por José Florentino Beorda –
José Hernández:
Hombre ciudadano
Hombre Argentino
Hombre Pueblo
No es posible para una sociedad “dar a luz” su Poema Épico en tan corto lapso de tiempo (1810 – 1872). Hacen falta prerrogativas substanciales de carácter histórico y sociocultural para “que exista” el creador capaz de asumir, en sí mismo, EL CANTO substancial y majestuoso de su Pueblo. Porque ese CANTO no es el decir individual de quien lo materializa en la hondura poética creativa, sino que es el VERBO de su Pueblo. El “hágase” íntimo y secreto de su Ser existencial, original y por tanto, propio y legítimo. La raíz gaucha del paisano “hijo de los campos” (Hernández) contaba al menos con 200 años de historia en nuestra patria al salir “MARTÍN FIERRO” y en su amalgama, fructífera y persistente fue creando la conciencia histórica de una nueva realidad existencial sobre la faz de la tierra. El Martín Fierro es entonces un itinerario reflexivo analítico de un hombre entregado al Decir de su Pueblo. Por ello, su CANTO… es único e inmortal
“Aquí me pongo a cantar”
“El Hombre de Hernández es símbolo nativo porque conoce, como fuente de vida, la riqueza y condición de “su” tierra. Aceptando además, por razón, por emoción y por vivencia, la importancia y trascendencia de su influencia a la cual habrá de proyectar como valor último de su código natural. Conducto el más apropiado, para una aptitud posterior, que al ser ética, se hace moral. Tales características culturales autóctonas simbolizadas y potenciadas a través del perfil sublimado del Hombre como eje temático, intentan rescatar un rédito creativo superior…
“… combatir y extirpar males morales más fundamentales y trascendentes, examinándolos bajo el punto de vista de una filosofía más elevada y pura…”.
(De: “Cuatro palabras de…”)
Acentuando para el desarrollo de este Canto inicial, la particularidad de conocer al Hombre-imagen en su acendrado empeño de independencia y libertad. En su coraje y en su propuesta/desafío para la eventual defensa de su prerrogativa existencial.
Estrofa 1
“Aquí me pongo a cantar”
“Aquí”. Cuando el fogón se encienda. Donde estos versos se canten. Donde este libro esté. Apenas este libro se abra.
No hay especificación espacio temporal.
No hay escenario ni condicionantes externos.
Es el Hombre en todo tiempo espacio y lugar.
Siempre que su libro se abra… En el tiempo que sea; “Allí” habrá de cantar.
“Aquí me pongo a cantar
Al compás de la vigüela,”
Trilogía para una unidad. Hombre – Instrumento – Canto, que definen lo autóctono primordial.
“Al compás de…”. Es decir acompañado por y dejándose llevar de su sonido.
Toda persona depositaria de instrucción y/o condición musical, es consciente de la importancia vital del instrumento. De la trascendente influencia anímica – sensible del mismo. El delicado ensamble de sus rasgueos (caso de la guitarra), o de sus armonías, “atrapa”. Absorbe a quien se expresa cantando, e incluso endulza o exaspera su voz/palabra, según así sea la interpretación que se da. Sucede algo así como una confluencia anímico/racional sensible entre las notas musicales; la percepción de quien canta y su voz. Es por ello que cantar “Al compás de la vigüela”, no tan solo implica sino que reconoce ser acompañado de su fondo musical específico y presume el dejarse llevar por su musicalidad, su armonía. Eventualmente integrados en la inspiración, el Canto y la voz.
Para el Hombre gaucho además, la guitarra es parte de sí. Al igual que el Canto; y a través de ella -y junto a ella- encuentra el punto exacto. El tiempo donde la percepción, el pensamiento y la emoción, aceptan expresarse a través de la creación personal que es, en sí misma, el hilo conductor vital de la acción.
“Que el hombre que lo desvela
Una pena estrordinaria,
Como la ave solitaria
Con el cantar se consuela.”
Se complementa la primera estrofa donde todo es vivencial y es anímico y donde el hecho de cantar por sufrimiento, marca una particularidad: “Una pena estrordinaria”, como condición y premisa esencial.
Aflicción desmesurada, por incluyente, a la que es preciso llamar extraordinaria por considerarla síntesis de lo que está fuera de lo normal. Y al no pertenecer al terreno de lo normal/natural que el Hombre acepta, comprende y resuelve por sí, se hace emblema ante el cual, como excepcional consuelo, queda el Canto con su “doble” posibilidad:
Canto “testigo” que se desdobla en consuelo como también en compromiso de arraigo moral.
Al transcurso de este estudio, se verá que es para nuestro entender, una de las máximas conceptualizaciones creativas y su ajustada acepción será fiel reflejo de:
Capacidad personal… e impotencia
Dolor y aptitud para sobrellevarlo
Adaptación y vitalidad reflexiva… En el protagonista.
Capacidad y Saber… En el poeta.
Asimismo se da por entendido que el uso dado al término “estrordinaria” en su aplicación lingüística, no tan sólo se asume desde lo real, sino que permite la exacta versificación exigida, haciéndose evidente que era el término preciso a utilizar en su acepción significante de trascendencia virtual.
En esta primera estrofa se induce ya al conocimiento y a la comprensión de la interrelación creativa entre el Hombre y lo natural. Consintiendo, que “así nadie escuche su canción”… Al igual que el ave en el favor (don) del Canto, hallará consuelo. O cuando menos, alivio temporal a su aflicción.”
“José Hernández, Martín Fierro y el hombre vivencial”
Libro digital eBook (Ed. Autores de Argentina)