Por Rodolfo Oscar Negri –
Días pasados, tomamos de Internet un reportaje espectacular de Hugo Guerrero Marthineitz a Julio Cortázar que estaba en la página oficial de Felipe Pigna que se denomina el historiador (elhistoriador.com.ar).
Ahora ofrecemos una nueva entrevista que también tiene como origen esa página y que está realizada -nada más y nada menos- que por el escritor y periodista Oscar “Mempo” Giardinelli.
Estoy convencido de que la historia es el elemento que nos ayuda a reconocer de dónde venimos y nos permite vislumbrar hacia dónde vamos, por otro lado, también nos permite descubrir algo que decía el filósofo holandés Spinoza: “si no quieres repetir el pasado, estúdialo”.
Verlo en la voz de los protagonistas es un milagro, porque -además- nosotros sabemos lo que ellos no: como siguieron los acontecimientos y que fue de cada uno de sus sueños, de sus aspiraciones, de sus creencias, de sus convencimientos, de sus afirmaciones.
Me parece que es algo que enseña y alecciona. Espero que lo disfruten como yo y les sirva para conocer más de uno de los personajes que son ícono en América Latina y en el mundo.
Un documento histórico: Con Allende el día del triunfo
Autor: Oscar Mempo Giardinelli. |
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El domingo 4 de septiembre de 1970, el redactor Oscar Giardinelli –enviado, entonces, a Santiago de Chile por el desaparecido hebdomadario porteño Semana Gráfica— acompañó al doctor Salvador Allende Grossens durante toda la jornada. Ese día se volcaron a las urnas casi cuatro millones de chilenos, para consagrar como presidente de la República al entonces candidato de la Unidad Popular, quien a la sazón contaba con 62 años. Tras compartir la incertidumbre respecto a los resultados comiciales, y luego de haber desandado buena parte de la campaña proselitista junto al médico socialista, al caer la tarde de ese domingo, Allende concedió a Giardinelli un reportaje exclusivo que se prolongó poco más de una hora. Ese reportaje, sin embargo, no fue publicado por Semana Gráfica, debido a imposiciones del cierre de la edición a que estaba destinado. Pero la grabación fue conservada por el redactor. Ahora, pocos días después del derrocamiento y muerte del presidente chileno, aquellas manifestaciones de Allende adquieren el relevante carácter de documento histórico, por cuanto todo lo expresado es, en alguna medida, una cabal síntesis del pensamiento del estadista trasandino. En aquel diálogo, Allende hablaba entre otras cosas, de las relaciones de la UP con las fuerzas armadas de su país, de la posibilidad de un golpe de estado –ítem que descartaba rotundamente—, y de las condiciones en que se enmarcaba la “vía chilena al socialismo”. He aquí el texto de esa grabación, que el ahora redactor de Siete Días, Giardinelli, volcó íntegramente: —Doctor Allende, ¿cuál es, hoy, la situación chilena a nivel político, social y económico? Y en función de esa interpretación, ¿cuáles serán las primeras medidas a adoptar por su gobierno en caso de ser electo presidente?—Bueno, la situación política, económica y cultural de Chille es la de un país dependiente. Chile, al igual que los demás países latinoamericanos, ha sufrido la explotación inmisericorde del capital foráneo, que se ha apropiado de nuestras riquezas esenciales. De allí entonces nuestra situación paradojal y contradictoria: siendo países potencialmente ricos, somos países pobres. Además, hay una relación dialéctica muy clara entre el imperialismo y el subdesarrollo: hay subdesarrollo porque existe el imperialismo; y existe el imperialismo porque existe el subdesarrollo. La verdad es que siendo países en vías de formación –para ser más claros, de un capitalismo incipiente—, debemos exportar el capital. Buscamos ayuda económica, imploramos ayuda económica, y sin embargo somos los que estamos financiando a las grandes empresas del país más capitalista del mundo, los Estados Unidos. Por ejemplo, de Chile salen un millón trescientos mil dólares por día —450 millones al año—, la mitad de los suman las exportaciones de Chile. Usted comprende que 1.300.000 dólares al día implican el salario de un millón de chilenos… Por lo tanto, frente a esta realidad, ningún gobierno en Chile ha solucionado el problema del trabajo, de la salud, de vivienda, de educación, de alimentación, de recreación y…, al contrario, se han agudizado los problemas. Le voy a poner un ejemplo: la primera exposición sobre la vivienda que se hizo en Chile la hice yo en 1940. Han pasado 30 años; en esa época faltaban 300 mil viviendas; hoy día faltan 440 mil. Por otra parte, 3.200.000 chilenos no tienen agua potable. Cuatro millones no tienen dónde estudiar. El 50 por ciento de los niños chilenos de cero a 15 años está desnutrido. Hay 300 mil cesantes… —En estos últimos días ha recrudecido el problema de la subversión, lo que acaso no sea casual, vistas las posibilidades electorales de las fracciones políticas que apoyan a usted. ¿Cómo piensa encarar esta cuestión?—¿A qué subversión se refiere usted? —Tanto a la de la derecha reaccionaria, que teme que usted sea gobierno, como a la que, a través del MIR, ha tomado la forma operativa de la guerrilla.—Bueno, respecto del MIR, ellos también tendrán que respetar la victoria popular si es que son consecuentes. Y lo serán. Ellos buscan construir el socialismo, y nosotros también. Es probable que ellos quieran que hagamos algunas cosas con más premura, pero no con irresponsabilidad. —¿Usted cree que pueden contar con el apoyo del MIR, en los hechos?— Y sí, claro; yo creo que ellos se van a tener que sumar al trabajo de un pueblo que quiere construir una nueva patria, un nuevo destino, trasformar la economía –colocándola al servicio del hombre, y no el hombre al servicio de la economía—, y por lo tanto encontrarán trabajo y mucho. Y no quedará tiempo para que hagan otra labor que no sea a favor de la construcción del socialismo. —Si el MIR no se sumara a esa labor a la que usted, concretamente, está convocando, ¿qué ocurriría?—No me parece. Pero si no se sumaran, les aplicaríamos la ley, como se la vamos a aplicar a todo el mundo. Y con los sectores de derecha también procederemos así. —¿Qué opina sobre el ingreso de Cuba a la OEA, doctor? ¿Chile prestará apoyo a ese ingreso?—Sí. Pero ése es un problema de los cubanos. Ellos han manifestado que no tienen ningún interés en ingresar a la OEA. Y, bueno, si ellos no quieren hacerlo… Pero, lo que sí, nosotros estableceremos relaciones con Cuba, le guste o no a la OEA. —¿Cuál será la política agraria de su gestión? ¿Una continuidad de la iniciada por Frei, o una nueva y más radical reforma agraria?—Vamos a intensificar la reforma agraria. Nosotros coincidimos al dictarse la ley de reforma agraria. Creemos que con esa ley se puede hacer la reforma estructural, si es que hay una verdadera decisión de llevarla a cabo. Se puede hacer. Pero no de manera aislada, sino por zonas, y al mismo tiempo sobre la idea básica de llegar a la formación de complejos agrarios industriales. Nosotros creemos muy sanamente que tendría que haber propiedad privada, cooperativa, descentralizada. Eso de acuerdo con la zona, la región o la característica del suelo, clima, etcétera. —¿Este principio admite también un apoyo tecnológico integral, o sólo se limitará –como según tengo entendido fue la reforma agraria de la democracia cristiana— a dar título de propiedad, lo que, como se sabe, a la larga distorsiona la idea fundamental de la reforma?—No, jamás. La reforma agraria forma parte del desarrollo económico. Será un proceso integral, con apoyo técnico, créditos, semillas, maestros y médicos. —¿Tiene usted algún modelo de reforma agraria que le gustaría aplicar en Chile?—No, señor. Nosotros aprovecharemos la experiencia de donde venga, pero la aplicaremos a la realidad chilena, que es muy distinta. Usted observe que tenemos zonas, como Magallanes, donde hay grandes estancias, donde hay petróleo, y ahí se pueden crear complejos agrícola—industriales, con una tarea extraordinaria. Ahí no hay nada más que hacer haciendas del estado. En otras partes no; Chiloé, por ejemplo, es el caso totalmente opuesto. Allí lo que prima es el minifundio. Habrá entonces que darles más tierras, y para eso habrá que hacer cooperativas, porque con lo que tienen no pueden vivir. —Respecto a la Iglesia chilena como factor de poder. ¿Cómo se ubica usted frente al movimiento tercermundista que, por otra parte, apoyó su candidatura?—Nosotros hemos visto con satisfacción cómo una parte de la Iglesia chilena ha evidenciado, en los últimos tiempos, un criterio de convención de la realidad de nuestro país. Y las opiniones de los obispos chilenos, por ejemplo, señalan una serie de hechos que nosotros anticipamos hace mucho tiempo, pero que la Iglesia no había reconocido. Esto es: la constancia de la explotación del hombre por el hombre, del sufrimiento de millones de chilenos. Esas opiniones señalan ahora que hay una violencia institucionalizada, la que se hace presente, por ejemplo, cuando un hombre pide trabajo y no lo encuentra; o cuando una madre pide medicamentos o atención médica para su hijo en un hospital y no los recibe. En fin, hoy la Iglesia está absolutamente clara. Ya hemos visto a los obispos latinoamericanos en Medellín. Y en Chile, fíjese que las cosas han andado inclusive con mayor rapidez. Nosotros hemos tenido oportunidad de tener sacerdotes en los actos públicos de Valparaíso, Santiago y Concepción. El otro día, en un almuerzo, un prestigioso sacerdote –el padre Hurtado— dijo claramente que “los auténticos cristianos están junto al pueblo”. Y vemos a esos sacerdotes jóvenes, de la Iglesia del pueblo, trabajando en las poblaciones, como es el caso del padre Marcotti en Valparaíso. Nosotros tenemos la certeza de que miles de gentes comprenden que por ser cristianos deben estar junto a nosotros. Y lo prueba la presencia del MAPU, que significan el auténtico pensamiento cristiano, que se segregaron de la democracia cristiana cuando vieron que, siendo gobierno, no cumplían el programa que habían prometido al pueblo. —¿Y el poder militar? ¿Cómo lo ve en Chile? ¿Cree que tendrá apoyo o trabas? Y, por último, ¿cree usted que las Fuerzas Armadas chilenas están o estarán de acuerdo con sus planes políticos?—Bueno, las Fuerzas Armadas de Chile han sido siempre disciplinadas, tienen un rol que el pueblo respeta: el de resguardar nuestra soberanía y sus fronteras. Hemos señalado nosotros que queremos que las Fuerzas Armadas de Chile participen mucho más en el gobierno del pueblo. ¿En qué sentido? En el desarrollo económico, en los niveles de investigación científica y técnica. Y creemos que indiscutiblemente no se sentirán –como diría— parcelaos de las grandes tareas del pueblo de Chile. Nosotros no tenemos ningún problema con las Fuerzas Armadas. Y yo lo he dicho claramente: la Unidad Popular es partidaria de la Revolución Cubana; los cubanos tuvieron que enfrentarse con las Fuerzas Armadas, porque la lucha era contra un dictador apoyado en ellas, que eran su guardia pretoriana. Y en Chile ese caso no se da. Nosotros vamos a ganar por el sufragio. Y las Fuerzas Armadas chilenas, que son profesionales, serán respetadas. Y nosotros nos preocuparemos por que tengan todos los elementos técnicos, sin caer en una carrera armamentista. —Doctor, la injerencia de los Estados Unidos en Chile, ¿se ejerce sólo a nivel económico? Se dice que también existe militarmente. Hay denuncias, por ejemplo, de que en la Isla de Pascua habría una base militar norteamericana. En el caso de que esto se confirmará, ¿qué actitud adoptará su gobierno?—Jamás aceptaremos base militar alguna, de ningún país extranjero, en suelo chileno. Si la hubiera, tendrá que irse. Hasta ahora se ha dicho que es una estación de estudios ionosféricos. —No es ningún misterio que su candidatura no goza de las simpatías del gobierno de los Estados Unidos. Y la eventualidad de que hoy usted resulte electo presidente de Chile seguramente le acarreará a su gobierno una serie de posibles trabas no sólo políticas, sino fundamentalmente de tipo económico. Si esto es así, ¿cómo piensa que podrá superarlas?—Yo pienso que el gobierno de los Estados Unidos respetará el derecho del gobierno chileno a tomar las medidas internas que estime necesarias, lo cual no significa que vayamos a usurpar o apropiarnos indebidamente de los capitales norteamericanos que están invertidos aquí. Los indemnizaremos de acuerdo a las leyes chilenas. Estados Unidos, a través de su gobierno, supongo que respetará los acuerdos que internacionalmente tienen el refuerzo de las Naciones Unidas, en el sentido de las nacionalizaciones. De allí entonces que yo piense que la política estadounidense será de respeto al derecho inalienable de los países a tomar medidas en defensa de sus intereses. Usted ve, por ejemplo, respecto a las 200 millas marinas de aguas territoriales, cómo el Perú ha tomado algunas medidas y cómo el gobierno norteamericano ha tenido que aceptarlas, ¿verdad? Bueno, yo pienso que los gobernantes norteamericanos se dan cuenta de que el mundo cambia y no pueden ellos concitar el odio de Latinoamérica; ellos comprenden –o tendrán que comprender— que nuestra obligación fundamental es asegurar la vida y el derecho a la vida de nuestra gente. Nosotros no tenemos nada contra el pueblo norteamericano. Y en cuanto al gobierno de aquel país, es problema de los norteamericanos. Por el contrario, admiramos la tradición de Lincoln, de Jefferson, de Washington, conocemos a Walt Whitman, y además sabemos que hay problemas internos en Estados Unidos que deben preocuparle a ellos bastante, como el problema racial y otros tan serios como el de Vietnam, ¿no? —En la opinión pública chilena de estos días se observa con inquietud la posibilidad de una intervención armada por parte de la Argentina. O, más directamente, por parte de los Estados Unidos. ¿Cuál sería su actitud, en caso de que esta hipótesis se hiciera realidad?—Yo nunca me he imaginado, no puedo creer, no me entra en la cabeza –y discúlpeme esta expresión— que pueda haber una invasión argentina. Yo creo que el pueblo argentino, y también su gobierno, deben tener claro que la autodeterminación es algo que deben respetar. Y que nosotros sabemos que van a respetar. Así como nosotros nada tenemos que opinar respecto del gobierno que tiene la Argentina –ése es un problema del pueblo argentino, de ustedes, les guste o no les guste—, en el que nosotros no nos metemos. Y los norteamericanos jamás vendrían a este país. Primero, porque hemos demostrado ser un país que tiene una gran conciencia política. Y que es el país más desarrollado de América Latina desde el punto de vista de la democracia burguesa. Y nuestras Fuerzas Armadas, que no sólo tienen una tradición de valentía sino también de dignidad, serían las primeras en rechazar cualquier intentona de cualquier parte que pretenda intervenir con las armas en la vida del pueblo chileno. Y yo creo que aun los más enconados enemigos de la Unión Popular saldrían junto con nosotros a la calle a defender a Chile. En ese sentido no tengo dudas. —Ahora, si esa intervención se manifestara a través de un golpe de Estado…—Aquí no puede haber golpe de Estado. Y no puede haberlo por una sencilla razón: porque ganando las fuerzas populares en los comicios, éstas defenderán sus derechos. Y como el ejército es un ejército profesional, ¿de dónde va a venir el golpe de Estado? —Dada su trayectoria como militante socialista, de reconocida filiación marxista, ¿piensa usted realizar un gobierno de neto corte socialista, o piensa encuadrar, acomodar, principios socialistas dentro del sistema democrático burgués? ¿Acaso será éste un gobierno más dentro del llamado marco occidental y cristiano, pero con algunos ingredientes socialistas?—No. Vea, yo simplemente voy a cumplir el programa que hemos expuesto al pueblo. Yo soy un militante socialista, es cierto, pero no soy el candidato del Partido Socialista. Soy el candidato de la Unión Popular. Y la UP se expresa en seis partidos y en la forma social de los trabajadores, de los campesinos, de los técnicos, de los profesionales, intelectuales, etcétera. Es decir: la mayoría de Chile. Y, además, ya lo hemos dicho, nosotros vamos a hacer un gobierno pluripartidario que abra el camino al socialismo. Con lo cual estamos señalando que el socialismo no se impone de la noche a la mañana. —O sea que la llamada “vía chilena al socialismo” sería sólo la iniciación de un proceso tendiente a una república socialista.—Sería la iniciación para un país socialista, evidentemente. Ahora, ¿cuánto tiempo va a durar eso; cómo llegar? Eso dependerá de las condiciones, de las resistencias que se tengan, o de la posibilidad de realizar las cosas. Usted sabe perfectamente bien que países con 900 millones de habitantes, como China, tienen a Shangai y Hong Kong. También Cuba tiene a Guantánamo. Nosotros no vamos a precipitar a este país. Pero tampoco vamos a retroceder —¡ni un milímetro! — en el cumplimiento del programa, que es un programa definidamente antimperialista, antioligárquico y antifeudal. Es un programa revolucionario para construir una nueva economía, una nueva convivencia social, una nueva moral y un nuevo país. —Una última pregunta, doctor Allende: como marxista, usted bien sabe que, si es coherente, una vez logrado el gobierno y luego el poder, la tarea es afirmarlo. ¿Qué ocurriría si se intentara derrocarlo por medio de un golpe de Estado, o si pierde la UP las elecciones de 1976?Con una sonrisa, Allende pidió al periodista que detuviera el grabador. Luego –con la misma sonrisa— afirmó: —Ya le dije que no hay posibilidades de golpe de Estado. En cuanto al 76, está muy lejos todavía. Y respecto a mi coherencia, no le quepa duda, soy muy coherente. |
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Fuente: www.elhistoriador.com.ar |
Esta nota fue publicada por la revista La Ciudad el 1/9/2016