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Febrero de 1870: la visita del presidente Sarmiento a Concepción del Uruguay

Por el profesor Oscar Urquiza Almandoz   –    

El acercamiento de dos grandes hombres.

Una vez llegado a la presidencia de la República, Domingo Faustino Sarmiento debió soportar los embates de una fuerte oposición. A los núcleos que se habían manifestado en contra de su candidatura, se agregaban ahora algunas fuerzas afines, que en su momento lo habían apoyado. En medio de esa tensa inquietud política, Sarmiento recibió un valioso apoyo que seguramente no esperaba. Urquiza, el adversario de ayer, a quien había combatido desde los días posteriores a Caseros con violencia inusitada, no solamente había acatado el veredicto de los comicios, en los que ambos presentaron su candidatura, sino que se mostraba dispuesto a apoyarlo decididamente. Así se lo hizo saber el entrerriano por diversos conductos y lo demostró colaborando en la solución de los primeros conflictos políticos suscitados.

Entonces Sarmiento dejó de lado las viejas disensiones y su enorme amor propio y volvió su mirada hacia Entre Ríos. Allí estaba Urquiza, a quien nadie había atacado con más furia que él. Pero el hombre que tenía en sus manos una gran fuerza y un considerable prestigio político, podía ser la pieza que necesitaba para su sostenimiento. Sarmiento no vaciló. Las líneas se tendieron y el entendimiento se produjo.

Una de las facetas singulares de ese acercamiento fue la invitación que Urquiza le hiciera llegar para visitarlo en Entre Ríos. No solamente el presidente de la República conocería la ciudad de Concepción del Uruguay, sino que sería huésped del Palacio San José y hasta podría observar la villa de Colón, «no sólo porque viese ese pueblo formado con mi bolsillo – explicaba Urquiza a Benjamín Victorica en carta del 30 de mayo de 1869 – sino para tener el gusto de obsequiarlo en ésta su casa y hablarle con la franqueza de un soldado que no tiene más aspiraciones que la felicidad de su patria, a la que veo amenazada por amigos traidores».

La «guarida del Tigre de Montiel».

Aceptada la invitación y resuelto ya el viaje de Sarmiento, en la redacción de La Tribuna, periódico porteño dirigido por los hermanos Varela, se entabló una animada conversación entre el presidente, que había concurrido a la redacción del diario y sus amigos periodistas.

¿De modo que va a Entre Ríos, presidente? – inquirió uno de los contertulios.

  • Sí – respondió Sarmiento – vamos a visitar la guarida del Tigre de ..
  • Mire – replicó alguien – que Urquiza vive en un
  • ¡Qué va a vivir en un palacio! – respondió Sarmiento, acaso recordando los viejos resquemores que nunca podría olvidar: Las pullas de los soldados de Urquiza, cuando en los días previos a Caseros, cruzó el campamento con su uniforme de coronel francés y la exigencia de que se colocase el cintillo punzó cuando las tropas victoriosas entraron en Buenos

No obstante, por sobre las diferencias personales estaba el país. De ese se trataba.

Y el presidente de la República emprendió su viaje lleno de optimismo y de fe.

Los preparativos.

Conocida la aceptación de la invitación por parte de Sarmiento, comenzaron febriles preparativos en Concepción del Uruguay, Villa Colón y Colonia San José, para recibir dignamente al ilustre huésped.

En relación con Colón y San José, podemos decir que se formó una «comisión de fiesta», integrada por Angel Plaza Montero, Alejo Peyret, Juan A. Fernández y Domingo Antonini. Por supuesto que esta comisión debió manejarse con recursos bastante limitados, lo que le llevó a expresar al gobierno que «el presupuesto se ha hecho con toda la economía posible, sin embargo éste sube a la suma de 2.500 pesos fuertes, dejando a la voluntad del superior gobierno, designar la suma con que él contribuirá, debiendo el déficit ser llenado por este vecindario, que ya tiene cuatro hermosos arcos de triunfo construidos por su cuenta y que suben a la suma de 600 pesos con sus ornatos». De manera, pues, que los gastos calculados para la recepción que ofrecería Villa Colón podía discriminarse así: «Cuatro arcos de triunfo distribuidos en las calles según lo ordenado por la Junta de Fomento, 600 pesos. Arreglo de calles y ornato de la plaza y embanderamiento, 400 pesos. Banquete para el pueblo, carne con cuero, refresco, música, 500 pesos. Total: 1.500 pesos».

A su vez el presupuesto calculado para los festejos en la colonia San José, determinaba: «Un arco de triunfo a la entrada de la plaza principal, 200 pesos. Una gran barraca en medio de la plaza para el consiguiente almuerzo del señor Presidente y comitiva, 200 pesos. Banquete de S.E., 400 pesos. Banquete para el pueblo, 200 pesos. Total: 1.000 pesos».

La suma de ambos presupuestos arrojó la cantidad de 2.500 pesos pero quedaba aclarado que estaban contenidos en ese monto el alojamiento para los visitantes, el gobernador de la provincia y demás miembros de la comitiva. Asimismo se hallaba incluido «el alojamiento de músicos, escolta del Sr. Presidente y tantos gastos menores que es muy largo detallar».

Todos los preparativos se realizaron bajo la supervisión del senador nacional por Entre Ríos, doctor Benjamín Victorica. Indudablemente lo que más le preocupaba era el alojamiento del presidente y su comitiva en Villa Colón. Una interesante carta de Victorica al ministro Sagastume – dada a conocer por Beatriz Bosch – trasunta las dificultades: «El único local – dice -, la única cosa suficientemente cómoda y aparente es el hotel del Porvenir del señor Alzugaray. Es preciso, pues, que V.E. lo llame y convenga con él. Lo que necesita es llevar muebles para una salita y el dormitorio de Sarmiento. Lo demás está bien: pueden hospedarse allí ocho personas más o menos y la escolta. Salita debe ser lo que hoy es comedor y la contigua dormitorio, comedor la que es billar». Y agrega: «Será preciso que ponga cielorraso a las dos piezas destinadas a Sarmiento y se pinten de nuevo. Lo demás está perfectamente».

Al final de la carta, Victorica reitera: «la cuestión de la casa es lo principal para que se prepare y se lleven del Uruguay los muebles y demás necesario. Por mucho que cueste el hotel, más caro será en cualquier otra parte, más caro y peor».

El arribo a Concepción del Uruguay.

En Concepción del Uruguay como en el Palacio San José, los preparativos no ofrecieron dificultades, puesto que se contaba con mayores medios y mejores comodidades. El único inconveniente – aunque nada desdeñable, por cierto -, fue la falta de noticias concretas sobre el día exacto de la llegada. La incertidumbre llegó a tal punto que El Uruguay, en su edición del 1° de febrero de 1870 expresó: «Lo peor de todo es que la verdad respecto al programa de las funciones y el día de llegada no la conocemos todavía».

Apenas unas horas antes de producirse el arribo, se obtuvo alguna certeza. El periódico uruguayense anunció entonces: «El presidente es esperado mañana miércoles, a juzgar por una carta del Paraná, en que se anuncia que se embarcó el domingo en Santa Fe. Viene, pues, a festejar en Entre Ríos el aniversario de Caseros».

Ante la inminencia del arribo, el 1° de febrero Urquiza dejó su residencia «San José» para trasladarse a Concepción del Uruguay. Pero fue sólo en la noche del día siguiente – miércoles 2 – que el vapor «Pavón», en el que viajaba la comitiva presidencial, fondeó en el puerto de Concepción del Uruguay. Según la crónica de El Uruguay, «inmediatamente se dirigió al Puerto el ministro doctor Sagastume con el edecán de gobierno, y antes de llegar a la orilla del río encontraron que venía a pie el señor ministro Gorostiaga y el coronel Luis María Campos, quienes a pesar de que el señor Sarmiento había dispuesto desembarcar el 3 de febrero, quisieron esa misma noche saludar al general Urquiza».

Llegada la mañana del aniversario de Caseros, los ilustres visitantes comenzaron a desembarcar, siendo saludados por salvas de artillería. El primero en descender fue el presidente Sarmiento y luego lo hicieron los restantes miembros de su comitiva: el ministro de Hacienda, doctor Benjamín Gorostiaga; el gobernador de Santa Fe, Mariano Cabal -, los representantes diplomáticos de los Estados Unidos de América, Rusia, Francia y España, oficiales y periodistas.

Al pisar tierra uruguayense y ya frente a frente, Sarmiento y Urquiza se abrazaron efusivamente. Concepción del Uruguay era así testigo, en aquel cálido día de 1870 – declarado feriado en la ciudad – de la reconciliación de dos grandes hombres, a los que las vicisitudes de la política habían mantenido enfrentados durante mucho tiempo.

En el puerto y en el trayecto hacia el centro de la ciudad, rindieron honores fuerzas de caballería e infantería con ropa similar a la que se usó en Caseros. Ya con cierta anticipación el gobierno había tomado sus providencias para la correcta presentación de los efectivos. Con fecha 23 de enero de 1870, ordenó a algunos jefes militares que compareciesen el 30 de enero en San José con treinta o cuarenta hombres cada uno, especificándoles las características de la vestimenta que debían usar los soldados para tal ocasión: «Ud. tendrá cuidado en elegir – les decía – aquéllos que pueden presentarse bien arreglados con camisetas, gorra y chiripá punzó; con caballos de pelo con tal de que sean iguales todos. Esta reunión de gente será la escolta que llevará Su Excelencia para la recepción del Presidente de la República».

Una vez desembarcada, la comitiva e dirigió hacia el centro de Concepción del Uruguay, donde en la casa del coronel Santa Cruz, el Primer Magistrado recibió el saludo de las autoridades locales.

En el Palacio San José.

Mientras tanto, el Palacio San José había sido engalanado magníficamente para hospedar al distinguido visitante. Banderas de todas las naciones – dice Beatriz Bosch – ondeaban en los miradores. Una gran alfombra roja cubría el patio principal. En el centro se hallaban ubicados cañones y armas empleados en Caseros. La dueña de casa y las hijas aguardaban a los huéspedes en la sala de los espejos. A mediodía se sirvió un almuerzo para doscientos comensales, después del cual, las señoritas ejecutaron diversas melodías en el piano y el violín.

Héctor Varela, el combatiente periodista que tan sañudamente había atacado a Urquiza, no salía de su asombro. Todo lo que veía era algo más que una manifestación caprichosa de la naturaleza. Era el confort, el buen gusto y el refinamiento de gente de cultura.

Por la noche tuvo lugar el gran banquete de etiqueta, al término del cual el presidente Sarmiento, puesto de pie, levantó su copa de champaña, para pronunciar un emotivo brindis. «Me felicito – dijo – por encontrarme al lado del vencedor de Caseros, dieciocho años después del gran día en que me cupo la gloria de formar con él en las mismas filas de los que anonadaron el poder de la tiranía para restablecer el reinado de las instituciones. Si disidencias locales o desacuerdos deplorables nos habían separado al día siguiente de la victoria, tomando cada uno distintos caminos para llegar al venturoso porvenir que todos aspiraban, el patriotismo nos ha reunido de nuevo para trabajar juntos por la felicidad de la patria, sin recordar para nada las antiguas disensiones de partido y los antiguos errores».

Tocó responder al doctor Victorica, quien destacó el apoyo de Entre Ríos y le instó a invertir los dineros públicos en ferrocarriles, puentes y caminos, en vez de gastarlos en guerras desastrosas. La brillante jornada culminó con un suntuoso baile.

Al día siguiente, los visitantes, ubicados en distintos carruajes, realizaron largos paseos después del almuerzo. Los más jóvenes surcaron el lago en rápidas lanchas. Por la noche se realizó otro baile que duró hasta las cuatro de la madrugada.

Ceremonias y festejos en la ciudad.

En Concepción del Uruguay, la comitiva asistió a un Tedéum oficiado por el canónigo Piñero, y, con posterioridad, presenció el desfile del Batallón Entrerriano que volvía de guerrear en el Paraguay.

En horas de la noche, el teatro «1° de Mayo», ubicado frente a la plaza principal de Concepción del Uruguay, fue escenario de un nuevo baile, cuyo recuerdo perduró por largo tiempo en la memoria de los uruguayenses.

La visita a Colón y a la Colonia San José.

El domingo 6 de febrero, a hora muy temprana, el vapor «Pavón» zarpó rumbo al puerto de Villa Colón, adonde llegó cerca de mediodía. La comitiva presidencial y las autoridades provinciales recorrieron las calles, pasando bajo los arcos de triunfo levantados para esa oportunidad, mientras salvas de artillería y repiques de campana daban la bienvenida a los distinguidos visitantes.

Después de beber un refresco en la Jefatura de Policía, Sarmiento y Urquiza se retiraron a sus respectivos alojamientos, en tanto varios vecinos departían fraternalmente con los miembros de la comitiva.

A las cuatro de la tarde, los visitantes, siempre acompañados por las autoridades locales, se trasladaron a la Colonia San José. Cuenta la crónica que «el presidente, el gobernador de la provincia, el doctor Gorostiaga, el doctor Victorica y los ministros del gobernador de Entre Ríos, ocuparon los carruajes, subiendo los demás en republicana confusión, a los carros de los colonos que, arreglados con toldos y banderas hacían las veces del más elegante «cabriolé». Inmenso era el acompañamiento tanto en carruajes como a caballo. Cohetes, hurras, vítores, atronaban los aires. Durante el viaje, el presidente contemplaba lleno de contento los adelantos de la colonia y oía de boca del general Urquiza la narración de las dificultades vencidas mediante sus desvelos y sacrificios. Pero su sorpresa – continúa el cronista – debía ser más grande en la plaza de la Colonia. Allí le esperaba la población entera, poseída del más vivo entusiasmo, manifestado por todos los medios de que podía disponer. Un batallón de infantería y dos escuadrones de caballería hicieron los honores a los ilustres huéspedes».

Al caer las primeras sombras de la noche, todo quedó dispuesto para el banquete, que se sirvió debajo de una enramada, en el centro de la plaza. A los postres habló el colono M. Crepy y enseguida se escuchó un enjundioso discurso de Alejo Peyret, administrador de la Colonia.

El regreso.

De nuevo en villa Colón, los visitantes se dispusieron para el regreso a Buenos Aires. La brevedad de la estada presidencial en aquel punto, malogró el cumplimiento íntegro de los agasajos. Y como bien señala Beatriz Bosch, quien más lamentaría esta contingencia sería sin duda el propietario del hotel «El Porvenir», el que, según El Uruguay, «quedó afeitado y sin visita, perdiéndose un gran banquete para cincuenta cubiertos que debió servirse en ese mismo hotel».

Ya en Buenos Aires, los viajeros se hicieron lenguas de la magnificencia de la recepción dispensada. Y es fama que ante tantas manifestaciones, Sarmiento habría dicho: «Ahora sí que me creo presidente de la República, fuerte por el prestigio de la ley y el poderoso concurso de los pueblos».

Sin duda, Concepción del Uruguay, como también Colón y San José, habían vivido jornadas memorables. Porque no sólo se trató de la visita de un presidente de la Nación, hecho de por sí destacado y más aún en aquella época, sino el reencuentro de dos grandes hombres. La amistad entre ambos había quedado sellada. Pero el destino tenía dispuesto otra cosa. Poco después Urquiza será asesinado y Sarmiento continuará su obra. «Y en el final de su vida, en la reminiscencia de sus recuerdos, el viejo sanjuanino debió de representarse aquella visita a Entre Ríos. Y mentalmente, en su apóstrofe a los caudillos, debió borrar de él a Urquiza, en el último hálito de su vida, porque el vencedor de Caseros fue algo más que un caudillo…».

(fragmento del libro “Historia de Concepción del Uruguay – Tomo II – del prof. Oscar Urquiza Almandoz)

Esta nota fue publicada por la revista La Ciudad el 5/2/2020

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