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Cuando se presentó Alfredo Zitarrosa en Concepción del Uruguay

Por A.S. de EL MIÉRCOLES
El gran cantautor estaba aún prohibido en su país. Actuó en el Club Rivadavia acompañado por cuatro músicos. Su presentación fue “casi gratis” a causa de un falso representante. En esta nota, además de los detalles del recital, rescatamos la entrevista que le realizaron entonces y las imágenes de la ocasión.

En septiembre de 1983 la Argentina se preparaba para retornar a la democracia. Faltaban apenas unas ocho semanas para las elecciones y el clima ya era de libertad, euforia y apertura. La Junta Militar estaba en retirada, con la cola entre las piernas después de la vergonzosa derrota en las Malvinas y acosada por la crisis económica, los reclamos sociales, la deuda externa que anunciaba un futuro complicado y las denuncias por las violaciones a los derechos humanos, que habían dado triste fama mundial a la expresión “desaparecidos”, entre otras cuestiones.

La entrevista al día siguiente en La Calle.

En Concepción del Uruguay, la presentación de Alfredo Zitarrosa, después de tantos años de exilio, era muy esperada. La cita se programó para el viernes 9 de septiembre, a las 21 en el Club Rivadavia, el «coloso uruguayense». La espera además se acrecentaba porque ya se había producido un recital fallido organizado por un falso representante que había contactado la Asociación de Residentes Uruguayos. Se habían vendido entradas para un festival que finalmente fue suspendido, y la gente que las adquirió se vio defraudada en su expectativa.

El contexto

Por esos días, la ciudad uruguayense estaba atravesada por las elecciones que, en algo más de un mes, darían el sorpresivo triunfo a Raúl Alfonsín. En las páginas del único diario local (“La Calle”) se informaba sobre una reunión de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos (APDH), en el local del Centro Comercial, para realizar una mesa redonda bajo el título “Hacia la democracia”. Se daba cuenta de que “para la reunión fueron invitados varios partidos políticos de nuestra ciudad”.

Otra noticia reflejaba una importante movida que impulsaba el movimiento cooperativo local, por entonces representado en tres bancos cooperativos: el Banco del Este, el Mesopotámico y el Banco Institucional Cooperativo (ninguno de ellos existe ya). Estaban organizando un encuentro entre cooperativistas y partidos políticos para abordar “la futura política económica y financiera del próximo gobierno constitucional, y particularmente el rol de la banca cooperativa”. Un joven Adolfo Zeigner (quien falleció en agosto pasado), Aarón Gorelik y Lucio Fernández Inciarte, en representación de cada uno de los bancos cooperativos mencionados, eran los convocantes de la actividad.

 

El aviso publicitario de la actuación de Zitarrosa en Rivadavia.

Se informaba también de una reunión preparatoria para ese encuentro, realizada en el BIC, donde acudieron figuras políticas locales en nombre de cada fuerza política: Héctor Allassia y Rubén Moscatelli por la Democracia Cristiana, Víctor Pio Milano por el MID frondizista; Dardo Ghisi y Edmundo Petroni por el Partido Intransigente; Ricardo González y Elvira Britch por el Socialismo Popular; Julio Villalonga por el Partido Federal; Ricardo Rodríguez y Jorge Vanerio por el FIP (el Frente de Izquierda Popular de Abelardo Ramos); y Guillermo Vázquez por el radicalismo. Asimismo se mencionaba la presencia de representantes de los bancos cooperativos (Moisés Gilitchensky y Manuel Jramoy por el Banco del Este; Martín Locaso y Roberto Corbetto por el Mesopotámico; Luis Grianta, Miguel Salvarredy, Arnaldo Erpen, Antonio Corazza y José Manuel Echagüe por el BIC).

Las páginas del diario local reflejaban además conflictos y reclamos gremiales, con medidas de fuerza en Agua y Energía y reclamos docentes, con adhesiones solidarias cruzadas entre los gremios de cada sector. Luz y Fuerza respaldaba el reclamo de educadores, y viceversa.

La llegada de Zitarrosa

Tibaldo Bandera, por entonces un joven y entusiasta integrante de la Asociación de Residentes Uruguayos en Concepción del Uruguay, contó a esta Redacción sus recuerdos sobre el episodio.

“Nos movilizamos para traerlo cuando nos enteramos de que Alfredo regresó del exilio. Vino a la Argentina porque en el Uruguay si iba caía en cana en ese momento”, contó Tibaldo. Pero la primera experiencia fue frustrante: la Asociación fue engañada por “un tipo que decía ser el representante de Zitarrosa, alguien que seguramente escuchó que nosotros queríamos traerlo y por supuesto que nosotros sin experiencia sin nada, nos enganchamos”.

El recital duró algo más de una hora y media. Apenas apareció en el escenario, “el numeroso público presente se puso de pie no para aplaudirlo sino para ovacionarlo”

De hecho hubo dos presentaciones frustradas, en las que se vendieron numerosas entradas: “Era un hervidero, venía gente de otros lugares de la Argentina, y del Uruguay de todos lados… Y llegaba la hora de la presentación y no aparecieron”.

Irritados con el falso representante, los miembros de la Asociación juntaron unos pesos y mandaron a alguien en su nombre a hablar directamente con Zitarrosa. “Por entonces actuaba en un café, en un boliche en Buenos Aires, así que lo mandamos a este compañero Marcos Fernández”, pasando por encima del “representante” fraudulento.

Casi gratis

Continúa Tibaldo su relato: “Alfredo le dijo mirá, yo no tenía ni idea de que estaba pasando esto. Yo, donde haya un uruguayo esperándome, voy aunque sea a dedo, pero voy”. Así que la tercera fue la vencida y recién entonces se pudo concretar. La fecha pautada fue el viernes 9 de septiembre.

“No hubo la gente que esperábamos al principio, seguramente ya muchos enojados y con razón. Alfredo cuando vino pidió disculpas a la gente y aclaró cuál era el motivo por el cual no se había hecho presente anteriormente”.

También Cristina Tejedor estuvo entonces en el recital. Y, como Tibaldo, recuerda que Zitarrosa cantó “casi gratis porque todas las entradas estafadas anteriormente fueron válidas esa noche”. Las leyendas sobre la rectitud y generosidad de Zitarrosa se confirmaron en esa ocasión, al punto en que se hacía cargo de un hecho en el que no tenía ninguna responsabilidad. La pulcritud de su nombre y su palabra lo excedía y lo mostraba en toda su inmensidad. A los 47 años el mayor mito oriental se presentaba en Concepción.

Zaida Santangelo, Bucky para quienes la conocen, cuenta que era admiradora desde hacía años (“lo primero que compré fue en el 69 creo, un simple que de un lado tenía ‘Doña Soledad’ y del otro ‘Qué pena’”). Pero nunca lo había visto en vivo. Fue con su mamá, Manuca. “En julio empezaron a anunciar que estaría acá en el Club Rivadavia, y nosotras compramos para ir a las filas más de adelante”.

Antes

Zitarrosa ya se había presentado antes en Concepción del Uruguay, en 1974 o 1975. Los recuerdos son borrosos, pero Tibaldo está seguro de que también fue en Rivadavia, en el marco de festivales solidarios organizados en esa histórica institución.

“En una de esas ocasiones ya había tenido problemas una noche, lo habían retenido en la aduana de Paysandú y llegó tardísimo, como a las 2 de la mañana llegó. Pero vino y cantó cantó hasta que no dio más, para complacer a los que lo estaban esperando”, rememora.

Rodolfo Negri guarda también similar registro de aquella anterior actuación: “Si mal no recuerdo apareció en el escenario pasadas la una de la mañana y explicó la tardanza porque no lo dejaban pasar en la aduana de Paysandú. Después de una larga pelea pudo conseguir que lo dejaran cruzar a Colón”.

“Él y sus guitarristas parecían —por sus trajes negros cruzados con rayitas blancas— gángsters de Chicago, escapados de la década de 1920 y transportados por un túnel del tiempo a nuestra Uruguay, a Rivadavia, a aquel modesto escenario y estaba allí, adelante nuestro”.

Agrega Rodolfo que esa noche Zitarrosa (a lo Gardel cuatro décadas antes) “pidió que abrieran las puertas para que el público, una multitud que había esperado su llegada en la calle, pudiera escucharlo. Y cantó, cantó todo”.

Ese recital de septiembre del 1983

Volvamos a 1983 y la esperada presentación, el 9 de septiembre en Rivadavia.

Varios de los privilegiados asistentes recuerdan que fue una noche muy fría. Rodolfo Negri añade una imagen que le quedó grabada: la fila de colectivos llegados de Paysandú. Pero también “su canto y su despliegue que fueron inolvidables”.

Román Ríos, un adolescente rockero por entonces, recuerda que “estaba lleno de uruguayos, algunos nos contaban que los habían querido demorar en el puente, porque ellos estaban en dictadura todavía, pero fue mucha la cantidad de gente que cruzó el charco para venir al al recital”.

Un aspecto que marca Román tiene que ver con el respeto a la figura de Zitarrosa por parte de jóvenes que venían “de otro palo”. Su hermano (“Cahiuca”) era “fan de Alfredo, mal y lo escuchábamos muy seguido y me encantaba, estaba muy bueno. No fuimos juntos, yo fui con mis amigos, los que éramos rockeros. Pero no me iba a perder a Zitarrosa, a Alfredo se lo respetaba por su trayectoria, por su coherencia, y por supuesto por toda su obra”.

El recital duró algo más de una hora y media. Apenas apareció en el escenario, “el numeroso público presente se puso de pie no para aplaudirlo sino para ovacionarlo”, registró el cronista de La Calle  al día siguiente. En efecto, Bucky describe: “Cuando lo vi sentí una emoción increíble, después de tantos años de tener a nuestros artistas prohibidos, como él, como Mercedes Sosa o Guaraní que estaban también interdictos en la radio y en la televisión… Fue la experiencia más conmovedora que tuve en mi vida. Y en cuanto él apareció en el escenario fue un aplauso que no terminaba nunca”.

La crónica del diario añade: “La ovación se elevó cuando llegaron a través de su particular voz temas como ‘Doña Soledad’, ‘Adagio en mi país’ o ‘Stephanie’”.

“Me acuerdo del recital”, dice Cristina Tejedor. “El Flaco Zitarrosa paradito con su poncho en el brazo cantando, las guitarras que sonaban como ningunas, impecables, impresionantes, el silencio de todo el estadio del principio al final de cada canción. Y al terminar cada tema… la ovación”.

Aviso de los recitales en Obras de Zitarrosa.

Los guitarristas de Zitarrosa en Concepción del Uruguay fueron el porteño Alberto Azcárate, Hugo Alberto Coria, también argentino; Naldo Labrin, de México, y Alfredo Gómez, uruguayo. Salvo Azcárate, eran los mismos guitarristas que lo acompañaron en Obras y que aparecen en el disco. El cuarto músico en esa ocasión había sido el también argentino Alejandro del Prado.

Néstor Vicente evoca esa noche en la que “estuvimos ahí adelante, fuimos con Pipo (Iglesias), con Chicharra Galarraga y con Felipe (Echazarreta), que era uruguayo. Habían llegado muchos uruguayos, más de los que estudiaban en la UTN. Y había parte de una murga sanducera que se llamaba Democracia, creo. Tengo la imagen imborrable: Zitarrosa estaba impecable, paradito con la mano en el pecho. A su lado habia una mesita, con soda creo. Esa noche casi me quedo sin voz de tanto gritarle ‘vea patrón’. ¡Y no la cantó!”, se ríe.

Por supuesto, hubo bises a pedido del público, y una salida final con un regreso para pedir disculpas por la despedida. Nadie quería que terminara esa noche. Cristina recuerda que después de actuar se quedó a firmar autógrafos.

Único registro conocido de la reunión posterior con los residentes uruguayos. A la derecha de Zitarrosa, el entonces presidente de la Asociación, Marcos Fernández (foto: Juan Viera Gómez).

Gerardo Iglesias, en una nota en Diario Uno, recordó “la repleta cancha de Rivadavia” y “las banderas uruguayas copando las tribunas”, entre ellas la del Frente Amplio que Zitarrosa había contribuido a fundar.

Describe Iglesias: “Parado allá arriba, en el escenario armado a espaldas de la cancha de bochas del Tricolor, el cantor. Derecho, casi rígido, acompañado por cuatro guitarras. De riguroso negro. Y un banquito con un pequeño vaso de agua. Y el infaltable pucho entre los dedos de la mano derecha”.

Sobre la actuación, Román Ríos recuerda que fue “impecable. Vino con cuatro guitarristas pero no eran los mismos que en el disco. Pero eran excelentes. Y el sonido fue muy bueno, era casi como estar escuchando el disco ahí en vivo, con el Flaco en el escenario. Creo que hicieron todo el disco, yo recuerdo los puntos altos que para mí fueron ‘Pal que se va’ y ‘Adagio en mi país’. Se caía la la popular, fue tremendo”.

El desexilio

En junio de ese año, de a poco, Zitarrosa había comenzado a volver a esa Buenos Aires distinta a la que había dejado siete años antes, ya no estaban todos sus amigos, pero su objetivo era regresar lo antes posible a su patria. “Yo fui el último cantor que se fue y voy a ser el primero que vuelva”, contó Zitarrosa por esos años.  El desexilio había comenzado. Mientras no lo dejasen cruzar el río, aprovechaba las oportunidades que se le presentaban para estar lo más cerca de su gente, como esta noche en Concepción del Uruguay, la ciudad más oriental de Entre Ríos. ¿Habrá pedido que lo acercan a la costa del río para observar la otra orilla para sentir el viento dulce del este oriental? ¿Pisó Banco Pelay?

Entre los cientos de uruguayos que cruzaron el Puente Artigas no estuvo su amigo Aníbal Sampayo, por entonces exiliado también, en Suecia. No mucho después le escribiría aquello de:

«Qué sed de milongas te apuraba
que bebiste la copa sin tocarla,
y de rodillas pusiste la madrugada
abatida como un ángel sin alas.
Qué luz de ojos dorados
qué lágrima,
amaneció mojando tu zamba.
Oscuro traje, un repaso a la peinada
al lustre, y al afine de las guitarras.
Vamos Alfredo, la platea aguarda
estamos pasado en quince,
desenguanta tu voz de terciopelo marrón, y canta».

De la actuación en Rivadavia hay muy pocos registros, uno de ellos es la presencia en las páginas del diario citado, que además publicó una breve entrevista donde el cantor se muestra, como siempre, afligido, impactado por el exilio, y desconforme con su propia labor artística. Pero sobre todo, se manifiesta urgido de regresar a su país. Al final de esta nota reproducimos ese reportaje, de enorme valor para conocer mejor al artista tantos años después.

Un suelto el mismo día en el diario local.

Poco antes de llegar a La Histórica, en julio de ese año 1983, Zitarrosa dio una memorable serie de recitales en el estadio de Obras Sanitarias de la Capital Federal. Esas presentaciones quedaron grabadas en un disco que se transformó en un clásico. Cuya tapa fue la misma que los afiches publicitarios de sus presentaciones de ese año, imagen que tambien se ve reproducida en los avisos uruguayenses, donde se anunciaban las entradas populares a 10 pesos argentinos y la platea a 25.

“Después del recital lo esperábamos los residentes uruguayos con una comida, en la casa donde nos reuníamos”, evoca Tibaldo. “Comimos un asado como corresponde a todos los uruguayos que se encuentran y obviamente el tema central fue la política, porque la mayoría no podíamos entrar en ese momento al Uruguay, él incluido. Así que fue el tema central, inevitable”.

Recuerdos mezclados

La foto en colores que ilustra esta nota es atesorada por Juan Viera Gómez, uno de los muchos orientales de origen que adoptaron a Concepción del Uruguay como su ciudad. Es una de las pocas que se conocen de la presencia de Zitarrosa en aquella ocasión, en que después de actuar se reunió con los Residentes Uruguayos en la casa que alquilaban sobre calle Alberdi, casi San Lorenzo. Allí se puede ver, a la derecha de Alfredo, a Marcos Fernández, por entonces presidente de la Asociación.

Los recuerdos se entremezclan, de todos modos. Para Cristina, “la Asociación de Residentes Uruguayos invitó a su casa, hubo vino y empanadas con nosotros, nos contaron cosas y tocaron preciosamente, en esa casa devenida local, desde donde se organizaban las actividades que empujaran la vuelta a la democracia del otro lado del río”.

Bucky completa: “Después que terminó la función, nos fuimos a una casa que era el el centro de los uruguayos residentes, a tomar unos vinos, comer unas empanadas. Y con Manuca, mi mamá, nos acercamos a él, estuvimos charlando como si fuera el vecino de al lado. Y mi mamá lo aconsejaba, le decía ‘Usted cuídese mucho’.”

Román también anduvo por allí, y se llevó un autógrafo para su hermano, más fanático que él: “Cuando terminó, alguien dijo ‘Che, dicen que va a estar en el Centro de Residentes uruguayos que había en ese momento. Y ahí nomás dijimos vamos! Todos para allá a ver si estamos con él, era un mundo de gente pero tuvimos paciencia y logramos llegar hasta él, yo conseguí un autógrafo para mi hermano Cahiuca, que no se había enterado de que la cosa seguía ahí en el Centro uruguayo”.

Alfredo llevaba un largo derrotero, prohibidas sus canciones y expulsado por la dictadura de su país y también por la nuestra, fueron Madrid y México sus casas prestadas. Argentina primero, lo esperó y lo recibió como uno de los suyos ese año de 1983, y recién medio año después, el 31 de marzo de 1984, aún con los militares aferrados al poder, con un presidente que vivía “cercado por un muro casi derribado” pudo regresar a su paisito amado. Un recorrido de siete horas desde el aeropuerto, en un abrazo eterno e infinito de su pueblo.

Esto sucedió hace 40 años, en una ciudad muy diferente, en un país que es imposible de imaginar para quien no lo vivió, donde la voluntad de unos pocos era ley infalible, tela de araña, y donde la censura era la realidad cotidiana. Donde se prohibía simplemente por no pensar igual. Películas, revistas, canciones. Cantores también. Y Zitarrosa lo pagó con dolor. Ese «desexilio», al decir de Mario Benedetti, nunca llegó del todo. Y a pesar de que siempre estuvo al tanto de lo que sucedía en su país, la ausencia fue muy grande, muy dura. La entrevista a continuación es la muestra de esto. Ese mismo diario lacónicamente, el 18 de enero de 1989, como una noticia más, informaría que “Falleció Alfredo Zitarrosa”. 40 años después sabemos que la muerte es una ingenua adivinanza.

La entrevista: “Fuera del país no he vivido, he sobrevivido”

Al día siguiente del recital, el diario La Calle publicó la siguiente entrevista, a la que tituló: “Soy un cantor, canto como puedo y no como debo”. Allí decía: “De estatura mediana, moreno, serio, fumando y pidiendo tonos graves agudos, paseándose por el escenario, insistiendo sobre el cambio de luces, sin sonrisas. Así vio La Calle a Alfredo Zitarrosa durante un breve ensayo antes de su actuación. Después a través de su voz serena, pausada, grave, llegaron las respuestas a los interrogantes del cronista.

¿Cuánto tiempo fuera de su país?

Más de siete años. Desde febrero del 76. ¿Recuerdos? Del Uruguay, todos. Tantos que en todo este tiempo que he estado fuera del país, yo no he vivido, he sobrevivido. He hecho lo posible para seguir cantando a nombre de mi tierra, para seguir activo. En fin, con mi familia estuvimos en México cuatro años.

Carátula del disco grabado ese año en Obras.

¿Qué ha significado para usted España y México?

Dos lugares donde he vivido; que no significan para mí sino la posibilidad de sobrevivir respecto al exilio. Yo en México me sentí bienvenido, cosa que no ocurrió en España. En esos meses comenzaba a transitar por el camino de una democracia novísima, con una carga muy fuerte del pasado franquista. Tenían sus propios problemas los españoles, no estaban para escuchar música latinoamericana. Y por cierto también tuve oportunidad de asistir al resurgimiento de la canción popular de raíz propiamente española. Yo me entretuve, digamos, en España durante tres años, trabajando en México porque normalmente viajaba y con lo que ganaba en México sobrevivía en España. Hasta que finalmente en el 79 cuando volví a México por tercera vez decidí quedarme. Me siento muy agradecido a México, yo obtuve allí una documentación de la que carecía, y carezco hoy, porque mi país no me la da. Y trabajar… trabajé bastante allí.

Ahora Argentina, específicamente Concepción del Uruguay…

Siento un gran compromiso. Es una gran responsabilidad para mí venir a cantar a Concepción del Uruguay, especialmente en esta coyuntura política por la que atraviesa el país (me refiero al Uruguay) mientras que aquí en la Argentina ustedes se encaminan al Estado de Derecho, en Uruguay es como que el proceso está detenido. Por cierto que todo lo que se ha logrado hasta el momento en nuestra tierra a cuenta de la futura democratización del país es fruto del esfuerzo de la lucha de los compañeros uruguayos dentro del país. Desde aquí, como hermanos en la Argentina, estoy como ‘parado’ en el oficio de cantar, sin saber bien si lo que he cantado y canto hasta hoy mismo es lo que debo cantar. Me falta repertorio actual, pienso realizarlo para el mes de diciembre para cuya fecha pensamos grabar un disco nuevo en Buenos Aires.

¿Es exigente?

Sí —afirmó categórico— primero conmigo, de hecho nunca estuve satisfecho con mi trabajo de cantor. Soy un hombre que fuma. Yo no soy un cantante, soy un cantor, canto como puedo y no como debo. Y por otro lado los años no pasan en vano, ya no soy el cantor del año 68, tengo unos cuantos miles de cigarrillos más… Pero sí, soy exigente, sí.

Testimonios de Tibaldo Bandera, Cristina Tejedor, Rodolfo Negri, Néstor Vicente, Román Ríos, Zaida Bucky Santángelo.

Materiales consultados: Jorge Villanova, Guillermo Pellegrino, Gerardo Iglesias, Juan Viera Gómez.

Ejemplares del diario La Calle consultados en el Museo Municipal Casa de Delio Panizza.

(fuente: El Miercoles Digital)

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