Por Carlos Alberto Negri (1) –
Consenso
Contexto
Ecología
Derechos Adquiridos
Libertad de Expresión
Género
Eficiencia
No Discriminación
Inclusión
Democracia
Protocolo
República
Déficit Fiscal
De las variadas corrientes literarias que conozco, consecuencia de mas que frugales y desordenadas lecturas, la mas popular, creo, es la escuela de los plagiarios. Los hay que copian y pegan sin pudor, los hay que intentan disimulos varios, está el plagiario inimputable que repite, porque lo escuchó en alguna parte, lo que ya pensaron y escribieron varios pero que quedó sin registro en su modesta inteligencia, es aquel que repite “porque es como yo siempre digo…” y descarga una perogrullada marca poncho.
Aquí, robando sin complejos la idea de Roberto Fontanarosa en su cuento “Gral. Robustiano del Castillo: un soldado de la democracia”, cuya lectura recomendamos, se intenta una inteligente crítica a la contemporánea, reiterada e irreflexiva incorporación de términos que pueblan diarios, revistas, programas de radio, televisión, etc., y asaltan falsos libros de autoría de quienes se autoproclaman “periodista y escritor”, la crítica se intenta desde la metáfora, con perspectiva sociológica, rigor histórico y profundidad reflexiva… se intenta … pero queda en eso … no se lo consigue.
Allá vamos.
En el tomo II de la Historia de Adolfo Saldías se citan parcialmente dos cartas remitidas por Lavalleja a Rosas referenciando los episodios que se relatan a continuación, hay datos también en extensa nota a pie de página del Tomo III, pág. 367, de la Historia de José María Rosa, textos que fueron confrontados con las cartas que remitiera al almirantazgo el comerciante inglés Robert Dylan (en la historia de la construcción del neocolonialismo en América siempre hay un comerciante inglés que le escribe al almirantazgo), y documentos inéditos relevados en los sótanos del Palacio Piratiní por la historiadora y economista gaúcha Dra. Marcia Ecker Miranda.
En los primeros días de noviembre de 1826 se iniciaban las operaciones para terminar la guerra de expulsión de las tropas imperiales de la Banda Oriental, postergada por la miserable posición que habían asumido los unitarios de Buenos Aires.
El ala derecha de las fuerzas republicanas, que así se denominaba el ejército argentino en operaciones, estaba al mando por entonces de Juan Antonio Lavalleja, el jefe de los 33 orientales, fundamentalmente caballería oriental, indios, morenos y algunos contingentes de brasileros liberales de Rio Grande do Sul, que serán el futuro ejercito farroupilha, evolucionaba en convergencia sobre Bagé, el cuerpo central y el ala izquierda de la fuerza, unos 5.500 combatientes, tropas de Corrientes, Córdoba, Entre Ríos y Buenos Aires estaban estacionadas en la margen izquierda del Cuareim a unas 40 leguas de su desembocadura en el Uruguay, veteranos todos, 3.500 de a caballo, buena disposición de artillería, 16 cañones del 8 y 11 piezas menores, 1.700 plazas de infantería, esta fuerza quedó bajo el mando del recién ascendido Coronel Mayor Manuel Alvarez de Langreo, porteño descendiente de guerreros Astures, militar de carrera, venia de combatir en Chile bajo las órdenes del General San Martin, con una foja brillante de éxitos que lo mostraban como la promesa de las armas de las Provincias Unidas, conductor militar que reunía en su persona además de intuición, coraje y decisión en el campo de batalla, una notable cultura y formación política, cargaba en campaña una biblioteca que incluía “La Democracia en América” de Alexis de Tocqueville, el “Contrato Social” de J.J. Rousseau, y “El Federalista” de Hamilton, Madison y Jay, su sable de acero toledano lucia estampada la regla latina abstineret liberis (mantener fuera del alcance de los niños).
Bajo el mando de Alvarez estaban entonces los republicanos, listos para el combate, estacionados en la posición ofensiva descripta desde hacía ya mas de cuatro meses, amenazando y hostigando el ala derecha y el centro de los imperiales bajo el mando del Marques de Barbacena, esperando con ansiedad la orden de atacar.
La acción sería decisiva para las armas republicanas, y para el destino de la América del Sur, el combate a librarse sería de la magnitud y trascendencia de la batalla de Ayacucho, Bolívar y Sucre esperaban el resultado para operar sobre el Imperio y terminar con las monarquías y la esclavitud en América, y las condiciones no podían ser mejores para una victoria irreversible.
En la media tarde del 29 de noviembre de 1826 llegó la esperada orden y Alvarez de Langreo vio la oportunidad de estrenar sus ideas sobre conducción estratégica y convicciones políticas, ahora desde su flamante grado de Coronel Mayor y condición de Comandante General.
Leído el parte y sin demora llamó a su ayudante de campo, Alférez Anacleto Paredes, y le ordenó reunir a la totalidad de la tropa para proceder según lo tenía en mente desde hacía años.
Reunida la totalidad de las unidades de combate Alvarez se dirigió a ellos desde su cabalgadura y un elevado del terreno y les dijo:
Camaradas: estamos ante una nueva era, la humanidad está en los umbrales de nuevas formas de organización y pensamiento, bien conocen ustedes mi posición expresada en el Congreso de Arroyo de la China, y eso alcanza al plexo del pensamiento y la acción político militar, yo soy el primer comandante general democrático de este ejercito libertador y mal estaría que les impusiera mi voluntad en forma unilateral, cuando en verdad son ustedes los que deberán sufrir los riesgos y rigores del combate que se avecina, así es que el curso de las acciones será decidido por consenso, escuchando a todos y cada uno de los que quieran expresar su opinión y su sentir, así que, señores, los que tengan algo que decir que pidan la palabra y serán escuchados.
Y le dijo a Paredes que tomaba las notas del acontecimiento, consenso, Paredes, subrayemé consenso.
Como nadie se animaba, y pasados un par de minutos, el Comandante insistió con cierto tono paternal, que no tenemos tiempo para perder en vacilaciones y pudores señores, dijo.
Allí levantó la mano un petiso bigotudo, de anteojos, con acento altoperuano, de Tarija dijo que era que, una vez autorizado por el Comandante, dijo que le agradecía su amplitud de criterio y que para él eso era realmente importante, porque en la universidad de Chuquisaca, a la que había concurrido para hacer estudios de jurisprudencia que no había podido terminar, bien se conocía del futuro de mundo y de la libertad de los hombres, pero que le parecía que el comando estratégico no estaba considerando el contexto en su debida dimensión, que la situación en Europa se había volcado en contra desde el tratado de la Santa Alianza, y que la injerencia de la flota británica y la actividad del embajador Ponsonby estaban señalando que no había que precipitar los acontecimientos sin el necesario relevamiento de los antecedentes, y sin una cuidadosa evaluación de los mismos, acá no se trata solo de lo que aquí creemos, o en Buenos Aires, o en Rio de Janeiro, hay que pensar el Londres, Paris y Viena, eso, terminó diciendo, de cara al mandato que nos impone la Historia. Eso dijo el petiso de Tarija.
Tome nota Paredes, dijo el Coronel Alvarez, y subráyeme contexto.
Tiene razón el chango, dijo un santiagueño medio desaliñado, por ejemplo, si nosotros atacamos mañana tendremos que cruzar el rio con botes y pontones y los brasileros nos van a caaagar a cañonazos, con el resultado de bajas, daños a los pueblos originarios que aquí habitan desde hace siglos, destrucción de la flora y el consiguiente espanto de la fauna autóctona que sufrirá efectos de imprevisibles consecuencias, en cambio si esperamos el invierno el rio baja y lo cruzamos al trote al amanecer y, antes de que del otro lado se aviven, los tendremos estaqueados a bayonetazos.
Sensato razonar, observó Alvarez, y ordenó a Paredes que tomara nota especialmente del concepto de respeto integral al ecosistema.
Permiso para hablar che comandante dijo un correntino medio chupado, asintió Alvarez con la cabeza, y siguió, acá hay cosas que arreglar antes de andar dando órdenes, porque nosotros vinimos enganchados por seis meses y hace ya ocho que estamos sin que se haya discutido un ajuste de la paga, además, fijesé jefe, entre batallas, marchas, persecución del enemigo esto llevará no menos de dos o tres meses mas, hay que incluir vacaciones y aguinaldo, y estos uniformes son de medio tiempo y terminamos noviembre, así andamos todos transpirados hasta las polainas hasta que llegue el invierno y nos enfermemos del frio.
Es razonable el reclamo, comentó el Coronel, Paredes tome nota que vamos a ver como podemos encarar ese tema antes del combate, aquí hay derechos adquiridos que respetar, subraye eso Paredes.
De repente saltó uno que dijo yo siempre dije que esto es militarmente una tontería, que la maniobra correcta es subir por el Chuí a Pelotas, de allí al noroeste, a Cachoeira, a Santa María y les caemos a los brazucas por atrás y los hacemos de goma.
Ahora resulta que cualquiera es general!! Se escuchó la voz autoritaria y aguardentosa el sargento Montobbio.
No Montobbio, dijo Alvarez, acá todos tienen derecho a expresarse, a ser escuchados y a que sus argumentos sean tenidos en cuenta al momento de la decisión, así funcionan las cosas desde que yo estoy al mando.
Libertad de opinión y expresión, anote Paredes, dictó.
De repente se escucha una voz femenina, Olinda Peralta, cabo primero de cocina, con aquel rostro que muestra las huellas de tres viudeces en las largas campañas por la libertad de América, no es tan sencillo mi Coronel, dice, y es interrumpida…
Montobbio está rojo de la bronca, ahora resulta, grita, que van a opinar también las mujeres!!
Se escucharon murmullos de desaprobación.
Andá a lavar los platos!!! Grita un guaso del montón.
Dale, siga el baile, y si van a opinar las mujeres porque no hacemos opinar también a los caballos, dice un pardo de mala traza y gesto jodón.
Y entonces Alvarez de Langreo se levanta en toda la estatura de su autoridad y amonesta a sus subordinados, señores, primero respeto, que la cabo primero está probada tanto en el campo de batalla como en extenuantes marchas y campañas, siempre detrás, tragando el polvo de los cascos de los caballos y friega que te friega, señores, guste o no aquí todo el mundo opina sin los prejuicios heredados de una milenaria cultura machista y patriarcal, y no se discute sobre el género o inclinaciones de él o la opinante, sino sobre el contenido de sus argumentos, o estamos en la edad media carajo!!!
Paredes, subraye género, estamos haciendo historia Paredes, y corrija, escriba “caba primera”.
Gracias mi Coronel, dice Olinda, de lo que se trata es de que si el ataque comienza al amanecer entre el cruce del rio, el combate, los trabajos posteriores, no podemos calcular a que hora tiene que estar la comida ni cuantos serán los comensales…
Es justo el planteo, Paredes tome nota y vea de que las señoras tengan la información en tiempo y forma, es una cuestión de eficiencia, subraye eficiencia Paredes.
Si…, rezongó Olinda, siempre dicen lo mismo y después …
De repente desde el fondo, con un hablar medio atravesado, salta un morocho diciendo: compañeros, me parece que no estamos pensando en lo principal, del otro lado de ese rio hay también seres humanos, con ideales, deseos, padres de familia, hijos, hermanos que con el ataque y la matanza que se están proponiendo verán sus vidas tronchadas sin remedio … Vos callate!!! gritó uno que estaba al lado, este negro hijo de puta es un espía brasilero que tenemos prisionero porque anoche quiso volar la santa bárbara! Denunció. Y allí le cayó al brasilero una intensa lluvia de palos, patadas y mamporros hasta que se escuchó la potente voz del Comandante.
Detengansé señores, aquí, en el nuevo ejército republicano, no se discrimina por sexo, raza, religión, nacionalidad ni ideología, lo que valen son las ideas, así que el señor será escuchado con el debido respeto, sargento!, hágase cargo!!
Y usted Paredes anote, inclusión, subraye inclusión, subraye también no discriminación.
Como el tiempo pasaba y se sumaban oradores y opiniones el Coronel decidió cerrar la lista y resolver, yo, dijo, como un soldado democrático más, dispongo, en cumplimiento de lo aquí expresado, que se resolverá mediante elecciones libres.
Bueno, votemos de una vez y listo, gritó el sargento Montobbio, casi fuera de sí, los que están de acuerdo con atacar mañana que levanten la mano.
No señor, dijo el Coronel Alvarez, para eso se deben seguir los protocolos pertinentes, primero hay que hacer un padrón, y después realizar la elección que será por voto secreto, sinó mirá lo que le pasó al negro por abrir la boca.
Protocolo, Paredes, subraye protocolo.
Se confeccionaron las boletas: “si” atacamos, “no” después vemos.
Tres días llevó hacer el padrón, cuatro la elección propiamente dicha, y ocho el escrutinio, las letras y los números no eran lo de aquella soldadesca. El resultado del comicio se dio a conocer mediante bando el mediodía del 17 de diciembre de 1826, 5.473 votos por el “no”, 17 por el “si”, 7 en blanco, 3 entre anulados y observados.
Y bueh, dijo Alvarez, así es la democracia, y mandó a Paredes a redactar el parte para la superioridad, al tiempo que ordenaba el licenciamiento de la tropa salvo el 5 de Infantería de Pergamino y el 11 de Artilleros de Línea. El texto relataba lo ocurrido, y señalaba el alivio que el licenciamiento traería al erario público, déficit fiscal, Paredes, subraye déficit fiscal, terminaba la comunicación con una cita de cierto texto del aristócrata florentino Roberto Lavagna relativa a que la historia demuestra que, por sus efectos disrruptivos sobre el ahorro y la inversión, las revoluciones y las guerras de independencia resultaban antieconómicas, parafraseaba, acreditando solvencia intelectual, el parte del Coronel Mayor Don Manuel Alvarez de Langreo.
El 4 de enero de 1827 se presentaron en el campamento dos batallones que venían desde Paysandú, Alvarez fue detenido, juzgado y condenado a muerte por traición, salvó su vida por la piadosa intervención del presbítero pernambucano José Antonio Caldas, que militaba junto a Lavalleja, fue remitido a un hospicio para desequilibrados mentales de los alrededores de Catamarca.
Cuando cinco días después bajo el mando de Carlos María de Alvear se reiniciaron las operaciones, y el ejercito republicano cruzó el Cuareim, resultó que nadie había del otro lado, según los lugareños el ejército imperial se había retirado al norte harto de esperar el ataque que nunca llegó, marchaba despreocupadamente cuando fue alcanzado por Alvear el 20 de febrero a la altura de Passo do Rosario, y el Imperio del Brasil fue allí derrotado en la batalla de Ituzaingó que terminó con la guerra desde el punto de vista de la campaña militar, la guerra terminó en verdad un año después con el invento de la República Oriental del Uruguay, un invento inglés, claro.
Quedó de Ituzaingó, de recuerdo, la marcha cuya partitura, se dice, estaba en la carpa del Marques de Barbacena y que engalana los esporádicos floreos callejeros de la milicada residual de estas pampas, y que se puede escuchar en el sitio https://www.youtube.com/watch?v=Tub253l06RY, de la suerte de Alvarez de Langreo no quedaron mas rastros que lo aquí reseñado, pero los criteriosos conceptos en los que basaba sus convicciones brillan hoy con pletórica lozanía.
El cuento de Fontanarrosa es realmente divertido y está bien escrito.
(1) Carlos Alberto Negri es abogado, cofundador de FURN (Federación Universitaria de la Revolución Nacional, rama universitaria de la Juventud Peronista de La Plata entre 1966 y 1973)-, secretario de prensa del Partido Justicialista de la Provincia de Buenos Aires, diputado por el Frente Justicialista de Liberación (1973-1976)- estuvo exiliado entre 1977 y 1982. Autor del libro “Panfletos Peronistas” (editado en 2013).