Por la Esp. Marina Isabel Pagani* –
Que las pestes causan estragos, crisis, desazón, y nos atacan por la espalda, sin miramientos, no es novedad. Algunos, las asocian al desarrollo tecnológico y al capitalismo; otros, a la falta de educación y de políticas de prevención. Hoy, el Covid-19, sigue manteniendo en vilo a la población mayor de 60 años, y a las que padecen enfermedades de base, es decir, a las personas con sistemas inmunes que se han vuelto frágiles.
Pero, contrariamente a lo que se pensaba al inicio de la pandemia, los niños y jóvenes también fueron y son afectados con distintos cuadros, a pesar de las campañas de vacunación mundial. Claro está, que algunos estudios científicos han demostrado que la vacuna impidió cuadros graves y muertes, cuestión esta no menos importante.
El siglo XX nos legó una oportunidad de ciencia y técnica sin precedentes, nos llevó al envejecimiento global a punto tal que en nuestro planeta aumentó la expectativa de vida para las mujeres y para los varones (Organización de las Naciones Unidas, Comisión Económica para América Latina y el Caribe, 2019).Produjo un cambio histórico en la posición del ser humano frente al tiempo. Esto nos mostró la prolongación de la vida de una persona que ya no es un tema individual sino social, entre otros aspectos, según lo analizan Roque (2015) y Davobe (1996).
Hoy podemos hablar de la globalización de la vejez con connotaciones más negativas que positivas desde el plano demográfico, económico, cultural y en el mundo jurídico. Varias preguntas con pocas respuestas. Varias preguntas sin respuestas o respuestas vagas.
¿Qué hacemos y cómo procedemos ante el envejecimiento de la población?
Hace muy poco, la Organización Mundial de la Salud (2020) señalaba que entre 2015 y 2050, estadísticamente, la proporción de personas con más de 60 años pasaría de 900 millones a 2000 millones, lo que representaría un aumento del 12% al 22% de la población mundial.
En esta misma dirección, Naciones Unidas ha estimado que una de cada cinco personas será mayor de 60 años a mediados de este siglo y que los porcentajes de la población mundial correspondientes a viejos y jóvenes serían iguales. Para el 2050 se considera que la proporción de adultos mayores aumentará significativamente en cada continente.
África cuadriplicará su población de 60 y más. Asia Occidental cuadriplicará su población mayor en los próximos 40 años y llegará al 19%. Asia Oriental y el Pacífico pasarán de un 10% al 24%, América Latina y el Caribe incrementará su población mayor del 10% al 25% y en Europa llegarán al 34% (Organización de las Naciones Unidas. Segunda Asamblea Mundial sobre el Envejecimiento Madrid, 2002) y (OMS, 2020).
Datos éstos que nos ponen “la piel de gallina”, que asombran, alarman y prenden una luz roja. ¿Cómo respondemos como sociedad planetaria al crecimiento de estos porcentajes? ¿Estamos pensando en cómo resolver la situación de los adultos mayores? O dicho de otra manera, ¿Interesa a los Estados mundiales diagnosticar, planificar, proyectar y gestionar en función de los ejes económicos, sociales, políticos, etc. que se nos presentan?
¿Existen políticas de Estado sustentables tendientes no solamente a pensar en mejorar la calidad de vida de los mayores sino a solucionar con medidas saludables concretamente el crecimiento y tratamiento local, regional, nacional y mundial? ¿Estamos formados y preparados para llevar adelante semejante desafío? ¿Estamos formados para ser formadores de las nuevas generaciones que se harán cargo de los mayores en todo el mundo? ¿Estamos trabajando en pos de ello o nos vamos en declamaciones glamorosas para las fotos? ¿Estamos trabajando en pos de mejorar la salud cognitiva y emocional de los adultos mayores? Varias preguntas, muchas dudas.
Hay un nuevo escenario jurídico social para los adultos mayores que todavía no se analiza en profundidad. Cuestión de derechos. Próximo análisis. Sabemos por las investigaciones que Japón e Italia se encuentran entre los países más envejecidos del planeta y Argentina, en las últimas cinco décadas, vio crecer la esperanza de vida notablemente. Durante 1960, el porcentaje de personas mayores en nuestro país era de un 5,5% respecto al total de habitantes. Aumentar la esperanza de vida es la contracara de la vejez y todos los aspectos que esta cuestión conlleva.
En 1991, el porcentaje de AM había ascendido a casi un 8,9%. En el último censo realizado en 2010, la población adulta mayor alcanzó el 10,2% y el promedio de vida de los varones se registró en los 73 años, mientras que el de las mujeres llega a los 80. Para el 2050, se prevé que los hombres podrían llegar a los 77 años y las mujeres, a los 84(INDEC).
¿Será que la pandemia (cara, visible o invisible, cruel e irónica en pleno Siglo XXI) nos despertó una nueva alerta mundial? La longevidad y el alargamiento de la propia vejez como etapa de la vida nos sacude y tengo la certeza que no sabemos cómo abordarla y cómo afrontar semejante etapa de esos maravillosos seres mayores útiles que trabajan, que producen libros, investigaciones, que transmiten sabiduría y alegría, que cuidan nietos, sobrinos y hermanas, que estuvieron encerrados pero que tímidamente comienzan a mirar la luz que asoma pero que a su vez están inmersos en una telaraña del ocaso. Esa telaraña gris y oscura subyace sobre las personas mayores como una próxima ancianidad munida de deshechos cubriendo territorios mundiales envejecidos y con los poderosos con la mirada puesta hacia la colonización de otros planetas, como si no hubiese que preocuparse y ocuparse del Planeta Tierra y sus habitantes.
En esta primera entrega de este simple análisis dejo un interrogante que me hace ruido cual vuelo de un mosquito. Se leen y escuchan decisiones sobre políticas sanitarias seguramente elaboradas por muy jóvenes que no alcanzar a dimensionar su propia y lejana vejez. Pregunto: ¿se está diagnosticando, pensando, analizando, reflexionando, gestionando y concretando políticas reales y humanas en vistas a la cruda realidad porcentual de AM en todo el globo?
En suma, como lo muestra Albert Camus en La Peste en 1947, o Gabriel García Márquez en El amor en los tiempos del cólera en 1985, las epidemias sacan a relucir lo mejor y lo peor de cada ser humano y de sus comunidades, en virtud de su carácter extraordinario, vital y de excepción. Se muestran las miserias humanas, ese lado ambivalente, irónico y perverso de nuestras vidas. Pero también digamos que muestra solidaridad, ayuda al prójimo y ganas de vivir en algunos sectores de la sociedad.
-AM: Adultos Mayores
*Doctoranda (c) en Ciencias de la Salud e Investigadora en UCU
18/1/2022