Por Alfredo Guillermo Bevacqua –
Desde 1965, al volver de la vieja Primera B, que se jugaba los sábados, Estudiantes de La Plata, conducido por Osvaldo Zubeldía establecería una bisagra en el fútbol argentino: los “cinco grandes” -Boca Juniors -desde este siglo “el único grande”-, River Plate, Racing Club, Independiente y San Lorenzo- dejarían de ser los únicos que inscribían sus nombres en el palmares de la primera división del fútbol argentino.
A dos años de ese reencuentro con el fútbol de los domingos -una misa laica-, en 1967, que incorporaba en forma precaria a los torneos de AFA el fútbol del interior; se jugaron desde entonces y hasta la fecha dos certámenes por año: se denominaron por mucho tiempo Metropolitano -los directamente afiliados únicamente- y el Nacional, al que se incorporaron en los primeros años solo 4 equipos del interior. En ese inicial Metropolitano, Estudiantes y Platense (dirigido por don Angel Labruna) disputaron una histórica semifinal; ganaba Platense por 3 a 1 y Estudiantes en el segundo tiempo, dio vuelta el partido y ganó 4 a 3; unos días después, el viejo Gasómetro de tribunas de madera, fue escenario de la consagración de un cuadro “chico” como campeón: Estudiantes venció al Racing “el equipo de José”, por 3 a 0.
Desde la última fecha de 1962, la camiseta n° 11 de Estudiantes era vestida por un flaquito narigón, jugaba pegado a la raya, que a veces se desentendía del juego, pero que cuando tomaba la pelota provocaba desastres en la defensa contraria: era Juan Ramón Verón, “la Bruja”. Así lo denominó la hinchada que lo hizo ídolo y que cándidamente cantaba “Si ves una bruja, montada en una escoba, ese es Verón, Verón que está de moda”; y estuvo tan de moda, que ya campeón de América con Estudiantes, le dio el triunfo en la final intercontinental -título mundial- ante el Manchester United. Fue darle la vuelta a los ingleses en su cancha. Cuando recurrimos al youtube para ver ese histórico momento, nos asombra que apenas un compañero abraza a Verón luego del gol; hoy entran los suplentes y junto a los titulares arman una montañana. ¡Era una final del mundo y apenas un abrazo! Verón era la alegría en un equipo demasiado serio, austero, disciplinado hasta en la alegría. Era un estilo que valoraban solo sus hinchas.
Verón, el padre de Sebastián “la brujita”, el actual presidente de Estudiantes, fue un ícono de ese equipo en el que compartió la obtención del mencionado Metropolitano, tres Copas Libertadores (1968, 1969, 1970), la ya mencionada Intercontinental en 1968 y la Interamericana en 1969. Era un equipo que salía de memoria: Poletti; Manera, Aguirre Suárez, Madero y Malbernat; Bilardo, Pachamé, Etchecopa o el “Bocha” Flores; Ribaudo, Conigliaro y Verón. Era el distinto de un equipo muy trabajado, muy estudiado, por eso Roberto Fontanarrosa dijo que “Donde estaba él parecía terminar la táctica y comenzar la imaginación y el acaso”.
Jugó en un tiempo en el que aún no habían florecido las universidades en Concepción del Uruguay, y muchos de los jóvenes que terminaban el secundario emigraban hacia La Plata. Casi todos los de ese tiempo se hicieron hinchas de Estudiantes. Hay una generación de uruguayenses que es hincha del “pincha”.
Y un uruguayense llegó a ser vicepresidente de Estudiantes; un joven, de apellido De la Cruz, que en un enero del ¨68, trajo a “la Bruja” Verón a nuestra ciudad. Estuvo varios días; la playa entonces, era el Itapé, y allí en su ingreso, sobre el lado derecho de “la Vicente hache” (hoy Presidente Perón), estaba la cancha de San Lorenzo -en realidad dos arcos-; los varones, luego del mate y un chapuzón en el río marrón, armaban partidos en el que jugaban todos, no eran 11 contra 11, podía ser 15 contra l5 o 17 contra 17. No era fácil adivinar al compañero; Verón jugó allí. Tuvo por compañero a “la Chona” Miño. Verón jugaba descalzo y el partido se jugaba como si estuviera en disputa la “Jules Rimet” -en ese entonces la Copa del Mundo”-; y Verón la jugaba como si enfrente estuviera el Peñarol de Spencer y Joya. Iban 6 a 6, y como el sol se había hundido en el horizonte, “la Chona” anunció que “el que haga el último gol, gana”, es decir terminaba el partido. Verón desbordaba por la izquierda, buscando el arco de enfrente; pero “la Chona” lo que quería era irse a su casa, y entonces se hizo un gol en contra; la incredulidad primero y bronca después de Verón, era llamativa, pero así son los grandes, no admiten perder aunque sea un picado de 15 contra 15. ¿Cómo iba a perder el equipo que tenía a un campeón del fútbol argentino? Seguramente por tener jugadores como él, el fútbol argentino es ganador y grande. Pero desde ayer es leyenda. Murió en La Plata. Tenía 83 años.