Por Alfredo Guillermo Bevacqua –
El 25 de junio de 1978 el planeta tierra tenía unos 4.287 millones de habitantes. La Argentina estaba poblada por 27.146.121 personas. Ese 25 de junio en el Estadio Monumental de River Plate, la selección argentina y la-en ese entonces- holandesa (sin Johayn Cruyf) disputaron la final del campeonato mundial de fútbol ante 80.000 privilegiados.
No acostumbro a hacer las notas autoreferenciales; pero ahora lo hago y explico porque. Mi esposa me preguntó que libro podía regalarme para el Día del Padre, elegí: Nuestro Mundial, del excelente periodista Andrés Burgo, autor de El Partido (cuenta el histórico encuentro por el Mundial 1986, entre Argentina e Inglaterra, el de los goles de Diego); también escribió La final de nuestras vidas (grrrr, Madrid 2018, ¡basta!). Burgo, que tiene una escritura atrayente, fluida, amena, no fue a Qatar. Y nos cuenta cómo vivió ese mes, que el 18 de diciembre se transformó “en el mas feliz de nuestra vida” . Confieso que en las primeras páginas sentí algo de decepción. Pero activó un recuerdo: este domingo se cumplen 45 años de la segunda final del mundo que jugó Argentina, y que esta vez se convertiría en la estrella inicial de las tres que luce ahora.
Y si Burgo, con todo su prestigio, hizo un libro autoreferencial de un suceso que presenció por TV, un humilde trabajador de prensa, de un pequeño diario del interior, puede sentirse habilitado también para escribir sobre un acontecimiento que presenció “en vivo y en directo”.
Uno entre 80.000
Porque al cabo, fue uno de los 80.000 que presenciaron la conquista de esa primera estrella; fue uno de los 2.416 acreditados para ocupar lugares reservados a la prensa; que presenció “desde el alto cemento del estadio encumbrado” (1) varios encuentros de ese mundial, pero que precisamente esa experiencia de estar en el palco, disponiendo incluso de la “incierta ventana de una caja de luces” (2) que ante la jugada dudosa o el gol convertido, nos ofrecía el “ replay” (3), fue desechada para ver el juego desde el terreno, como si estuviera en la vieja cancha de la Liga, o en la de Gimnasia cuando el fútbol impedía salir por calle Galarza..
Fui uno de los acreditados del diario La Calle para presenciar ese Mundial; la vida también me dio luego la posibilidad de asistir al “Mundialito” de Montevideo, donde confluyeron todos las selecciones campeonas del mundo que en el tiempo han sido, y también la de asistir a finales de la Libertadores y las Copas América en el ’79, ´83, ’87 y ’95. Pero nada fue igual.
Hoy se cumplen 45 años del primer título mundial conseguido por la Argentina al derrotar a Holanda (ahora Países Bajos) por 3 a 1, con dos goles de Mario Kempes y Daniel Bertoni, y del alto Naninga, que obligó al tiempo suplementario.
Lamentablemente, un título legítimo, ganado por ser el mejor, porque en su equipo se alistó el mejor jugador del campeonato (Mario Kempes), el goleador (Mario Kempes), el mejor arquero (Fillol), el mejor defensor (Daniel Pasarella), ese título ha sido puesto en dudas, cuando la sola mención de los nombres que lo integraron y la fiereza y entrega con que jugaron, bastaría para despejarlas.
Ese Mundial pasó en el tiempo mas oscuro y trágico de la historia argentina. De muertos y desaparecidos como nunca antes y después en el continente americano. Los salteadores nocturnos del poder, primero intentaron legitimarse ante el mundo con el fútbol; el pueblo y el mundo separaron las cosas; luego quisieron esa legitimación invocando un justo reclamo, mediante una guerra, en la que fueron víctimas “los pibes que jamás olvidaremos” (4)
Fue un día inolvidable, de un período que obliga a la memoria para que nunca mas se repita.
Fue un día bien de junio, bien de invierno; ni una pizca de sol, totalmente nublado y frío; media hora antes del partido una tenue llovizna roció a “los sin techo” , pero fue fugaz.
Desde la desaparecida pista de atletismo…
Para el partido final las acreditaciones de prensa alcanzaron a 3.624; no fueron todos. Pero los organizadores al ver rebasado el sector destinado al periodismo, dispuso que sobre la vieja y ya desaparecida pista de atletismo de River, se dispusieran tribunas tubulares, destinadas a quienes se quedaban sin butaca y pupitre, cubiertos por el cemento de la Belgrano alta.
Cuando llegué a Buenos Aires, Jaime Mir, el vicedirector de La Calle, me entregó el sobre con mis localidades para el partido por el tercer puesto Brasil-Italia y para el partido final. Ambas en el sector de prensa Tribuna 3, columna 61, fila 7, asiento A. Desde ahí, imposible dar la vuelta olímpica….
El domingo al mediodía almorzamos en Pippo, en las mesas con mantel de papel de diario y a las 13,00, desde el Teatro Gral.San Martín, donde estaba instalado el Centro de Prensa, partimos en el micro que cada cuarto de hora trasladaba gente de prensa hacia el estadio.
Aguardamos en el acceso reservado a la prensa para cambiar el ticket; apareció un alto y compuesto señor, con canas y estampa de redactor de editoriales; encaró al recepcionista y le dijo que “tenía ticket para pista de atletismo, pero que le permitieran ir al palco”; el empleado me señalo y le contestó, “puede cambiar con el señor que tiene palco y quiere ir a campo de juego”; miró con desconfianza e inquirió sobre la validez de mi credencial , le dijeron que era válida, con una arrogancia, propia de La Nación, tomó mi entrada, me entregó la de él y marchó rumbo al ascensor, yo hacia el campo de juego, a los tablones de las tubulares, que se me antojaron iguales a las plateas de Wembley o el Bernabeu… Me ubiqué en la última tribuna, poco antes del corner de Belgrano y Centenario; había tres periodistas holandeses, en el último escalón, un uruguayo y un italiano; los demás eran jóvenes parejas, y atildados señores, correctamente vestidos, sin grabadores, ni libretas de apuntes. Fue raro hasta el momento e n que escuché a un joven de pelo corto, peinado aplastado dirigirse a otro señor llamándolo “Mi capitán”…. Es decir, las tubulares no solo era por la gran cantidad de gente de prensa…
Kempes a 2 metros
A los 37´ del primer tiempo Kempes quedó a dos metros nuestros gritando su primer gol; y en el segundo tiempo cuando arreciaba Holanda en busca del empate, escuchamos nítido el quejido de uno de los mellizos Van de Kerkhof, cuando se dobló por “un cortito” que le aplicó Tarantini en el estómago; el holandés buscó con desesperación a Ramón Barreto, el juez de línea uruguayo, que a 2 metros de ellos, no escuchó, ni vio nada, es que estaba muy atento al juego, como para distraerse en “cosas tan comunes de un partido”…. Desde ahí se pudo observar a tres jugadores en una actuación que seguramente no han repetido en sus vidas: Mario Alberto Kempes, Luis Galván y Ubaldo Matildo Fillol. El zaguero santiagueño, oriundo de un pequeño pueblito llamado Fernández, no perdió ningún mano a mano y solo no pudo con la altura de Naninga. Cuanto éste entró, promediando el segundo tiempo, Menotti se enojó con su ayudante Saporitti, porque le aseguró que tenía información que Naninga no jugaría; Menotti, pensaba que Daniel Killer, era el adecuado por su altura para controlarlo. En ese entonces solo podían estar a disposición del técnico 5 suplentes. Fillol, fue como Gatti que “atajaba el viento”, según Víctor Hugo, y qué decir de Mario Kempes, hizo dos goles, asistió en el tercero y en el suplementario hacía los saques desde el arco y le ponía la pelota en el corazón dolorido de Leopoldo Jacinto Luque (5).
Y la vuelta pudimos dar…
Cuando Bertoni, finalizando el suplementario hizo el tercer gol, efectivos policiales se adelantaron y formaron casi una barrera sobre la línea de toque; inmediatamente, muchos nos acercamos y nos pusimos a la par de los efectivos, que pudieron cumplir su cometido solo hasta el momento en que Pasarella, copa en manos y en andas, inició la vuelta olímpica; ahí si,, todos corrimos tras esa preciada copa, símbolo de un título, que el fútbol argentino que había entregado para deleite del mundo geniales jugadores, aún no poseía… Y fue esa vuelta el mas hermoso paseo que uno recuerda en una cancha.
Y el Obelisco, y todas las plazas, hasta las del mas pequeño pueblito argentino, se llenaron de gente, cantando, saltando y bailando… Era un momento de euforia, de libertad; el dolor y el horror, estaban a pocas cuadras del estadio y no demorarían en volver…
Ocurrió un 25 de junio de 1978. Ocho años después, también varios días de junio, en México, se convertirían en inolvidables para el fútbol argentino: el 22 de junio, los históricos goles de Maradona a los ingleses y el 29 de junio la conquista del segundo titulo mundial ante Alemania al vencerlo en la final por 3 a 2.-
l) – Héctor Negro, Versos para Maradona.
2) – Ibidem.
3) – Replay, así anunciaba la televisión la repetición de una jugada.
4) – Fernando Romero, letrista de la canción Muchachos, la canción que se hizo famosa en Qatar.
5) – En pleno mundial, el día del partido con Italia, viajando desde Santa Fe en un Fiat 600, para presenciar el partido, murió carbonizado un hermano de Leopoldo Luque, este además jugó los restantes partidos con una dolorosa lesión en el codo.-
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Leyenda de fotos
Las entradas para la prensa
- El número 37 indica el partido por el 3er.puesto; en la parte superior t3, 61,7 a; es la ubicación en el palco.
- El nro. 38 indica el partido final; no menciona ubicación; agrega un número y la palabra Extra (referida a la ubicación en pista de atletismo). Este ticket había sido otorgado al periodista mencionado en la nota.
La síntesis
Argentina Holanda
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Sustituciones | ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
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Goles | ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
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Amonestaciones | ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
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Esta nota fue publicada por la revista La Ciudad el 25/6/2023