Por Jorge Alemán –
El neoliberalismo es un dispositivo que finalmente destruye la verdad.
¿Cómo funciona el lenguaje si desaparece la verdad? ¿La verdad de la política, la ética, el deseo?
La comunidad se vuelve una telaraña de habladurías. Ausente la verdad, la subjetividad y los medios escriben la letra juntos, ingresan a una dialéctica que solo sirve para gozar de un modo compulsivo al infinito.
El gobierno que se vuelve el representante del neoliberalismo tiene a su vez una licencia especial para invitar al consumo de mentiras y sumar a la población al goce punitivo de las imputaciones.
Como es sabido, acusar de manera compulsiva como ejercicio permanente le permite creer a los sujetos que así descargan su propia responsabilidad.
Cuestión clave del neoliberalismo: todo el mundo es culpable y nadie es responsable.
En el neoliberalismo, menos el capitalismo todo puede ser acusado, difamado o incluido asesinar.
Esta transcripción breve es para insistir que la Argentina está al frente de la experiencia neoliberal en el mundo, en el sentido más destructor del término. ¿Que sucesión de dimisiones y complicidades nos llevó hasta ahí?
Actualmente una combinación de depresión generalizada y psicosis social recorre a la sociedad mientras montan guardia los delirantes del poder. Y la impotencia acompaña a aquellos de los que todavía se espera algo.
Por todo ello sería conveniente que en esta ocasión trágica no se apele a el «haber sido engañados». Tal como lo fórmula Lacan «el deseo es lo que hace que la vida carezca de sentido si produce un cobarde».
Nada va a estallar, ninguna gota rebasará el vaso, el colapso quedará atrás si no surge un Eros ético y político que haga posible un nuevo amor por la verdad.