Por Jorge Bonvin –
Malvinas es un profundo dolor para todos los argentinos y un destino al que muchos seguramente querrían ir, aunque sea para pararse y rezar ante esas cruces de los soldados (niños) argentinos, que según expresan «solo conocido por Dios», para conocer lo que fue aquello, con que territorio se encontraron y en que clima. De todo eso ya han pasado muchos años, pero la herida sigue abierta, como si estos hubiera ocurrido ayer.
Juan Carlos Lucio Godoy, en su calidad de presidente de la empresa Río Uruguay Seguros fue invitado por los integrantes de la ACTC de la que la empresa local es su exclusiva aseguradora a participar de la excursión que esa entidad realizara como motivo de cumplir sus 80 años. La integraron los integrantes de la ACTC y varios corredores, entre ellos el último campeón de la categoría, Guillermo Ortelli.
Nos pareció que tener las impresiones del Contador Godoy, una persona que ha recorrido el mundo, son importantes porque aquí no estamos hablando de playas, de montañas o de paisajes impresionantes, sino de sentimientos profundos, como los que Godoy expresa a continuación.
Me cuesta escribir, mejor dicho, me costó concentrarme. Como que quería y no podía. O como que simplemente no podía. Pensaba en lo que había vivido la semana pasada y se me escapaba de la mente cada imagen. Y mientras escribo me doy cuenta que fue el impacto emocional muy profundo lo que me «maniataba» hasta impedirme pensar y además ataba mis manos. Que terrible emoción. Y eso me hizo acordar a todos esos chicos que estuvieron allí, en nuestras Islas Malvinas, en guerra, y que a la vuelta no podían hablar lo que habían vivido. Que duro habrá sido si a mí, simple visitante, me cayeron lágrimas y me quede sin palabras para comunicar. Como no entender a los chicos tan jóvenes que fueron a sufrir hambre, frío y dolores, cuando evitan hablar aunque ya cada vez menos.
Cuando Hugo Mazzacane me invitó a ir a Malvinas lo acepte, pero en ese diario y duro trajín que tiene la vida común no pude profundizar adónde iría y solo entre a Google para entender algo del lugar donde estaría pocos días después.
Pero cuando llegamos al superpoblado militarmente, aeropuerto de las Islas, y salimos de inmediato al recorrido previsto, es donde empieza el cerebro a ubicarse en el contexto y en la historia que allí se vivió. De a poco. Primero viendo los caminos y su geografía, conocida por fotos y audiovisuales, duros y agrestes como agresivo territorio más el viento y el frío en un día de febrero, ya empieza a imaginar uno que difícil habrá sido aquello. Eso que está en el alma de cada argentino y argentina.
Después de algunos kilómetros nos dice nuestro guía, un señor chileno, los hay muchos allí, Uds sabrán porque, que creía que podríamos quizás ver una trinchera de nuestros soldados. Obvio que quisimos. Nos bajamos y nos pusimos a buscarla, entre la vegetación y el territorio escabroso, como hombre de campo que era nuestro conductor la supo encontrar. Según el, es quizás la única que ha quedado y no la encuentra nadie si no está vinculado a las tareas agrícolas. Es casi ignorada por soldados y pobladores de la zona pero nosotros estuvimos allí, apareció entre los yuyos esa pequeña «guarida» de nuestros chicos en un lugar estratégico de Goose Green. Se acuerdan? Yo si. Como si fuera hoy. De la toma, de la batalla, de los prisioneros posteriores.
Empezó a ser duro para el alma. En ese viento y en ese frío de verano estaba ese lugar que en pleno invierno, soldados que comían una vez al día y bajo la lluvia, querían ganar una guerra desigual. Me acuerdo y se comprime todo adentro mío.
No obstante allí nos sacamos fotos, uno siente la necesidad de plasmar la visita en una imagen recuerdo. Allí todos nos hicimos una. Aquí muestro algunas y en una está nuestro campeón, «Guille» Ortelli y en otro este escriba.
Y después hicimos lo ineludible. Para eso fuimos. Eso que algunos no entienden y acaso critican, en esa hermosa libertad que vivimos, diciendo para que gastaron dinero allí?. Lo dijeron por la ACTC, la entidad que cumple 80 años de vida y que en un hermoso recorrido por la Argentina va dejando su presencia y saludando la historia de cada lugar.
En este caso no era una muestra de autos y pilotos, era hacer un homenaje a nuestros caídos en Malvinas. A los que murieron pensando en nosotros. Por eso fue un reconocimiento del deporte a los héroes. Fuimos allí. Al cementerio. Ese lugar de congoja natural. Que me sigue provocando lágrimas mientras escribo y que son muchas menos que las que se me escaparon cuando allí estuvimos. Para colmo, cuando llegamos se iba un grupo de 4 personas y me detuve a hablar para preguntarles quienes eran y que hacían. Me dijeron que eran veteranos de Malvinas y que venían de rendir un homenaje. Allí los rodeamos y nos hermanamos. Ya no fueron ellos y nosotros, fuimos todos juntos uno solo haciendo un homenaje bien argentino. Los veteranos, la ACTC, los pilotos y en mi caso como invitado por tantos años de estar acompañando al automovilismo argentino con esta modesta empresa del interior que me toca conducir.
Allí escuchamos las voces con sus vivencias de cada veterano y una frase que me quedo para siempre. «Nosotros no somos héroes, los héroes son los que están en este cementerio». Qué fuerte.
Y allí cada uno de nosotros era como un ente, una persona perdida, un pájaro caminando por el campo, como errantes entre las cruces y estructuras. Yo creo, por lo que sentía, que queríamos entendernos. Yo no sabía qué hacía. Me sentía un ser disminuido ante tanta grandeza de cruces de soldados, «solo conocidos por dios» y de otras que cubrían varios cuerpos mientras nosotros estábamos vivos y sintiendo como nunca antes el significado de sus muertes. Murieron porque los llevaron a ese destino inútil, dicho con los ojos de hoy, pero murieron por mí también. Nos representaron, como representa un diputado a su pueblo, con la diferencia que ellos eran soldados niños en una guerra sin la tecnología ni los alimentos y vestimenta, que nos representaron sin que pudieran elegir que hacer. A ellos los mandaron a morir y eso hace que el peso del dolor en el alma sea mayor. No eran profesionales. Eran niños de una Argentina modesta que fue a una guerra desigual donde una vez más perdimos los pobres del sur.
Mi Dios. Cuánto cuesta escribir esto. Por eso me costaba encarar el teclado.
Cuánto le debo a la ACTC por esta vivencia. Recién me doy cuenta. No fui a pasear. No fuimos. Y si en algún momento pensamos algo así esta presencia en el cementerio nos puso en el verdadero lugar. El automovilismo argentino, y yo me animo a decir, el deporte argentino fue a rendirle homenaje a los niños muertos, a todos los soldados, a las familias que perdieron lo más valioso, la vida de sus hijos, por defender un pedazo de patria que seguro en otros ámbitos seguirán los debates pero no las balas, para que su status cambie.
Gracias Hugo por haberme puesto un mojon más en mi larga vida y que se me hubiera pasado por alto si no era por este viaje. A Ruben Gil Biscella, y a todos los chicos que hacen un enorme trabajo en la Asociación de Corredores del TC. También compartimos con Claudio Urcera este tremendo viaje y con dos muy buenas personas como son Guillermo Ortelli y Juampi Gianini.
Claro que también visitamos muchos lugares de la isla. Esos que tanto pasaron por los noticieros. Comimos en Restaurant y tomamos una copa en sus bares típicos. Caminamos las calles de las islas. Desconfiaron siempre de nosotros, es lo que sentimos. Pero nos atendieron con esa galantería inglesa que no se puede negar. Pero nos hicieron sentir extranjeros en nuestra tierra. De eso no tengan dudas.
Esto estuve evitando decir, porque cuesta. Es la primera vez que un viaje me produce un golpe emocional tan fuerte. Estuve en los monumentos del mundo. Estuve en Hiroshima. Estuve en el Punto Cero donde voltearon las torres gemelas. Estuve en Varsovia en el ghetto y en la ciudad destruida por la guerra y luego reconstruida. Estuve en casi toda América del Sur y está el testimonio de lo que provocaron los invasores y los imperiales. Pero nada es igual. No sólo porque todo es diferente sino porque las emociones argentinas son diferentes a las de los ciudadanos de los paises en donde la guerra se naturaliza. Aquí no nacimos ni ganamos territorios basados en la guerra y quizás por eso, para cualquiera de nosotros, estar en un cementerio sin explicación racional provoque que las emociones estallen y nos acongojen como nunca antes.
Gracias a Dios por aprender una cosa más en la vida.