Po r Rubén I. Bourlot. –
El pacto Roca-Runciman firmado en 1933 por el gobierno argentino y el imperio inglés fue conocido como el “estatuto legal del coloniaje”. El mismo, no fue un pacto sino un contrato de adhesión en donde una de las partes imponía condiciones y la otra solo aceptaba.
En la Conferencia de Otawa de 1932 el Reino Unido y sus dominios acordaron una serie de medidas para sofocar la crisis económica mundial que se venía arrastrando a partir del derrumbe de la Bolsa de Nueva York en 1929.
Los dominios del imperio británico exigían a sus metrópolis medidas proteccionistas a sus producciones agropecuarias: en particular Canadá, Australia y Sud África. El trigo y los ganados que Argentina exportaba al Reino Unido eran la competencia de los producidos en aquellos países.
Inmediatamente se dispuso una drástica reducción de las importaciones de carnes argentinas. Ante esta situación el gobierno de Agustín P. Justo envió una delegación encabezada por Julio A. Roca (h) para negociar lo que fuera. O sea, bajarse los pantalones. O a “ir con la valijita vender la Argentina” como sin ambages se dice hoy.
Roca finalmente firmó un convenio con el ministro de Comercio inglés Walter Runciman mediante el cual Inglaterra seguiría comprando carnes argentinas a cambio de una serie ventajas para el ingreso de mercadería de aquel país, entre otras whisky, carbón de piedra, combustibles manufacturados, sedas, aguas de colonia, mermeladas, etc. El tratado se asimilaba a un acuerdo entre un imperio y una colonia. Argentina se constituía en los hechos en el sexto dominio del imperio inglés.
El nuevo estatuto –Pacto Quirno-Rubio- que pomposamente hoy se presenta como un tratado entre el gobierno argentino y los EEUU tiene grandes similitudes y hasta se puede considerar que es más pernicioso aún que aquel de la Década infame. Hoy no hay una crisis mundial equivalente que afecte nuestras exportaciones. Varios países requieren nuestras producciones sin necesidad de que el país del norte nos compre. Por otra parte nuestra economía no es complementaria con la de EEUU como lo era en su momento con el Reino Unido que necesitaba importar granos y carnes.
Por el actual tratado Estados Unidos accede a eliminar aranceles sobre recursos naturales no disponibles y artículos no patentados para uso farmacéutico. Es decir que importará, si le conviene minerales en bruto, algunos estratégicos como litio, uranio y tal vez las famosas “tierras raras”. Los únicos productos industrializados que importaría serían acero y aluminio, si es que la industria del acero del norte no patalea como ya se insinúa.
Como contrapartida el gobierno argentino habilita el ingreso de carnes vacunas, incluso vacas en pie, porcinas y aviares. Además de medicamentos, productos químicos, maquinaria (agrícola entre otras), productos de tecnología de la información, dispositivos médicos y vehículos automotores. Producciones que ya la industria argentina fabrica.