Por Rodolfo Oscar Negri –
“Era el subsuelo de la patria sublevado. Era el cimiento básico de la Nación que asomaba, como asoman las épocas pretéritas de la tierra en la conmoción del terremoto. Era el substrato de nueva idiosincrasia y de nuestras posibilidades colectivas allí presente en su primordialidad sin reatos y sin disimulos. Era el de nadie y el sin nada en una multiplicidad casi infinita de gamas y matices humanos, aglutinados por el mismo estremecimiento y el mismo impulso, sostenidos por una misma verdad que una sola palabra traducía: Perón.”
(Raúl Scalabrini Ortiz en Hechos e Ideas, febrero 1946.)
Cada 17 de Octubre se cumple un aniversario mas de un hecho que cambió la historia de nuestro país para siempre. Nuestra Argentina se marcó con un sello imborrable que le da una característica propia, una naturaleza de origen nacional que tiene un nombre: El Peronismo.
Ese día estallaba una mezcla de razas, donde se fundían la tez trigueña del aborigen, del gaucho con la piel blanca y el pelo amarillento del gringo inmigrante trabajador.
Ese día renace una idea, como en una simbiosis mágica se hicieron una: la lucha por la tierra del aborigen desplazado, la valentía indomable del montonero gaucho, la militancia férrea del inmigrante sindicalizado, la pelea inclaudicable de la “chusma” yrigoyenista sintetizándose en un solo vocablo que nace de un nombre: Perón.
En nuestra Argentina existe un gran Movimiento Nacional y Popular desde sus raíces y que hay constantes en sus postulados políticos, económicos y sociales. El Peronismo es parte de él y su continuidad histórica.
No creo equivocarme si digo que es una filosofía de vida nacional, simple, práctica y popular; esencialmente cristiana y humanista, con brazos fundamentales que son la justicia social, la ayuda social y la protección y el amor por los más humildes. Dando prioridad a los niños, a las personas con capacidades diferentes y a los ancianos. Defendiendo la Vida, los Derechos Humanos y el Medio Ambiente por sobre la rentabilidad económica.
Que –por otro lado- tiene postulados básicos que se definen en las tres Banderas: Justicia Social, Independencia Económica y Soberanía Política y en la Constitución de 1949.
El Peronismo se basa en un Estado organizado que es propietario y debe manejar los recursos estratégicos de la Nación, porque concibe al Estado como una comunidad que está sobre los intereses particulares, entendiendo que se debe dar el imperio de lo que nos es común, por sobre los intereses individuales. Además es su obligación proteger los derechos de cada persona en equilibrio con los de la comunidad, pero entendiendo que ésta está sobre aquellos.
Por eso mismo es esencialmente popular y debe apoyar todo mecanismo institucional que posibilite o incentive la participación de la gente; sea en las decisiones políticas, en la designación de dirigentes o en cualquier otro rubro donde pueda darse válidamente, asimismo tiene la obligación fomentar todo tipo de asociación popular que promueva el bienestar comunitario (Cooperativas, Mutuales, Clubes, Juntas Vecinales, sindicatos, etc. Etc. Etc.)
Por otro lado cree en la Economía Social, poniendo el capital al servicio de la economía y la economía al servicio del bienestar social.
Desde su esencia, el Peronismo busca deshacer todas las nuevas formas de dependencia, coloniaje y esclavitud en que ha sumido a la Argentina a lo largo de gran parte de su historia la concentración económica, recuperando la capacidad de decisión nacional.
Para él, la política no es un fin, sino un medio para lograr la felicidad del pueblo y la grandeza de la Patria.
Asimismo entiende al trabajo como derecho, porque crea la dignidad del Hombre, por eso asume como un deber defender el trabajo argentino, la creación de fuentes laborales, la defensa de las economías regionales, la promoción del afincamiento de las nuevas generaciones en sus lugares de origen a través del incentivo de la producción local, y todo otro medio que asegure el bienestar a cada trabajador.
Por eso, también, debe igualar las posibilidades de cada uno de los habitantes de la Nación para poder educarse y capacitarse a los efectos de prestar un servicio útil a sí mismo y a la comunidad, en la medida de sus talentos naturales, sus capacidades y premiando el esfuerzo.
El Peronismo anhela la Unidad Nacional, respeta a quienes opinan diferente, y es históricamente frentista: Un movimiento abierto a toda persona de buena voluntad que adhiera a los postulados señalados y que no puede ser víctima de discriminación de ningún tipo, ni burocracia alguna, que le impida sumarse al movimiento. El Peronismo debe oponerse a toda política de círculo, acuerdos a espaldas de la gente o contubernio.
El orden del Peronismo es, primero la Patria, luego el movimiento y después los hombres. Hombres que, despojados de personalismos, sirvan a un proyecto de construcción colectiva.
Que cualquier acción que se realice, debe cimentarse en los valores de Justicia, Equidad y Solidaridad; y que sus principios prácticos deben ser la austeridad, la transparencia y el sentido común.
Por otra parte el Peronismo no concibe a la Argentina, sino como una parte inexorable de la Gran Nación Latinoamericana.
También está claro que estos lineamientos son las guías que deben ser rectoras y que quien no cumple con estos postulados, puede pregonar ser lo que quiera, pero no es coherente ni con sus principios ni con su historia y está jugando “la propia”. Bien decía John W. Cooke que el Peronismo solo puede destruirse desde adentro y hemos vivido ya experiencias históricas que así lo demuestran, pero que –por suerte- no quedaron más que en intentos fallidos. Dirigentes cooptados por los poderes vinculados a las grandes corporaciones que asumen sus discursos e intentan confundir, segmentar, dividir y disgregar al Movimiento Nacional.
Así como no hay países dependientes sin un sector social cómplice, suele ser cierto aquello que dice la canción cuando sentencia que “un traidor puede más que mil valientes”. Así se asumió al neoliberalismo y a la destrucción del Estado, con una fachada de Peronismo –con una caterva de dirigentes cómplices- durante los años noventa y se pudo observar a sectores –incluso algunos otrora defensores de los trabajadores- asociados a lo peor de los intereses concentrados con el mismo discurso de sumisión dependiente de un neoliberalismo ligado a los más oscuros intereses.
Pero todo explotó y en el 2003 volvió el peronismo, de la mano de Néstor Kirchner primero y Cristina, después, a poner de pie a la Argentina. Se avanzó mucho, se lograron grandes cosas, la distribución del ingreso volvió a ser equitativa (50 y 50). No obstante algunos errores que se llevaron a cabo por acción o por omisión hicieron que la ciudadanía no acompañe el proceso y en 2015 volvió lo peor del espectro político al poder (con complicidades y socios de los lugares mas insospechados, traicionando incluso sus principios y valores).
Con cuatro años de macrismo, los intereses monopólicos y concentrados recuperaron sus privilegios, suprimieron derechos y conquistas sociales, generaron una deuda externa descomunal, fueron cómplices de una fuga de capitales vergonzosa, y realizaron negociados para propios y para amigos, generando un nivel de saqueo y corrupción como jamás se había llevado adelante a lo largo de toda nuestra historia en un lapso de tan poco tiempo.
Una vez mas vinieron por todo y se llevaron a la Argentina puesta. Repitieron la historia como lo hicieron cuando derrotaron al Federalismo, al Yrigoyenismo o en el mismo 55. Nada nuevo bajo el sol.
Pero cuando parecía que el barco se hundiría inexorablemente, volvió el peronismo. Con Alberto y con Cristina, volvió; y una vez más, como en aquel 17 de octubre, hoy estamos frente a una decisión bisagra en el marco de la lucha por la soberanía.
Ya no bombardean, fusilan o hacen desaparecer personas. La estrategia es otra. Mas sagaz. Mas ladina. El centro de avanzada son los medios de difusión monopólicos –verdaderos arietes de deformación cultural y generadores de confusión- que juegan un rol fundamental en el bombardeo mediático de la población, generando sumisión y repetición de discursos vacios y negadores de una realidad tangible. “Miente, miente, que algo quedará” repetía el ideólogo comunicacional Goebbels y esa es la fórmula aplicada. Con semejante cobertura mediática y una meticulosa y artera telaraña de persecución política, llevada a cabo por una estructura para-oficial de espionaje y un aparato judicial cómplice, que todavía está intacto.
Si a esa realidad, al desastre económico y social recibido, se le suma la pandemia, el panorama no parece el mejor; pero hay que decidirse. Sabemos que hay muchos –aún entre nosotros- que no juegan con claridad su rol y su compromiso hacia el rumbo de la Nación que soñamos Justa, Libre y Soberana.
No es con tibieza que se consiguen los logros. Las conquistas son el resultado de la lucha y eso significa contraposición de ideas, proyectos y actitudes. Es imposible el consenso cuando algunos se llevan todo y al resto le quedan migajas, porque de eso se trata. Hay que poner el cuerpo. Habrá enfrentamientos porque nadie cede gratuitamente sus privilegios, pero no hay otro camino si queremos lograr una sociedad mas justa e inclusiva.
Por eso, es fundamental no equivocarse y recurrir al sabio simplismo que alguna vez esgrimió Evita: “cuando no veo las cosas claras, dicen que decía, solo me fijo que es lo que hace la Oligarquía. Lo correcto es lo contrario, porque ella jamás equivoca sus intereses”.
El futuro está en nosotros y tenemos que lograrlo porque, de no hacerlo, perderemos hasta el derecho a lamentarlo.
Esta nota fue publicada por la revista La Ciudad el 17/10/2020
