, primero, y Valladolid, después, estaba de regreso en Buenos Aires con su flamante diploma de abogado o, para mejor decir, bachiller en Leyes, según la terminología de la época, título obtenido de manera brillante en una exitosa carrera universitaria. En esos momentos, fuertes sentimientos afectivos lo llevaron a reanudar, aunque en el mayor de los secretos, su relación con María Josefa, quien no había tenido hijos en el matrimonio con su primo.

Sin embargo, por disposición de la Junta de Gobierno, Belgrano debió marchar con urgencia a San Salvador de Jujuy para hacerse cargo de la conducción del Ejército del Norte o, más propiamente, del Ejército Auxiliar del Perú, mientras María Josefa permanecía en Buenos Aires con su familia paterna.

Pero poco después, en una actitud inusual para esa época de rigurosos principios sociales, María Josefa viajó en carruaje a San Salvador de Jujuy para encontrarse con su amado general, asumiendo los riesgos e inconvenientes de un periplo de esa naturaleza, dado lo inhóspito del trayecto y la ausencia mínima de comodidades y ámbitos propicios para descansar con alguna seguridad.

Embarazo en Tucumán, nacimiento en Santa Fe

Por fin, luego de 45 días de un fatigoso viaje cubierto de vicisitudes desagradables e inesperadas situaciones de peligro, nuestros personajes se encontraron en la mencionada ciudad del noroeste a principios de 1811, aunque pronto debieron trasladarse a San Miguel de Tucumán, luego del Éxodo Jujeño ocurrido en agosto de 1812 por determinación táctica del general. Allí vivieron sus momentos de máxima felicidad, quedando María Josefa embarazada en octubre de 1812.

En razón de las circunstancias personales de la futura madre y la vigencia del vínculo conyugal que la unía a Juan Esteban Ezcurra, ambos decidieron que lo mejor sería que el parto se produjera en un lugar alejado de Buenos Aires con el fin de evitar un previsible y fuerte reproche social. Así fue que se eligió la estancia de unos amigos, muy cercana a la ciudad de Santa Fe; probablemente una propiedad de Francisco Antonio Candioti o de Gregoria Pérez de Denis, aunque algunos historiadores sostienen que podría tratarse de un establecimiento rural de Juan Manuel de Rosas ubicado en cercanías de la Villa del Rosario. Lo cierto es que el 29 de julio de 1813 nació el niño que fue anotado y bautizado en la iglesia Matriz (Catedral) de Santa Fe como huérfano o expósito, partida en la que su madre figura como madrina de bautismo.

El niño vivió en Santa Fe algunos meses con su madre, y luego fue adoptado por una hermana de ésta, la ya mencionada Encarnación, quien recientemente había contraído nupcias con Juan Manuel de Rosas. Por eso, el futuro gobernador de Buenos Aires aparecerá en el futuro como padre de la criatura, en tanto que el niño se llamará Pedro Pablo Rosas, hasta la edad de veinte años. En ese momento, Rosas revelará que su verdadero padre había sido el General Manuel Belgrano y que su madre era María Josefa Ezcurra, a quien Pedro Pablo llamaba tía.

La azarosa vida de Pedro Rosas y Belgrano

Conforme a los datos históricos más aceptables, fue criado por los Ortiz de Rozas y se hizo hombre junto a esta familia. Estanislao S. Zeballos afirma que era “sobrino de don Juan Manuel, y de conocida familia de Buenos Aires”.

En 1837 se desempeñaba como juez de paz y comandante militar interino de Azul, ciudad donde tenía sus intereses privados. En ese mismo año es informado por Juan M. de Rosas de su verdadera condición familiar, comenzando a firmar, a partir de entonces, como Pedro Belgrano. Tres años después figura como capitán del 5º escuadrón de Milicias de Caballería, y desde 1841 hasta 1848 como juez de paz de Azul. En 1846, siguiendo instrucciones de Rosas, conferenció con el cacique Quechuden, hijo de Painé, a quien pidió la entrega del coronel Manuel Baigorria, asilado en Trenel; pero el cacique esquivó el reclamo argumentando que no tenía instrucciones para dicho objeto. Tres años después, en 1849, dirigió una expedición a Tapalqué, contra la indiada. Rosas y Belgrano fue un firme factor de progreso para Azul, cuya población cubrió contra los peligros del salvaje.

Durante el sitio de Montevideo cumplió una misión secreta ante Oribe, confiada por don Juan Manuel. Pero después de Caseros se puso al servicio de Urquiza. De tal suerte, el 1º de junio de 1852 figura revistando en Azul, como coronel del Regimiento 11º de Guardias Nacionales de Caballería. Con motivo de la revolución liberal del 11 de setiembre de ese mismo año, quedó segregado de la Confederación y entró a servir al Estado de Buenos Aires. Por eso, al sublevarse el coronel Hilario Lagos –de quien era compadre-, Rosas y Belgrano desembarcó con efectivos leales en Ajó, en compañía del coronel Matías Ramos Mejía, y se unió a las fuerzas del coronel Agustín Costa, fuerte estanciero del sur bonaerense. Formó entonces en Azul un ejército integrado en su mayor parte por indios y marchó al norte del Salado.

El 22 de enero de 1853 libró combate en el Rincón de San Gregorio con el Ejército Federal de Operaciones del Sud, que comandaba el general Gregorio Paz, partidario de Lagos. La indiada de Rosas fue neutralizada por un oportuno movimiento del coronel Juan Francisco Olmos, del Estado Mayor federal. El coronel Rosas fue tomado prisionero y llevado a San José de Flores. José Hernández, que peleó en las filas del hijo de Belgrano, recordaba años después: “El último Rosas que conservaba en el Sud un resto de prestigio, penetró en la Provincia de Buenos Aires en 1852 trayendo en sus filas los indios que se encontraron en la batalla de San Gregorio. Se dispersaron como en Caseros, después de inútiles cargas dadas en medio de sus salvajes alaridos, y desde la costa del Salado hasta sus tolderías, distantes más de ochenta leguas, no hicieron sino saquear cuanto hallaron…”.

Como nos informa la historiadora Cristina V. Minutolo, el coronel Rosas y Belgrano fue sometido a un tribunal militar, en la quinta de Ambrosio Lezica en Flores. Dicho tribunal fue compuesto por los jefes Juan Isidro Quesada, Manuel Alejandro Pueyrredón, Matías Rivero, Baldomero Lamela, Pedro José Agüero, León Benítez, Juan María Pita y Bernardo González. Lo defendió el coronel Antonio Reyes. Fue sancionado con una condena leve y conducido a Luján hasta el fin del sitio de Lagos.

El prisionero se dirigió por carta a Lagos, acompañando la suya con otra de su hermana Manuela Mónica Belgrano; y entre otras cosas le decía: “si su nombre vale algo para Ud., me intereso por ella para que me quite una prisión que me mortifica tanto”.

El 18 de julio de 1853 el gobernador Pastor Obligado otorgó a Rosas y Belgrano los despachos de coronel efectivo, grado con que volvió a Azul, donde permaneció durante los años 1854 y 1855, en que pidió la baja para dedicarse a sus intereses particulares. Pero nuevamente ofreció sus servicios a Urquiza y la Confederación.

En efecto, a principios de 1859 fue despachado de Paraná, junto con el indio Cristo, de la gente de Callvucurá, y el teniente coronel Federico Olivencia, con la misión de levantar las indiadas del sur a favor de la Confederación y contra Buenos Aires. Poco después, el coronel Rosas y Belgrano marchó sobre Azul con fuerzas cristianas e indios aliados, pero esta empresa bélica tuvo fin al formalizarse la paz de San José de Flores, en noviembre de 1859.

Después de Pavón, el coronel Rosas pasó al cuerpo de inválidos, y el 26 de setiembre de 1863 murió en su casa de la calle Belgrano 208. Se había casado en 1851 con Juana Rodríguez en la Iglesia de Azul, Provincia de Buenos Aires, unión de la que nacieron nada menos que dieciséis hijos. Llegaron a la mayoría de edad Pedro, Dolores, Juana Manuela, Braulia, Melitona, María Josefa, Manuel, Juan Manuel, Francisco y Emiliano.

Fuentes:
Antook – Pedro Rosas y Belgrano (2007).
Ayala, Juan – Belgrano reconstruido – Neo. Ed. Perfil.
Chávez, Fermín – Iconografía de Rosas y de la Federación , Buenos Aires (1972).

Colaboración de Oscar A. Turone – Agrupación Patricios Reservistas 

(Fuente: www.lagazeta.com.ar y http://www.ellitoral.com)

Esta nota fue publicada por la revista La Ciudad el 5/7/2018

 

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