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El 9 de mayo de 2001 fallecía Andrés Framini, otro “maldito” excluído de la historia oficial.

Nace en Villa San Carlos, partido de Berisso, provincia de Buenos Aires, en 1914, en una familia obrera, cuyo padre, don Julio, es trabajador del frigorífico. Inicia la escuela primaria en Berisso, pero la termina en la escuela de la Iglesia de Nueva Pompeya, barrio adonde se ha trasladado con su familia.

Las dificultades económicas le impiden continuar estudios secundarios, ingresando como obrero, primero a una fábrica de betún y luego, a una fábrica de perchas. Después, trabaja en una fábrica de jabón. También intenta encontrar una salida en el fútbol o en el cancionero popular, pero era “mal cantor”. El primer trabajo en textiles lo realiza en la fábrica Gratri, “donde aprendí el oficio, atendiendo un telar”. En 1941, se casa con Carolina Miranda, con quien tiene dos hijos.

“Cuando el coronel Perón empezó con los decretos favorables a los trabajadores, desde la Secretaría de Trabajo –recuerda Andrés- se produjo una convulsión terrible. En poco tiempo, hubo organizaciones en todas partes, hasta en el campo”. En esa época es empleado de la fábrica Piccaluga, en La Boca.

Framini recuerda que la Unión Obrera Textil estaba controlada por los socialistas y que en su fábrica, ellos decidieron continuar con el trabajo ese día 17 de octubre cuando los trabajadores se volcaban a la plaza. Sostiene que entonces tuvo un incidente con el delegado de la fábrica –socialista- y consiguió “parar” la fábrica e irse con los trabajadores a la Plaza de Mayo. Señala que “ahí fue cuando aparece la Asociación Obrera Textil, con Mariano Tedesco, que es el primer secretario general, delegado de Villa del Parque”.

También recuerda que el gremio había alcanzado notable fuerza: “Éramos muchos. Recuerdo que en una marcha que se hizo a la Casa de Gobierno, de textiles solamente íbamos cuarenta mil, una barbaridad de gente… Perón nos había dado todos los adelantos, nos había sacado del ostracismo, nos había sacado de la indignidad…, nos convertimos en sujetos y dejamos de ser objetos”.

Entonces, en 1947, pasa a ser representante de la rama “Lana”. En 1951, ya es elegido Secretario General del gremio.

Producido el golpe militar del 16 de setiembre de 1955 que derroca al presidente Perón, el general Eduardo Lonardi, su sucesor, intenta implementar una política de “Ni vencedores ni vencidos”. A fin de facilitar algún tipo de acuerdo y evitar la intervención, la comisión directiva de la CGT renuncia y designa a dos gremialistas para que se hagan cargo de la Central Obrera: esa difícil tarea se le encomienda a Luis Natalini, del Sindicato de Luz y Fuerza y a Andrés Framini.

Sin embargo, el reemplazo de Lonardi por Aramburu –el 13 de noviembre de 1955- pone fin a esta política y comienza la represión, siendo desplazados Framini y Natalini por un interventor, en la CGT. Desde el sector nacionalista de las Fuerzas Armadas se intenta gestar una CGT en apoyo del general Bengoa, que toma el nombre de CGT negra. Framini recuerda que, “de acuerdo con Amado Olmos y otros, rompimos esa asamblea de la CGT negra e inmediatamente formamos, con Armando Cabo y otros compañeros, la CGT Auténtica, para oponernos al interventor Patrón Laplacette”. Pero el 12 de diciembre de 1955, Andrés es detenido y alojado en la Penitenciaría Nacional, hasta fines de julio de 1956. Apenas en libertad, vuelve a retomar la lucha de “la resistencia”, con el apasionamiento de quien está convencido de que sólo la movilización de los trabajadores puede detener a las fuerzas reaccionarias.

El 22 de diciembre de 1956, vuelve a ser encarcelado, ahora en el penal de Caseros, donde permanece nueve meses. Otra vez retoma, en setiembre de 1957, tanto la lucha sindical como política, con su entusiasmo y su entrega de siempre.

Pero sus períodos de libertad son escasos: el 23 de abril de 1958 es nuevamente detenido y permanece durante dos meses en los sótanos del Departamento de la Policía Federal. Reelecto como Secretario General de la Asociación Obrera Textil (lo será sucesivamente en 1961, 1963 y 1965), regresa a la lucha, ahora enfrentando la política frondizista. Pero sus críticas, su convocatoria a la movilización, su posición de sindicalista duro, sin concesiones, así como su conducta ética, lo tornan un personaje demasiado molesto para el sistema, de modo que el 26 de setiembre de 1959 vuelve a la cárcel. Esta vez queda recluido más de un año, en las cárceles de Esquel, Santa Rosa y Viedma, recuperando su libertad en noviembre de 1960.

El 18 de marzo de 1962, convocadas las elecciones en varias provincias, la fórmula Framini-Anglada, obtiene un resonante triunfo en la provincia de Buenos Aires. Es el primer caso de un obrero que resulta gobernador de la provincia de Buenos Aires, pero el presidente Frondizi, apremiado por los militares, interviene las provincias donde ganó el peronismo y luego, las elecciones resultan anuladas.

En el período posterior a estas elecciones, se radicaliza siguiendo las instrucciones de “giro a la izquierda”, orientadas por Perón, desde Madrid. Sus discursos se nutren entonces de posiciones claramente revolucionarias, incluyendo referencias a la explotación de los obreros a través de “la plusvalía”. El peronismo, especialmente el de Framini, Olmos, Borro y tantos otros, expresa, por entonces, a una Izquierda Nacional. En ese mismo año, interviene en el congreso de Huerta Grande, donde la dirigencia gremial aprueba un programa altamente combativo.

En diciembre de 1964, Andrés integra la comitiva que acompaña a Perón cuando intenta regresar al país, operativo frustrado por la presión de Estados Unidos y el gobierno de Illia sobre el gobierno brasileño para que detenga el avión y lo reenvíe a España.

En los años siguientes, “el framinismo” se convierte en sinónimo de oposición al “vandorismo”, especialmente cuando éste se coloca en posición disidente respecto a Perón, intentando una conducción local independiente. Sin embargo, los textiles carecen de la fuerza suficiente para derrotar al aparato armado por el líder metalúrgico, quien logra predominar, aunque luego en las elecciones de Mendoza, de abril de 1966, queda en claro que las bases responden a Perón, obligando al metalúrgico a reacomodarse a las órdenes del líder.

Alrededor de esta época, Framini declara que él se desgasta mucho al cumplir las instrucciones del General, en relación con el vandorismo. En estos años, su presencia gremial tiende a desdibujarse perdiendo la presencia de años atrás. Sin embargo, acompaña, al igual que el resto de gremialistas combativos, la campaña del “lucha y vuelve”, especialmente impulsada por los sectores juveniles.

En 1973, al producirse el triunfo popular, el gobernador de la provincia de Buenos Aires –Oscar Bidegain- lo designa administrador de la isla de Martín García, cesando en sus funciones cuando renuncia Bidegain y lo reemplaza, como gobernador, Victorio Calabró.

Cuando se produce el conflicto entre Perón y la Jotapé –el 1º de mayo de 1974- firma, junto a otros gremialistas y en nombre de la Agrupación del Peronismo Auténtico (APA), una carta titulada: “Al General Perón, de sus viejos amigos y leales soldados peronistas”, definiéndose junto al sector juvenil. Luego, participa como uno de los fundadores del Partido Peronista Auténtico, que expresa a los sectores de juventud y Montoneros.

En los últimos años se repliega a una modesta vivienda de la calle Mercedes, apremiado siempre por urgencias económicas. En 1984, se desempeña como asesor del senador Vicente L. Saadi en cuestiones gremiales, lo cual le permite cierto respiro para la supervivencia suya y de su familia. En 1990, lo promueven al cargo de director, categoría A-1, lo que le permite jubilarse. Por entonces, se constituye en crítico implacable del menemismo, en nombre de las banderas del peronismo histórico. Poco después, el municipio de Berisso lo declara ciudadano ilustre, cuando ya su salud declina.

El 9 de mayo de 2001, concurre a un acto partidario en el que se proyecta la película de Leonardo Favio “Perón, sinfonía de un sentimiento”. Probablemente, recordar esas viejas luchas de las que había sido protagonista fundamental, emocionó muy profundamente a su viejo corazón que latía desde hacía 87 años. Se desplomó y falleció en el acto. Sólo algunos diarios se refirieron a su muerte, en general retaceando elogios a una ética rectilínea y a una capacidad de lucha inagotable. (N.Galasso, Los Malditos, vol I, pág 94, ed. Madres de Plaza de Mayo)

(fuente pensamiento discepoleano)

Esta nota fue publicada por la revista La Ciudad el 9/5/2021

 

 

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